Misterios sin resolver
El misterio de la Sábana Santa o el de las Pirámides de Egipto son pequeñas incógnitas comparadas con el gran misterio que la humanidad aún no ha conseguido resolver: saber a dónde van los chupetes que se pierden durante la noche. La criatura se acuesta con el chupete enchufado, sin la cadena por cuestiones de seguridad. En algún momento de su sueño profundo su boca se relaja y escupe el pequeño artilugio. Pero las ansias de la criatura por succionar lo devuelven del sueño y, acompañado con un fuerte llanto, lanza el grito ¡¡¡Mamá, Papá: CHUPEEEEE¡¡¡¡. Es la consigna que hace saltar las alarmas en el dormitorio, y ante una situación de extrema urgencia, pegamos un salto de la cama y ponemos en marcha, una vez más, la OPERACIÓN TETE. Se encienden las luces y comienza el desmantelamiento de la habitación: Levantas sábanas, colcha, almohada, cojines y demás ropa de cama, miras debajo de la cama, de la cómoda, en la lámpara, hasta en el interior de la garganta de tu retoño por si se lo hubiera tragado,…y nada, no aparece. No quiero asustarles, pero…si nadie ha entrado ni salido de la habitación y el maldito chupete que, para facilitar su búsqueda, compraste de colores estridentes (no lo encontraste fluorescente), no aparece, ¿dónde está?, ¿qué ha sido de él?. ¿Será un fantasma juguetón que se divierte al ver cómo desmontas la habitación al ritmo de un llanto ensordecedor?, ¿o será un duende que almacena quien sabe dónde montañas de chupetes robados en la madrugada?. Ojalá Cuarto Milenio se haya puesto ya a trabajar sobre el tema.
Yo a pesar de que a esas horas de la noche se te ocurren teorías de lo más fantasmagóricas, me agarro más a la hipótesis de la desintegración espontánea. Es decir, la industria chupetera, que tan bien ha sabido aprovecharse de la fase oral descrita por Freud, fabrica chupetes de corta duración (muy corta) y que cumplido su plazo (casi siempre de madrugada) se desintegran, se esfuman, desaparecen de manera súbita. Si no fuera así ya se les habría ocurrido incorporarles un chip localizador para evitar las pérdidas. Esto que ocurre con los chupetes pasa también con otros artículos como por ejemplo los calcetines. Tú te acuestas con dos calcetines y amaneces con uno, del otro nunca volverás a saber; o introduces en la lavadora la pareja y tras la colada sólo acabas con uno. ¿Dónde van?, “que no…, que al filtro no”. No te molestes en buscarlo, o los tiene el duende de los chupes o se desintegran (bueno si los has comprado en los Chinos se desintegran pero a trozos). Puedes engañarte a ti mismo y tratando de ignorar el tema comprártelos todos del mismo color y modelo, puedes anudarlos al echarlos a lavar, pero si los cuentas te darás cuenta de que la cifra es IMPAR…Desconcertante, ¿verdad?.
Pues bien, no se vayan a creer que los chupetes sólo se pierden durante la noche, ¿cómo puede ser que recorras cien metros al salir de tu casa, en linea recta, detectes que el chupe no está y retrocedes esos mismo cien metros y ya no esté?. Estoy segura de que en ese mismo contexto pierdes cien euros y los encuentras. Pero el chupe...NO. Ya saben, o se desintegran o son abducidos por extraterrestres caprichosos que están llenando todo un planeta de chupes. Como una ya conoce la situación suele tener un chupete de repuesto, pero el problema se plantea cuando la criatura no entiende que su chupe ha desaparecido para siempre, ella quiere el suyo, con un color determinado, con sus babas y con sus mordidas, y a ver cómo la convences. Por cierto, se emperra en tener el suyo propio y luego te enteras de que en la guardería se pasa alegremente por su linda boca todos los chupes infectados de virus de sus pequeños compañeros de clase.
Hay que ver cómo un artilugio tan simple puede generar tanta dependencia en las criaturitas, seguro que las industrias chupeteras le añaden algún tipo de sustancia, mucho más adictiva que la nicotina, que hace que se desesperen si prescinden de él. Yo la verdad, a pesar de que compro chupes casi con la misma frecuencia que tabaco (cada cual con sus dependencias), no lo veo como un problema (salvo cuando no los encuentro) sino que para mí son mis aliados ya que me ayudan a manipular, quiero decir a educar a mi criatura: “¿quieres el chupe?, pues ponte los zapatos”. Y si está el ambiente muy caldeado, amenazas con tirarlo por la ventana, al chupe, me refiero al chupe no a la criatura ; o ya lo más hiriente que hace mucho mucho daño y quizá sea un tema a tratar con su futuro terapeuta, es: “o recoges o le doy tu chupete a otro niño más bueno”. Eso no falla. La pobre criatura accede, desconoce que nunca haría eso. Básicamente porque no conozco ningún niño ¡BUENO¡.
La verdad es que el chupete resuelve bastantes situaciones incómodas: que llora, le plantas el chupe y se calma; que necesita dormirse, el chupe; que se hace daño ¿adivinen con qué lo resolvemos además de con la barra mágica de los golpes?; que hay que darle la medicación, pues lo engañas introduciéndole la jeringuilla a la vez y se la traga.
Como casi todo también tiene alguna contraindicación: dicen que estropean los dientes. Pues que quieren que les diga, ya se arreglarán. Si se lo quitas a lo mejor puedes traumatizarlo, y, ¿qué sale más caro el dentista o el psicólogo?. La diferencia es mínima, así que ya lo llevarás al dentista, y al menos te ahorras alguna que otra llantina.
(En la actualidad sólo lo usa para dormir y en situaciones de emergencia. Lo está dejando poco a poco. Pronto se lo pondrá sólo en las bodas como hacen las personas exfumadoras con el tabaco).
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