Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Lee ya las noticias de mañana

La alegría del pueblo

Redacción Cordópolis

0

Manoel Francisco Dos Santos nació en 1933. Y nació mal. Tan mal, que a su madre -alcohólica- le dijeron que no podría caminar. Su pierna izquierda era seis centímetros más corta que la derecha a causa de una poliomelitis. Tenía quince hermanos y un padre no muy pudiente (le cuidó su hermana mayor), pero un extraño talento que le hacía único entre sus paisanos en la modesta villa de Pau Grande. Manoel, a pesar de sus piernas “tortas” como se dice en portugués y su extraño deambular, con una pelota en los pies sorteaba a quienes se atrevían a interponerse en su camino. Primero lo hacía en descampados. Y descalzo. Un día, su hermano vio en él el vuelo de un ave fea muy típica en su región. Así nació Garrincha.

Poco tardó el Botafogo en reclutarle. En el primer entrenamiento, ya jugando de interior derecho, cuentan que destrozó la moral y la paciencia de Nílton Santos -el mejor lateral zurdo de todos los tiempos según le proclamó la FIFA en 2000-.

Desde 1956 comenzó a defender la camiseta de su país y dos años más tarde entró en la preselección para el mundial de Suecia. Estuvo a punto de no ir porque en el test de inteligencia rutinario que le realizó su federación obtuvo 38 puntos (eran necesarios 123). Con ese registro podría haberse visto obligado a dejar el fútbol, pero su compañero de equipo Nílton Santos -el mismo al que humilló en su primer entrenamiento en el Botafogo- inició una exitosa campaña a su favor. Brasil ganó su primer Jules Rimet y Garrincha fue el complemento ideal de Pelé y Zagallo.

Cuatro años más tarde, en Chile, Brasil era aún más favorita, pero en el segundo partido del campeonato Pelé se lesionó ante Checoslovaquia. Ahí apareció Manoel para regalarle a Amarildo el gol de la victoria en el difícil partido ante España y darles el pase a cuartos, donde destrozó al lateral inglés Wilson y anotó dos veces. Para él, Wilson fue un 'Joao' más (él obviaba la identidad de todos sus marcadores, llamándoles genéricamente de ese modo, el nombre más popular en Brasil). Ese Mundial lo ganó Garrincha para Brasil, aunque para él no fue gran cosa, nada más que “un torneo sin apenas una segunda vuelta”. Didí dijo de la actuación del extremo en ese torneo que dejaba a los rivales “con el culo en el suelo, en fila, disciplinadamente”.

También jugó en Inglaterra el 66. Allí perdió su único -y último- encuentro con su selección. El de cuartos ante Hungría. Ese partido no lo jugó Pelé, lesionado. Cuando ambos compartieron equipo, éste jamás fue derrotado.

A partir de ese momento, la decadencia. El menisco le falla al pájaro, que se va alejando progresivamente de los campos para adentrarse en tugurios donde siempre le fían la cerveza y la cachaça. Allí liba, triste porque sus compatriotas veneran al melifluo Pelé mientras que a él, que se sabe igual o mejor futbolista, le ignoran. “La diferencia con Pelé es que yo apenas supe driblar los problemas con los pies”, sentenció una vez.

La revista deportiva Placar reunió a los dos genios del balón en 1982. Dicen que, al despedirse, Garrincha le dijo: “Oye rey, no tienes algunas monedas para prestarme, sé que estás llenos de verdes (dólares)”.

Se citaron para el año siguiente, pero el reencuentro no se produjo. Triste, pobre y desamparado falleció Garrincha sin llegar a los cincuenta a causa de congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis, todo dentro del cuadro clínico de alcoholismo crónico. El poeta Carlos Drummond de Andrade le definió como “un pobre y pequeño mortal que ayudó a un país entero a suspender las tristezas”. Un periodista brasileño, más prosaico, dijo que era “un ángel pornográfico”.

En el epitafio de su modesta tumba se puede leer: “Aquí descansa en paz el hombre que fue la alegría del pueblo: Mané Garrincha”. El médico le dijo a su madre que su hijo no podría andar, pero nadie le dijo que no pudiera volar ayudado de una pelota.

P.S. Tal vez la mejor definición de Garrincha la dio uno de sus hijos bastardos -las faldas le gustaban casi más que el alcohol-, concebido con una camarera sueca a la que conoció en una de sus fugas en una concentración. Ulf Lindberg dijo de Manoel que “Pelé era más completo, mi padre más fantástico”.

Etiquetas
stats