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Tangentopoli

Alfonso Alba

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Siempre defendí que Italia es un país de extremos, capaz de lo mejor y de lo peor. Es evidente el enorme parecido que nos une a nuestros vecinos mediterráneos, mucho más, donde va a parar, que nuestros compañeros de Península, los portugueses. Pero, insisto, los italianos son mucho más extremos, capaces de lo mejor y de lo peor, hasta sus últimas consecuencias.

Hace más de 20 años estalló en Italia el escándalo de Tangetopoli (tangente en italiano significa soborno). Todo comenzó cuando la Guardia de Finanzas de Italia sorprendió a un diputado, Mario Chiesa, con las manos en la masa: acababa de recibir un sobre (que al cambio de hoy son algo menos de 4.000 euros) de un empresario a cambio de que éste lograra una concesión de recogida de basura. Chiesa era socialista y, durante algún tiempo, un chivo expiatorio. Pero surgió el colectivo Mano Pulite (Manos Limpias), comenzó a tirar de la manta y acabó provocando un cisma en la siempre frágil democracia italiana: más de 5.000 políticos fueron imputados, más de la mitad de los políticos del Parlamento y el Senado fueron procesados y el entonces primer ministro, Bettino Craxi (también socialista) acabó huyendo de hasta 20 órdenes de detención con su fortuna a Túnez, donde murió rico y en paz en el año 2000.

Tangentopoli marcó un antes y un después para la política italiana. La constatación de que había tejida una tremenda red de sobornos de empresarios a políticos para conseguir contratos públicos (y por tanto enriquecerse) hizo que cayera la I República Italiana, constituida después de la II Guerra Mundial. Jueces y fiscales llegaron hasta el final, y el sistema tradicional de partidos (ahora gobernaba el PSI ahora la Democracia Cristiana) estalló. Lo bueno, como digo, fue que los italianos llegaron al final, hasta sus últimas consecuencias. Lo malo, que después llegó Berlusconi para salvar Italia y acabo robando tanto o más que sus antecesores.

Hace meses que tengo la terrible sensación de que en España vamos camino de una Tangentopoli. Acabo de leer las 4 horas con Bárcenas que ha escrito el director de El Mundo Pedro J. Ramírez. Puede que hoy Bárcenas sea nuestro Mario Chiesa al que han sorprendido con el dinero procedente de sobornos en varias cuentas en Suiza. Lo que describe Pedro J. es tan simple como lo que trascendió de Tangentopoli: formaciones políticas que reciben sobornos de empresarios ansiosos por devorar obra pública para ganar dinero a espuertas.

Aún hoy, Italia no se ha recuperado de aquella etapa. En el mandato de Craxi se desataron los sobornos y, además, la obra pública. La consecuencia fue que el país transalpino pasó de tener una de las deudas públicas más bajas de Europa a una de las más desbocadas del continente. No sé si les suena de algo.

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