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Los síntomas del gilipollas

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Enrique Merino

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Yo sé que a alguno le chocará, que estará pensando “¡madre mía!, ¿qué le ha pasado al Merino?”. Pues veréis, la verdad es que nada en concreto, pero es un tema del que hace tiempo quería hablar aunque nunca encontraba el momento. Y fíjate por dónde, esta semana ha tocado. Y esta es una semana muy especial para mí, ya que es la semana de “Califato”. Sí, querido amigo, estarás leyendo esta entrada a la vez que verás noticias en este maravilloso periódico (y en otros, por supuesto) sobre la sexta edición del mayor evento gastronómico de Andalucía: Córdoba Califato Gourmet (metida la cuña de “publi”, sigamos).

Los síntomas del gilipollas son reales como la vida misma, y no es el síndrome, ¡no!. Lo importante es saber identificar cuáles son los síntomas que determinan que el que está en frente de ti es un auténtico gilipollas. He de reconocer que en esta vida profesional me ha costado bastante darme cuenta, he sido cándido y aún a día de hoy lo sigo siendo, y me las han dado por todos lados. Pero creo que ya sé identificar bastante los síntomas. Y en virtud de mi buena fe, y como ayuda a los demás (mi buen acto de este mes), voy a daros algunas pistas para que podáis detectar al gilipollas que tengáis en frente.

Este tipo de persona suele ser prepotente y sobrada, incluso cuando no tiene ni idea de los temas en cuestión que se estén tratando. Es más, suele emitir afirmaciones categóricas menospreciando las opiniones de los demás. Podrás reconocerlo por frases como “no tienes ni idea del tema” o “te lo digo yo que me lo han contado a mí en primera persona”.  También podrás reconocer al gilipollas por su actitud. Cuando no le interesa, suele quitarle importancia a los temas con afirmaciones como “tampoco es para tanto” o “eso ya lo sabía yo desde hace tiempo”.

El gilipollas va de guay, llega a los sitios como si fuera el rey de la pista de baile, el que domina la situación y es amigo de todos, aunque luego tarda poco en criticarlos.

Es un espécimen muy común, aunque no te lo creas. Además, al igual que pasa con las hienas, cuando varios gilipollas se reúnen son capaces de asustar a grandes personas.

Es probable que después de estas palabras te asalten dos preguntas. Una, si alguna de tus personas cercanas es un gilipollas. Y la segunda, mucho más importante: ¿eres tú un gilipollas? Para la segunda te doy unas pistas: si te gusta oírte, si no escuchas a los demás respetando lo que dicen, si menosprecias a las personas, si infravaloras a otros, si te gusta dejar en evidencia lo que otros hacen o dicen... Entonces sí, eres un gilipollas.

Hace tiempo hablábamos de que las empresas son personas. Que al final las relaciones son las que marcan en muchas ocasiones el éxito profesional o, al menos, la oportunidad de poder demostrarlo. Pues si eres un gilipollas, ten en cuenta que al final saldrá a la luz y el éxito será más complicado. Aunque puedes tener suerte y el de en frente ser más gilipollas que tú. Pero eso ya no dependería de ti. Así que mi consejo es que dejes de ser un gilipollas y seas mejor persona. Seguramente y a la larga te irá mejor (aunque por desgracia hay excepciones que confirman la regla).

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