Acordes del conservatorio al Patio

En una de las paredes de la Asociación de Vecinos del Alcázar Viejo hay un grafiti de diez por tres metros que es, a la vez, un homenaje a Paco de Lucía y a los cuidadores de los patios de Córdoba. De hecho, se pintó con el guitarrista ya fallecido, como previa a un espectáculo que se llamó muy acertadamente Patio de Lucía. Hace cuatro años de aquello.

Este viernes, los acordes de Entre dos aguas han comenzado a sonar de manera improvisada en el Patio Vesubio, en pleno corazón del Barrio de San Lorenzo. Los ejecutaban a la guitarra Pablo y Lucía, 11 y 14 años, respectivamente. Ambos alumnos del Conservatorio Profesional Músico Ziryab. Ambos debutaban tocando en los patios, pero su instinto los ha llevado a un repertorio clásicamente flamenco: rumbas, tangos y granainas.

“Claro que conozco los patios, pero nunca había tocado en uno”, reconocía Lucía. A su lado, Pablo afinaba su guitarra antes de empezar. Ambos amenazaban con acabar improvisando. Lo hacían bajo la atenta mirada de sus familiares, que hacía de público para un recital gestado en apenas unas horas, y que ha surgido por el interés de Virginia Molina, la propietaria del Patio Vesubio y una auténtica entusiasta del valor de los patios como espacio cultural.

La respuesta se cuece poco a poco. La primera canción provoca en los visitantes al patio que se queden a unos metros de los pequeños, casi impactados por la sorpresa. Lo cierto es que en el resto de los patios ya no se ven guitarristas ni músicos en directo de manera improvisada, algo que era muy habitual hace unos años, tal y como explica Molina. El turismo se ha centrado casi exclusivamente en la vertiente estética de los patios y el murmullo ha ahogado la música en la gran mayoría de los recintos que concursan.

Pero Virginia se ha negado siempre y ha luchado por hacer justo lo contrario. Al fin y al cabo es su casa. A la segunda canción, los visitantes ya comienzan a acercarse y a ver el patio alrededor de Pablo y de Lucía. Con la tercera y la cuarta, los dos intérpretes están rodeados de personas. Se han sumados otros músicos e incluso un coro rociero. Para cuando acabe el concierto, en el que habrán sonado Paco de Lucía, Paco Cepero o Sabicas, Pablo y Lucía habrán vivido su primera experiencia flamenca pura.

“Yo sí que sabía que el flamenco se hacía en los patios”, afirma el joven, que confiesa que, eso sí, nunca se había imaginado a sí mismo tocando la guitarra en uno. Virginia, subida en la escalera del patio, sonríe contenta: Ha conseguido recrear la estampa que había en el cartel con el que ha promovido la idea entre los alumnos del conservatorio, una foto de hace unos años en la que aparecen unos músicos tocando al fondo de su patio.

Entre ella y el profesor del conservatorio Ernesto Blanco han gestado estos dos improvisados conciertos en uno de los más peculiares recintos de uno de los peculiares barrios de la ciudad. Una casa con 4 siglos de antigüedad, bautizada Vesubio después de que sufriera un incendio en la cocina, y uno de los enclaves más combativos en lo que a la vertiente cultural de los patios se refiere.

“Yo le comenté la idea Ernesto y le gustó de inmediato. Así que puse un cartel ofreciendo mi patio a los alumnos para tocar durante el concurso y esta semana me han empezado a llamar”, comenta Molina. El resultado es que, al recital de ayer, le seguirá el que tendrá lugar este domingo con más alumnos del conservatorio. Ya están confirmados para este improvisado festival en el Patio Vesubio: Miguel, que toca la viola; Uxue, que toca el violín; Simón, que toca la trompeta; y Víctor, el hijo de la propietaria, que es percusionista y baterista.

Estos jóvenes pondrán banda sonora a la última jornada del concurso de Patios, que este año va a cerrarse con un millón de visitas. Mucho murmullo que, sin embargo, no va a silenciar los acordes del Patio Vesubio, que amenaza con hacer de sus conciertos improvisados una de las citas ineludibles de esta fiesta.