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Carmen Guerra esquina con Pilar Sarasola

Elena Medel

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Primero he buscado sus nombres en Google Maps.

Primero he buscado la calle con el nombre de Carmen Guerra.

Pero Google Maps no conoce a Carmen Guerra, y se empeña en ofrecerme alternativas. No me interesa José Sánchez Guerra, sino Carmen Guerra. Así que he afinado: “Bibliotecaria Carmen Guerra, 1, Córdoba”.

Sin resultado.

He probado suerte con otra mujer nacida fuera de Córdoba, fundamental para la ciudad; he buscado la calle con su nombre. También he tecleado “Pilar Sarasola, 1, Córdoba”.

Y tampoco Pilar Sarasola existe para Google Maps. He pensado en otra opción a la que se suele recurrir cuando una calle exhibe nombre de mujer: que el oficio anteceda al nombre, remarcando —eh— que el honor no se concede porque sí. Igual que con “Bibliotecaria Carmen Guerra”, he probado con “Librera Pilar Sarasola”.

Ni Carmen Guerra ni Pilar Sarasola figuran en el callejero de Córdoba. Lo merecerían. Independientes en una época de zancadillas, pioneras de las auténticas, de las que avanzaron sumando los hechos a las palabras, de la memoria de una conocemos nada y de la memoria de otra conocemos poco. Quien se refiera al grupo de poetas forjado en torno a la revista Cántico no puede omitir los nombres de estas dos mujeres que —Guerra como guía en el origen, Sarasola como mecenas en su desarrollo— posibilitaron aquel milagro feliz en esta ciudad triste. Sin embargo, las crónicas las ignoran, e incluso falsean la historia y atribuyen a hombres sus logros y sus responsabilidades.

«(…) había una bibliotecaria en la Diputación que fue depurada, inmediatamente la cesaron, e íbamos mucho a su casa. Esa mujer tenía muchos libros y nos los prestaba. Se llamaba Carmen Guerra, era asturiana, y vivía con su madre. Y allí en los días terribles de la guerra, mientras en la Iglesia de los Jesuitas estaban continuamente en la Oración, las plegarias por el triunfo de las armas Nacionales y tal, nosotros aprovechábamos para leer, Alberti, Lorca, Cernuda, etc. (…) Era socialista abiertamente, declarada. Lo raro es que no se la llevaran por delante. Simplemente la cesaron. Estaba en su casa recluida. Se llamaba Carmen Guerra». Así recordaba Pablo García Baena a la bibliotecaria Carmen Guerra, en una entrevista concedida en 2007 a la revista literaria Nadadora. Luchó por una biblioteca popular que acercara el conocimiento a la ciudadanía, y consiguió que se instalara en el edificio que hoy —muy restaurado— ocupa la Delegación de Cultura de la Junta.

Apartada de su puesto «en razón de su ideología», Manuel Morente Díaz nos cuenta el infierno al que la Guerra Civil condenó a la mujer que amparó los primeros encuentros de Juan Bernier, García Baena o Ricardo Molina, y que tuteló las primeras lecturas de los escritores de Cántico, y que terminó condenada al exilio interior y viendo rebajada su categoría profesional. Regresó a su tierra, recuperó su puesto y allí se ganó —sabia, rigurosa— el cariño de los universitarios ovetenses, cuya biblioteca dirigió durante treinta años. Por cierto, que algunas de las bibliotecas públicas de capitales andaluzas rinden tributo a un personaje concreto: la de Almería al escritor Francisco Villaespesa, y la de Sevilla a la Infanta Elena. La de Córdoba, en cambio, se llama Biblioteca Pública Provincial de Córdoba, sin más. Deslizo la sugerencia.

Porque en Córdoba no existe Carmen Guerra.

Google Maps la confunde con un hombre.

Carlos Castilla del Pino también confundió a Pilar Sarasola con un hombre, cuando en el segundo tomo de sus memorias atribuyó al empresario Baldomero Moreno la responsabilidad del impulso económico de Cántico. En las primeras páginas de Casa del Olivo, el psiquiatra destaca el «generoso mecenazgo» de Moreno —único nombre propio mencionado— entre quienes posibilitaron la edición de la revista. Pablo García Baena corrió a responderle en una carta al director en la edición cordobesa de ABC, subrayando que «alrededor de Cántico, la confusión interesada o ignorante es cada vez más nebulosa».

Afirmaba Pablo que «si Cántico tuvo algún mecenas fue sin duda doña Pilar Sarasola, que soportó gustosamente todo el trasiego de objetos heterogéneos, desde un maniquí a un orinal, con los que la imaginación surrealista de Miguel del Moral montaba los escaparates de Luque a la aparición de la revista». Finalizaba el texto con un ejemplo de su fina ironía: «Carlos Castilla parece dar una idea equivocada de este pretendido mecenazgo en sus memorias, aunque yo aún no he leído La Casa del Olvido». Y sic, faltaría.

Frente al silencio en torno a Carmen Guerra, la figura de Pilar Sarasola sí posee cierta repercusión —no de la altura que sería justa— entre los cordobeses. Sarasola, que permaneció en Córdoba tras el fusilamiento de su marido —Rogelio Luque, editor fundador de la mítica librería; «viuda de Luque», firmaba— en 1936, durante las primeras semanas de la Guerra Civil, mantuvo y fomentó el legado de Luque, y lo intensificó en su vinculación con los artistas de la posguerra, a quienes apoyaba con entusiasmo. En la misma entrevista en la que habla sobre Carmen Guerra, García Baena evoca cómo los libros que les interesaban «venían a la Librería Luque con cuentagotas y de manera oculta, de contrabando».

Con Carmen Guerra y Pilar Sarasola nos falla la memoria. Existieron, y de qué manera; con Carmen Guerra y Pilar Sarasola nos falla, también, la justicia. Por eso, o por oportunismo, o por merecimiento puro, tal y como dictaría la lógica, porque argumentos sobran, ojalá alguna vez en alguna calle, en alguna plaza, los nombres de Carmen Guerra y Pilar Sarasola se lean y se escuchen y vivan, de nuevo, cada día.

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Sobre Carmen Guerra:

- La tenaz «señorita Carmen Guerra» logra la creación de una sección popular en la biblioteca provincial. Lo contó ABC el 16 de abril de 1935.

- “La mala semilla. Depuración de libros y bibliotecas en Córdoba”, artículo de Manuel Morente Díaz en la revista e-CO, del CEP Córdoba “Luisa Revuelta”.

- “Mujeres bibliotecarias durante la II República: de vanguardia intelectual a la depuración”, artículo de Rosa San Segundo Manuel.

- BOE del 16 de junio de 1937, en el que se refleja la orden de «separación definitiva del servicio» de Carmen Guerra.

- Semblanza a cargo del Ignacio Gracia Noriega, publicada en La Nueva España el 22 de julio de 1987.

Sobre Pilar Sarasola:

- “Pilar Sarasola, viuda y alma nutricia de Luque”, artículo de Matilde Cabello publicado en El Día de Córdoba el 2 de agosto de 2009.

- “Pilar Sarasola, viuda de Luque: una mujer a contracorriente”, documental de Juanjo Martínez.

- Pablo García Baena rectifica a Carlos Castilla del Pino: carta al director en ABC el 10 de noviembre de 2004.

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