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Confidencias desde La Concha

Redacción Cordópolis

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Ahyyyyyyy... no se cómo decíroslo chicas... os voy a poner los dientes largos un rato... El otro día viví una experiencia paranormal, bueno peneanormal.

Me explico: por motivos de la vida, me fui con un amigo confidente, de aquí en adelante Trabuccho, a pasar unos días al Norte de España. Allí con unos amigos suyos, estuvimos de pinchos, tapas y buen vino... ya sabéis, esos vinos que tienen cuerpo ( y vaya cuerpo).

Después de jugar al padel, Trabuccho, sus amigos y yo, nos fuimos a las 9 de la noche a la playa para quitarnos el calor del cuerpo. Y ohhhh !!! azares del destino... allí no había nada que se le pareciera a un bañador... Todos nos miramos y los niños comenzaron a quitarse la ropa.

Yo, en ese momento tenía dos opciones: una; bañarme en tanga de encaje y sujetador o dos; bañarme como dios me trajo al mundo...opté por la segunda. Muy digna, me zambullí en el agua como Ana Obregón en sus posados veraniegos, claro, intentando no mirar al resto de mis compañeros, que para ese entonces ya estaban penduleando en el agua. ( Tengo que admitir... que sí los miraba...y cómo los miraba... con ojos golosones).

Mientras tanto, intentaba actuar con total normalidad, como si estuviéramos tomando café en la Corredera, puesto que no es la primera vez que me baño en una playa nudista...aunque, ésta no lo era. Al salirme del agua, noté que algún periscopio emergía de las aguas del mar...qué verguenza o mejor dicho: qué honor.

Después, nos fuimos para el hotel y cómo los chicos pensaban que no podían entrar en su habitación porque creían que otro de los del grupo estaba con alguien me pidieron que si se podían duchar en la mía. Yo, como buena samaritana, acepté. En menos de 30 segundos tenía a dos hombres desnudos andando por la habitación, y claro está, allí ya había luz... no era como en la playa.

Otra vez, muy digna tuve que mirar como si estuviera tomando cervezas en el bar Correo como si aquello fuera lo más normal del mundo. Entonces llegó la hora. Me tocaba a mi entrar a ducharme, así que me volví a desnudar y más digna todavía que una hora antes me metí en la ducha como si nada, mientras uno de los chicos se afeitaba a menos de un metro mío.

Os podéis imaginar, yo muy normal hablando de política y ellos interactuando conmigo. Hasta que de buenas a primeras me dice uno: ¿oye tu no te rasuras? Yo entonces me giré descaradamente y le dije: “Ah que me estabas mirando” ( como cuando notas que alguien te mira el escote descaradamente y tu tienes ganas de que los Cuerpos Especiales se lo lleven a una prisión muy lejos.

Cuando ya terminé de ducharme, de buenas a primeras apareció otro amigo en calzoncillos blancos y sin nada por arriba en mi habitación. Ésto era el colmo...¿es que no me podía arreglar tranquila?

Cuando conseguí que se fueran ( un minuto) llegó mi momento de intimidad ( claro que sólo me dio tiempo a ponerme el rimell tranquila, qué gran momento).

Salimos de pinchos y txacolís, nos reímos, nos metimos un homenaje gastronómico impresionante hasta que llegamos a una discoteca. Yo tardé poco en querer irme, pues estaba cansada de tanto viaje.

No faltaron voluntarios para acompañarme, y ya de vuelta, paseamos de nuevo por la playa.  Unos 10 minutos después, aparecieron todos los que habían ido al viaje y alguien envidioso de nuestro primer baño propuso hacerlo de nuevo.

5 minutos después había 10 hombres desnudos delante mía, todos insistiendo en que me bañara... Hasta que yo me levanté de la arena y dije “Señores, esto ya es mucho para un día”.  Yo me voy a dormir.“

Muy caballerosos, todos, se vistieron rápido y se empeñaron en acompañarme hasta la puerta de la habitación, los 10. En la vida me habían acompañado tantos hombres. Todos insistían en meterme en la cama, pero yo, no quería despertar a mi compañera de habitación, que no sabía nada de nada.

Supongo que todos querían saber  a quién elegiría en aquella noche...todos se quedaron con las ganas...Me fui a dormir como las benditas...bendita playa de La Concha. 

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