Sin pasado no hay futuro
La diferencia entre un perol y el pasado es que al pasado sí hay que removerlo. Todos esos que dicen que las cosas hay que dejarlas estar no saben que el dolor une más que la melancolía. Que hay razones en el rencor y en el perdón, en el enfrentamiento y en las paces, y que mirar hacia el futuro implica, muchas veces, poner la vista en el retrovisor, pues tan importante es el paisaje que viene como el camino que hemos recorrido hasta llegar aquí. Puede uno ser un ingenuo y puede uno ser un gilipollas, pero cuando se es las dos cosas a la vez, debemos darnos por perdidos, porque la vida ya está a merced de los listos, de esos que insisten en marcarnos el camino, en vez de dejar que cada uno fije su propio destino. Córdoba está llena de gente que quiere pasar de puntillas por el pasado y yo, que ya me hago viejo, sospecho que algo quieren ocultar. Para qué tanta prisa en lo que viene, sino es para aligerar la carga de lo que uno hizo. La urgencia es una huida de lo que fuimos.
Escucho a Carlos González hoy en la SER. Este señor siniestro, que hace unos pocos meses se reía de los aficionados, al que el club le importaba tanto como a mí Acacias 38, al que un puñado de aficionados ven como el salvador. Un triste consuelo. Sal para esparcir sobre lo que sangra. Que cada vez que coge un micrófono se empeña en regañar al cordobesismo, hacernos responsables de los tejemanejes de Jesús León, como si fuéramos merecedores de las engañifas y miserias de unos y de otros. Queriendo que el cordobesista asuma la culpa en esta lucha cuartelera y deleznable, de despacho hacia dentro, con mentiras y medias mentiras. El señor González, que tiene menos palabra que un haiku, que vendió a sabiendas del riesgo que corría el club, que ahora quiere retornar a donde nunca debió venir, soñando con una bienvenida de ramas de olivo y palmas. Por mi parte, se va a quedar con las ganas, a lomos de su borrico, porque ni olvido ni perdono, sólo disimulo. Y ya ni eso. Porque recuerdo lo de Eddy Silvestre aquella Navidad en la que soñamos, recuerdo que su hijo nos llamó ´clientes´, el infierno que fue Primera, el abandono de El Arcángel, los falsos sorteos, la cerrazón de la entidad, las especulaciones partidistas, el reparto de dividendos… Y a mí, un gestor así, no me va a hacer sentir cómplice de la fractura del Córdoba Club de Fútbol.
“En Málaga está ocurriendo algo menos grave y está todo la ciudad movilizada. Aquí estamos callados, sacando las linternas en el minuto no se qué. Está la ciudad completamente dormida. Si está preocupada no lo demuestra”, ha dicho en la entrevista. Sin lavarse los dientes antes. Sin oraldine ni purgante. A Carlos González, que yo creo que nos ve tan cansados que nos está empezando a tomar por tontos, hay que dejarle claro que sabemos que no vuelve por el Córdoba, sino para salvar su patrimonio. Que lo único que le mueve es satisfacer su deuda, conseguir el dinero que León le debe y, de paso, ver si puede sacar algo más de un club al que él también esquilmó. Que por más que diga “nuestro Córdoba” él no es parte de un nosotros. Es un impostor, un trilero y un mal gestor. Que no sea tan malo como León no lo hace bueno. Igual que el salmorejo que he preparado no está bueno ni aunque lo compares con el salmorejo que haría un mono armado con una batidora. Que para mí, León y tú vais pedaleando en el mismo tándem.
Y ay de los que se piensan más listos que González, porque es un diablo viejo, y sabe latín leído para atrás y para delante. González es de los que encuentran monedas en la playa. Tiene ojo. Y sabe qué piezas tocar. Si vuelve es porque le renta y si le renta es porque de los cuatro que entren, tres van a ser para él. Como ha sido siempre, desde que llegó hasta que se fue. Y que el milagro de Las Palmas no nos confunda. Aquel Córdoba era un Córdoba nacido para sufrir, como vimos demasiadas veces. Cuando León llegó, el equipo estaba en Segunda B. En el mismo sitio, idéntico, en el que estamos ahora. Dos dirigentes, un mismo pozo.
Tiene razón González en que el Córdoba está en la UCI, que la huida de León hacia delante es más trágica que cómica. El capítulo de Enrique Martín es sólo un síntoma más de esta mortal enfermedad. Pero haría mejor Carlos González en hablar menos y trabajar más, si es que de verdad quiere redimirse, porque cada declaración que hace en contra de un cordobesismo agotado emocionalmente, me hace recordar su pésimo bagaje como presidente de la entidad de la que soy socio. No hay nada más cobarde, elusivo y cínico, que querer culpar al aficionado de este juego de tahúres del que somos meros espectadores.
Señor Carlos González, yo no quiero exhumarte como presidente de mi entidad, y si vuelves, me tendrás de nuevo enfrente. Yo quiero olvidarme de ti y de tu hijo. Quiero que os vayáis todos y que dejen al cordobesismo solo, como un adolescente que se encierra en su habitación para llorar. León está ahí porque tú le vendiste el club. Tú eres más responsable que víctima y, desde luego, eres más culpable que yo, al que afeas la apatía o la falta de movilización. El Córdoba está como está porque primero fue tu ombligo y después la entidad. Así que haznos un favor y deja de compararnos con Málaga. Ciudad, por cierto, que ya vio desaparecer a su club. Déjanos vivir en nuestras contradicciones y nuestras dudas. Déjanos con nuestro dolor, que vayamos al estadio en silencio o a gritar, que compremos camisetas o vendamos las que tenemos. Por resumir: que tu derecho a decir lo que te sale del níspero es perfectamente compatible con nuestro derecho a hacer lo que nos salga del nuestro.
Yo no tengo ningún problema en mirar al pasado. Hace unos años estaba en el mismo lugar en el que estoy hoy: animando a los míos desde la grada, pagando mi carnet, sufriendo con mi afonía el dolor y el desconcierto, desviviéndome por mi club. Así que, si me quieres dar lecciones, con cariño te digo que, mejor, ahorratelas. Puedo ser gilipollas, pero no soy un ingenuo. Ya son muchos años. Y todos somos esclavos de nuestros actos. Hay cárceles de oro, pero no por ello dejan de ser cárceles. El cordobesismo vive con hartazgo, pero vive. Vive herido, pero vive. Para darle consejos a un cordobesista, amigo Carlos, a ti te falta un poquito de honradez y te sobra un buen saco de pasado e indignidad. Sigue tu camino, que nosotros, a fuerza de orgullo, ya seguiremos el nuestro.
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