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No hay un camino fácil desde la tierra a las estrellas

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Antonio Agredano

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Empiezo este artículo con Edu Ramos haciendo las maletas para irse a Cádiz. Jesús León, en su reciente entrevista a Gol Sur, dijo que la culpa de que el Córdoba CF no estuviera en Primera era de Séneca, Averroes, Maimónides y Góngora. Y que cada uno lo interpretara a su forma. Hice un esfuerzo por entenderle. Séneca dijo: “Concedo gran crédito al juicio de los grandes hombres, mas no por eso dejo de tener el mío”. Averroes dijo: “Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza”. Maimónides dijo: “Es propio orar solo a Dios. No debe orarse a nadie ni a nada más”. Góngora escribió: “Las palabras, cera; las obras acero”. No sé. Quizá por ahí iban los tiros.

Estado de cosas: El Córdoba ha sumado un punto de seis posibles, jugando en casa. Ha recibido siete goles. Ha dejado marchar a Edu Ramos y Pawel tiene pinta de que no podrá ser inscrito. Del Córdoba de los Nachos a no poder afrontar la cesión de Carlos Fernández hay un trecho. De pensar que Zarfino no tenía nivel para el equipo a ponerle ojitos a cualquiera que pase por aquí y no se le noten las lorzas con la camiseta Kappa puesta. Nos agarramos a Blati Touré como a un clavo ardiendo. Fichamos como un niño que en el puesto de feria tira de la cuerda. Nuestro único delantero centro no es titular. Sandoval ha asumido la portavocía del club y da explicaciones más sensatas y profundas que el director deportivo. El “ahora mismo no sé qué jugadores no están inscritos” de Berges debería estar pintado en el túnel de vestuario junto al “sólo para valientes”. El presidente manda privados matizando, educadamente, algunos de los tuits críticos con su gestión. Javi Lara dice que “se ha creado una nube pesimista”.  Hace un año, el mismo futbolista dijo: “Aquí se tiende mucho a dramatizar”. La culpa siempre es del empedrado. Desestabilizadores y amancebados, Stones o Beatles, concebollistas o sincebollistas. Lo de siempre. Pero estamos en Segunda, que es importante. Eso nadie osa discutirlo.

En la entrevista citada, dice además: “En Córdoba se vive en trinchera. Cuando las cosas van mal nadie asoma la cabeza”. Y también: “A Carlos González le perdían las formas, pero llevaba razón en muchas de las cosas que decía”. No sé a qué cosas se refiere, pero me encantaría saber en qué tenía razón un presidente que descapitalizó al club, que mintió al cordobesismo, que manipuló y censuró, que abandonó las instalaciones, que se enemistó con todas las instituciones públicas y privadas de la ciudad, que con su cicatería frustró nuestro paso por Primera, que en la temporada del playoff con Oltra prefirió el reparto de dividendos a mejorar una plantilla que volvía a competir por el ascenso, que en el proceso de venta de acciones no ha parado de filtrar, desestabilizar, chulear y malmeter. A lo mejor le perdían las formas y le perdía también el fondo. Gasten cuidado con estas reivindicaciones larvadas: Si el Córdoba es el anillo único, González era Gollum y León es Frodo coqueteando con el mal. Ni a Tolkien se le habría ocurrido algo tan oscuro como mentar a González en el discurso, con la que está cayendo en esta interminable tormenta veraniega. Tengo un nuevo lema: #SóloParaPacientes. Porque de paciencia, el cordobesismo sabe un rato.

'Éste no sabe, pero se queda quieto', dijeron del novillero Platanito. No sabía torear, pero no tenía miedo al toro. León es un valiente, él se encarga de recordárnoslo, pero no coge el capote con soltura. Tenemos cornadas hasta en los tobillos. Yo a veces confundo la valentía con la insensatez. Llamadme cobarde. Al presidente se le ve exigido e incómodo cuando tiene que dar explicaciones. Sorprende que Sandoval lo hiciera con más arrojo, aún no siendo su cometido. Comunicar bien es síntoma de transparencia. Se intuyen desde la barrera muchas guerras intestinas, muchos frentes, incertidumbre y palabras en vano. El tiempo dirá si ha salido bien la capea.

El Córdoba está montado en el Látigo. En el antiguo. En ese que chirriaba. Y el mercado acaba mañana. Ya no hay un plan. Ya sólo existe el dictado de la Liga, a la que el Córdoba se ha plegado. Tebas es como la madre que no nos deja salir con los amigos porque el otro día nos pilló borrachos llegando a casa y ahora hasta le damos beso de buenas noches. Ni manías, ni confabulaciones. El Córdoba está pagando un peaje. Esto es versión oficial. El precio de la permanencia. Y en ello estamos, contando monedas en la caja del Piedra. Se han cometido muchos errores, el de Guardiola el más grave de todos. Sobre todo porque una buena gestión con aquel futbolista nos hubiera ahorrado el paso por la sala de operaciones.

“A la gente se le ha olvidado que el equipo estaba hundido y lo hemos salvado”, le cuenta León al compañero Diego Arellano. El fútbol es desmemoriado. Eso lo lleva este deporte en la sangre. No es justo, pero no debe extrañarnos. Los equipos no viven del pasado, y pobres los que intenten sobrevivir a fuerza de desempolvar éxitos de otros años. El fútbol es una dictadura del presente. Un domingo continúo. Sólo existe el ahora. Hedonistas y descerebrados. Soy feliz con el Córdoba en Segunda, pero seré más feliz aún si montamos un equipo con posibilidades de quedarse una temporada más en la plata. Lo otro sería un engordar para morir de manual. Cuidados paliativos. Una temporada en el limbo antes de deslizarnos, de nuevo, al infierno.

“Hay otros equipos como nosotros”, leo como consuelo. Y me obligo a repetir eso de que el mal compartido no nos hace buenos, sino tontos. Deportivamente, pese a las dolorosas marchas, pese a los agujeros en algunas posiciones, el equipo está para competir. No es la plantilla que soñamos en junio, esa que nos llevaría a Primera, como algún dirigente borracho de felicidad comentó en privado. Pero hay que agarrarse a los cincuenta puntos como al rebujito en mayo. Con ese entusiasmo que no rompería ni un terremoto. Nos quedan 49. Será una temporada larga. Ganar en casa, contragolpear fuera, y dejar las revanchitas y los recuerdos siniestros.

Córdoba es una ciudad con memoria, pero no le debe nada a nadie. Córdoba es una ciudad valiente. Asoma la cabeza y no teme el disparo enemigo, sino al fuego amigo, que es el que hace más daño. Córdoba es quincallera y viva. Malhumorada cuando le tocan lo suyo. Córdoba es una ciudad que ruge cuando quiere, que hace colas para apuntarse al sufrimiento. Quince mil abonados a ciegas. Sin proyecto, sin futuro, con promesas rotas, con medias verdades, con un club en construcción, con una plantilla hecha jirones. Quince mil. No uno, ni dos. Quince mil. Córdoba es una ciudad con más leones que gacelas. Íntegra y despiadada. Porque puede y ejerce cuando gusta la tiranía o el perdón. Somos así. Me conozco bien estas calles. Estas miserias. Pero también esta luz. Esa ilusión que a veces brota en esta ciudad color tierra. Inesperada. Como llegan siempre las cosas importantes. Ya sea su fútbol, sus piedras o sus poetas. “Non est ad astra mollis e terris via”, escribió Séneca. Qué culpa tendrá Séneca de lo que le pase al Córdoba, si ya lo avisó. Si “no hay un camino fácil desde la tierra a las estrellas”.

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