Sánchez Zamorano regresa a la poesía con 'Luz furtiva' dos décadas después
El escritor y presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba, Francisco Sánchez Zamorano, ha publicado el libro Luz furtiva, con el que regresa a la poesía después de más de 20 años sin publicar un poemario y lo hace con un título sugerente que “no deja de ser un oxímoron, una contradicción entre la luz y la clandestinidad”, porque “la luz nunca puede ser furtiva o clandestina”, aunque en el fondo se trata de “una licencia para desvelar una realidad que casi siempre será luminosa desde la propia esencia del ser humano y de sus pasiones: el amor”.
Así lo destaca en una entrevista con Europa Press, en la que el autor puntualiza que “esta realidad tiene a veces zonas de sombra y vericuetos ignorados a modo de sentimientos o situaciones tan reales como inimaginables”.
En concreto, detalla que “buena parte de los poemas están inspirados en los preciosos relatos que dejó la mitología, en esos maravillosos mitos de Artemisa, Afrodita, Selene, Andrómeda y Zeus”, de manera que carga las tintas en lo mitológico, “bajo el idealizado pensamiento de que si los amantes no se construyen recíprocamente un mito, el amor no alcanzará la intensidad debida para hacerlo sublime y diferente”.
Por tanto, resalta que “casi todos los poemas han sido edificados con la argamasa del amor entre un hombre y una mujer”, al tiempo que “en más de una ocasión aparece Córdoba en escena; Córdoba con su misterio y belleza; Córdoba con alguna que otra historia de amor convertida en leyenda”.
Abriendo con una portada que refleja el Puente Romano y la panorámica del casco de la capital de fondo, Sánchez Zamorano manifiesta que “el Puente Romano, con las murallas, el Alcázar y la Mezquita alrededor, es siempre un lugar sumamente evocador”, una zona que “siempre” le ha llamado la atención. De hecho, en su libro de relatos 'Trece de diciembre' recrea ese escenario para “articular la trama de uno de ellos”.
De este modo, ahora reincide con este libro. Y es que, “el nocturno del río, con ese cielo al que se asoman unos sugerentes ojos femeninos espiando el escenario, un puente visto aguas arriba, cosa inusual, con toda la secular arquitectura cordobesa de fondo, resume el contenido argumental del poemario”, precisa.
Al respecto, son 25 poemas agrupados en un título preliminar, cuatro capítulos y un epílogo. Según confiesa, “no todos los poemas quedan ultimados con la misma perfección estética y fuerza en su mensaje por más que se lo proponga el autor”, si bien indica que “tal vez el más corto de ellos (A ti me consagro), que se estructura en tan solo 17 versos, reúna con más intensidad esas dos cualidades”.
Entretanto, el escritor desvela que regresa a la poesía después de su última publicación en los años 90, con Tiempo detenido, por “ninguna razón distinta a la necesidad de escribir”, que “surge cuando uno menos se lo espera, especialmente si, como ocurre es mi caso, no soy un profesional del oficio”, relata.
Al hilo, comenta que escribe cuando puede para “matar ese gusanillo”, de modo que para ello aprovecha “el escaso tiempo libre” que sus quehaceres diarios le permiten, “tratando así de satisfacer ese impulso o necesidad de contar historias, de plasmar reflexiones, ideas y sentimientos sobre el mundo y lo que alrededor de él acaece”.
No obstante, reconoce que han sido 20 años de “casi total silencio en el tema poético” y agrega que algunos poemas sueltos de las más diversas temáticas habían aparecido publicados en revistas, pero han tenido que pasar esos años desde que publicó 'Tiempo detenido' para que vea la luz este nuevo poemario.
Asimismo, asegura que en la poesía encuentra “una vía más apropiada” para encauzar su “acentuado sentido por la estética de las cosas”, a lo que añade que “la poesía tiene mucho de belleza, una belleza que se construye eligiendo cuidadosamente cada palabra”. También, precisa que la poesía y la novela tienen “muchos puntos de coincidencia”, porque “la metáfora, que es consustancial a la poesía, es también tributaria del texto narrativo”.
Igualmente, expone que “la estética del lenguaje -quizá más cuidada en el poema donde cada palabra debe brillar con fuerza para decir o callar algo- no es ajena al relato” y apostilla que “una novela puede contener en sus páginas mucho lirismo, lo que ocurre es que éste ha de aparecer en sus justos términos”.
En su opinión, “el novelista construye historias que han de ser verosímiles -que no reales-, pero debe contarlas con belleza literaria, pues entre las aspiraciones del novelista se halla la de suscitar en el lector el gusto y el placer por la lectura”. En cambio, agrega que “el poeta expresa sentimientos creando imágenes, situaciones o incluso mundos indefinidos que le sirvan al lector para que él mismo termine de imaginarlos o dibujarlos con lo que el poema le sugiere”.
De este modo, argumenta que “al ser la poesía por esencia un vehículo de transmisión de sentimientos, se compadece mal con la ficción propia de la novela”. “Los sentimientos salen del alma, y el alma no engaña”, remata Sánchez Zamorano, quien menciona a Mario Benedetti con su frase que sentencia que “la poesía es el género de la sinceridad última e irreversible”.
En palabras del autor, la poesía se encuentra “en el lugar que ha estado siempre”, con “un sector de lectores muy concreto, mucho más reducido que el que pueda tener la novela o el ensayo”. Al hilo, recuerda al grupo musical Golpes Bajos de los años 80, que “ya hablaba en su canción de los malos tiempos que corrían para la lírica”.
Según razona, “quizás desde la escuela y desde el bachillerato ha faltado el debido enfoque para cultivar la sensibilidad en los niños y jóvenes a la hora de abordar el hecho poético”.
Ante ello, pone como ejemplo que “si en el tiempo que se escenifica toda la parafernalia surgida en torno al fenómeno Halloween hubiese una alternativa clara de poner en valor, como se dice ahora, lecturas de los clásicos sobre la temática existencialista, las cosas serían distintas”.
Así, se fomentaría “el aprecio por la poesía, haría una buena declamación en clase de Literatura de poemas como, por ejemplo, Dios mío, qué solos se quedan los muertos, de Bécquer”, según propone Sánchez Zamorano, quien también apoya que “las redes sociales pueden ser un vehículo adecuado para escribir poesía y difundirla”, de manera que “hay que aprovechar las ventajas que ofrece Internet”.
Su obra Luz furtiva, que lleva una dedicatoria a un amigo fallecido del autor, reúne poemas que “no tienen otro finalidad que la ya apuntada, ni otro destinatario que el que quiera verse reflejado en sus mensajes, o sienta o haya sentido alguna vez la fuerza arrolladora e irracional del amor”, sostiene su autor.
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