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El vibrante viaje en el tiempo de Ricky Martin

Concierto de Ricky Martín en El Arenal | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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Cerca de 15.000 personas viajando en el tiempo al ritmo de sones caribeños y dirigidas por un único piloto: Ricky Martin. El artista portorriqueño sentenció la pasada noche en Córdoba una gira que le ha llevado por diez ciudades españolas recordando aquellas canciones que, a pesar de los años, hacen que retumben en la memoria y en los labios de quienes lo llevan siguiendo hace ya más de 25 años. Un espectáculo donde combinó todos los géneros que ha tratado a lo largo de su carrera, desde los más sensuales hasta las baladas o el pop.

El Arenal fue el lugar elegido para esta cita que generó desde su anuncio unas expectativas altísimas. Hacía más de 20 años que Martin no actuaba en Córdoba y los recuerdos ya empezaban a emborronarse. Aquellos que los tuvieran, claro, porque para muchos otros, éste ha sido su primer tú a tú con el artista.

Con una coreografía y una puesta en escena excelentes, Martin arrancó su revival con María, su mega-éxito de 1995. Empezó fuerte el portorriqueño, ataviado con camisa y chaqueta -negra- para la ocasión. Poco le duró. El artista se cambió de vestimenta hasta en seis ocasiones. La primera noche de septiembre vino acompañada de un intenso calor que sólo pudo sobrellevarse con el oro líquido que servían en las barras. La aglomeración en algunas zonas tampoco ayudó a sobrellevar estas temperaturas. Todo un juego de malabares.

El público bailó y mucho durante las casi dos horas que duró el concierto. El artista quiso que sus seguidores sudaran y se quedaran sin voz. Y lo consiguió. En algunas ocasiones, los potentes gritos del público dejaron en un segundo plano a una magnífica orquesta que rebosó baile en cada una de las notas que tocó. Martin, el conductor de este musical, estuvo acompañado de un grupo -tres bailarines y tres bailarinas- que hizo aún más potente el espectáculo.

A María le siguieron hits como Muévete duro y Adrenalina, y Vuelve bajó las pulsaciones durante tan sólo unos minutos. Porque con Martin no se puede bajar la guardia. Jaleo revolvió de nuevo a un público que se desató con un spanglish al grito de la canción She bangs, que contó con la aparición estelar de Mara, una joven cordobesa que, invitada por Martin, subió al escenario y se sumó a la coreografía de las bailarinas. Aunque She bangs fue interpretada en inglés, muchos de los asistentes la hicieron suya con la versión española de este mismo tema, lo que ocurrió también con Livin la vida loca.

Y como en todo viaje debe haber una parada para coger fuerza, la segunda mitad del concierto comenzó con la balada Somos la semilla, un alegato a la solidaridad y al compromiso que el cantante acompañó con la difusión -vía audiovisual- de su Fundación Ricky Martin. Disparo al corazón y Tu recuerdo pusieron punto y final a los instantes más pausados del concierto, que iba encarando su fase álgida. El público sabía que en cualquier segundo debían aparecer los últimos éxitos que se ha marcado el portorriqueño.

Ahí estaba. Llegó el turno de Fiebre, uno de los grandes hits de 2018 y que Martin lanzó junto al dúo Wisin & Yandel. El éxtasis fue a más con Vente PaCá. El artista sabe qué canción marca la diferencia en cada uno de sus espectáculos y ésta es una de ellas, al igual que La bomba o Por arriba, por abajo, tema en el que Martin se recreó hasta la extenuación. Y así, un tema tras otro.

La locura llegó con la música caribeña de Pégate. Quien hasta este momento no movió sus caderas -inexplicable pero oye, quién sabe- lo hizo con este tema, alegre y contagioso. El fin del show vino marcado por una unión perfecta: el pasado, con La copa de la vida, y el presente, con la deseada y obligada La Mordidita. La distancia entre una y otra es la historia que Ricky Martin ha tejido a golpe de baile, ritmo y música. Buena música.

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