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¡Al rico menú del día!

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Vanesa Cortés

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Cuando realizo un cuestionario sobre hábitos nutricionales, me suelo encontrar con respuestas del tipo: “Yo trabajo en la calle y como todos los días de menú, por lo que me es muy difícil comer bien”, “no puedo hacer dieta porque no paro en casa”, “mi vida social es muy activa y ceno en la calle muchas veces”Comer en la calle no es excusa para no hacerlo bien, lo que ocurre es que a veces nos faltan herramientas y conocimientos dirigidos a dicha elección. Por y para ello va dirigida mi entrada de hoy: dar pautas para la elección de ese menú con el objetivo de seguir un estilo de vida saludable, no tener digestiones pesadas y evitar las ganas de irnos a echarnos una siesta de pijama y orinal, como dijo en su día Camilo José Cela.

Así que… comencemos: ¡Al rico menú del día! 

Vamos por el primer plato: lo basaremos en una ensalada, una verdura, sopa, gazpacho, arroz, etc. Si la ensalada nos la presentan con una salsa excesivamente grasa como salsa rosa, mayonesa, salsa roquefort, salsa césar, la podemos pedir sin estas salsas y aliñarlas con una vinagreta tradicional. Mejor el aceite de oliva de nuestra tierra, ¿verdad? Además, cargadito de nutrientes y muy saludable.

Evitaremos fritos y rebozados, así como las patatas fritas congeladas o no congeladas.

Si no nos convence ningún plato de los segundos, preguntaremos si podemos elegir dos primeros. Buenas combinaciones son: ensalada y revuelto, ensalada y una legumbre, gazpacho y unas verduras esparragadas, etc.

En cuanto a los segundos platos, es preferible elegir pescado antes que la carne, cocinado al horno, plancha o en algún tipo de guiso; y si es carne, declínate por las blancas antes que por las rojas. En cuanto a la guarnición, si son patatas fritas, pide que te las cambien por alguna verdura o evita la sucumbir a la crujiente sensación ya que después te alegrarás.

Esquiva el bollo de pan, no es necesario, y digo esquivar porque la tentación de “mojar sopas o hacer barquitos” es realmente difícil, y más cuando estamos acostumbrados a hacerlo.

En cuanto al postre, aquí viene el dilema porque ya nos encontramos saciados después de haber terminado nuestro primer y segundo plato elegidos con conciencia, cuando de pronto…¡zas! Llega la peor de las preguntas y tentaciones: ¿Qué va a ser de postre? Y comienza el desglose de una lista compuesta por: natillas, flan, arroz con leche, tarta de chocolate, tocinito de cielo con yogur, helado industrial, yogur, fruta del tiempo o café o infusión. Uff, qué decisión más difícil, porque pese a que hemos tenido a Pepito Grillo  trabajando duramente (para una correcta elección), afloran los dulces recuerdos del arroz con leche de nuestras madres, de las natillas con la galleta y canela de la abuela, del flan con su chorreón de nata y aunque no querías... sucumbes, y al terminar, percibes que no deberías haberlo hecho ya que tu digestión comienza a ser pesada, te entra un sueño de órdago y terminas pidiendo además un café para espabilarte. Ante esta situación, aconsejo elegir una fruta, un yogur o una infusión. Nada más, no es necesario nada más. Ahora, por estas fechas que corren, un té verde con hielo es buena opción y si es con menta ¡mucho, mucho mejor!

Bon appétit!

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