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Un adiós prematuro a la última gran esperanza femenina del rap español

Ana Isabel García, en la Gran Vía de Madrid.

Cristian López

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El destino es cruel. Despiadado. Impredecible. Y quizás esto último sea lo que dé más miedo. El fallecimiento de Ana Isabel García (Adamuz, 1991), conocida artísticamente como Gata Cattana, a los 26 años deja tras de sí un vacío difícil de ocupar. Un último grito frío y ensordecedor a una vida que se auguraba cargada de luz. La última gran esperanza de las mujeres en el rap, como la bautizaron algunos medios, y que poco a poco se iba haciendo realidad. La artista que estaba llamada a relevar en el trono a otra cantante de la talla de la Mala Rodríguez. Y de repente, un frenazo en seco en el camino.

“Para mí sería un orgullo tener una carrera tan exitosa y llegar tan lejos como ella, siempre he admirado a las mujeres poderosas”, afirmó la cantante cordobesa en su última entrevista, realizada hace unas semanas en El País.

“Rapeadora de noche. Poetisa de día. Politóloga a ratos”. Así se presentaba la cordobesa en sus redes sociales. Un oasis de talento encumbrado en una pasión, el rap, y que aunaba en la misma las otras dos facetas. Un vendaval de aire renovado que llegaba para dejar huella en un género musical tan puro y hermético. Con tan solo unas pocas maquetas, ya había logrado agitar el mundillo. Con el futuro al alcance de sus manos. Pero quiso el destino, como decíamos antes, barajar en el sentido contrario. Con todo a su favor, y tan solo una cosa en contra. Tras de sí queda un 2016 de puro éxito, con el lanzamiento de diversos inéditos que tuvieron un fuerte impacto, el paso por numerosos escenarios, así como el lanzamiento de un poemario autoeditado y titulado La escala de Mohs. Una escena poética cargada de referencias clásicas, mezcladas con la más certera cotidianidad. Además, en la cresta de su propia ola ya contaba los días para la presentación de su último trabajo, Banzai.

“He tratado de huir de muchos clichés: del machismo, de la marginalidad y el sectarismo del movimiento, que parece que tiene que ser algo hermético, conocido por unos pocos y que no debe salir de los barrios; del purismo que se ha mantenido durante muchos años y que parece que ahora empieza a desaparecer un poco; del beef y la competición infantil... He tratado de hacer una obra única y de aportar mi visión dentro de este género, que creo que ya de por sí está fuera de muchos clichés que han acompañado al rap en este país, y que era necesario romper para avanzar”, relataba en la conversación mencionada anteriormente.

La cantante cordobesa deja huérfanos unos ritmos que invitaban a pensar en multitud de nuevas posibilidades para abordar la esencia del rap, sin dejar de adaptarse a los nuevos mecanismos. Con pellizcos al flamenco, por el cual se sentía muy influenciada. Un adiós prematuro, aunque no cabe duda de que su legado artístico es mucho más secundario que el personal. Un ascenso interrumpido. Un último grito de despedida que ha quedado mudo.

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