Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
Progres que beben vino
Enric González arranca así su libro de Historias de Nueva York: “Dicen que cuando en Nueva York son las tres de la tarde, en Europa son las nueve de la noche de diez años antes”. Enric González lo escribió en 2006, poco después de los atentados del 11-S y de la invasión de Irak, pero mucho antes de Obama y Trump.
Siguiendo la política estadounidense pienso mucho en esa frase, que nos repetían también cuando éramos pequeños: los americanos estaban tan adelantados que cuando veíamos en el cine que ellos estrenaban un electrodoméstico no llegaría a nuestras tiendas hasta diez años después.
Si algo hemos comprobado es que su revolución política, para mal, ha ido en vanguardia. Que el Trump de 2016 es el populismo de derechas que estamos viendo en 2025. Y que desde luego lo peor está por llegar. Pero hay un concepto sociológico estadounidense que con todos los matices me tiene alucinando. Allí llaman wine-sipping liberals (progres que beben vino) a esa clase acomodada que vive en barrios (suburbios) que antes votaban al partido republicano y ahora son muy demócratas.
Los progres que beben vino suelen ser generalmente blancos con estudios superiores y puestos de trabajo bien remunerados, con unos discursos muy asociados al partido demócrata, una batalla cultural importante pero que apenas se cuestionan el propio sistema económico. Los que protestan en su barrio, muy homogéneo y donde todos son más o menos iguales de acomodados, pero que cuando hay que moverse a los lugares más pobres para protestar como que les da pereza.
La batalla política en Estados Unidos es tan absurda que son estos progres que beben vino quizás los que están sosteniendo una alternativa a un trumpismo salvaje que es votado de manera masiva precisamente entre las clases más pobres. Las liebres disparándole a las escopetas. El mundo al revés. La gente excluida del sistema votando masivamente a un multimillonario que va de antisistema pero que no deja de ser el propio sistema funcionando perfectamente.
La evolución de los votos a los dos grandes partidos en Estados Unidos es igualmente absurdo. Los demócratas arrasan en el estado más rico, California. Y los republicanos se hacen fuertes en los antiguos bastiones demócratas, el famoso cinturón de óxido de Estados Unidos.
Empiezo a no tener dudas de que es algo que está comenzando a ocurrir aquí con todos los matices de nuestra propia política: gente votando de manera muy convencida contra sus propios intereses. Y al revés.
La izquierda (aunque liberals en Estados Unidos es gente de centro izquierda) que no se cuestiona el sistema económico corre el riesgo de que acabe ocurriéndole lo que al partido demócrata: que al final se dediquen a hablar de las cosas que más le importa a la gente comprometida pero a la que económicamente le va bien. Sus batallas son importantes, por supuesto, pero quizás no acaban de ir a la raíz, a un sistema que genera cada vez más desigualdades, que impide a la juventud acceder a algo tan básico como la vivienda o a aceptar unos precios de los bienes de consumo más básicos cada vez más altos.
Esa izquierda además suele ser urbana y acaba mirando a lo rural por encima del hombro, como esos lugares a los que irse de barbacoa un fin de semana y en los que vive gente que segurísimo son muy conservadores, de derechas y hasta catetos. Dejando el terreno de juego abonado para un resquemor que puede ser pequeño al principio pero insalvable en pocos años. Una izquierda muy divertida que no se pierde un estreno teatral pero que ha dejado de darle importancia a lo difícil que es para tanta gente llegar a final de mes o endeudarse hasta el límite para tener un coche con el que ir a trabajar. Diésel, quizás, porque es el más barato.
Decía Anguita que a los pobres no se le pueden pedir heroicidades, como ser los protagonistas de revoluciones. Y que eso es algo más de los que al menos tienen el estómago lleno y la despensa repleta para aguantar unas cuantas semanas de lucha. Pero con esta nueva política del siglo XXI tan individualista quizás nos acabemos conformando con hacer la revolución a través de Instagram, ir a una manifestación con nuestros iguales, subirlo a redes y seguir con nuestra vida. Vaya a ser que se acabe lo que se daba.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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