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Cada mesa de un periodista: un Vietnam

Alfonso Alba

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"Una cuenta raquítica en el banco y un poco de rabia en el estómago favorecen el mejor periodismo". Enric González. Memorias Líquidas

Todos queremos vivir bien. Como aquel principio antológico de Trainspotting: tener una casa que te cagas, una tele que te cagas, un perro, varios hijos, etcétera. Todos queremos tener un trabajo bien remunerado, una vida plácida y cómoda, libre de problemas y complicaciones. Una nómina a final de mes, un colchoncito de dinero donde saber que no vamos a caer en el pozo. En definitiva, nuestro espacio de confort. Repito: todos queremos eso.

Sin embargo, es algo dañino para el periodismo libre. La frase con la que encabezo esta columna es de Enric González. Supongo que lo conocen. Ex periodista de El País (se acaba de largar en el ERE), corresponsal en Londres, París, Roma, Estados Unidos durante el 11-S, autor de varios libros, columnista ácido, modelo de periodistas, etcétera, etcétera. En el mismo libro en el que escribe que para hacer el mejor periodismo hay que tener una cuenta raquítica en el banco y un poco de rabia en el estómago reconoce que en sus mejores tiempos en El País llegó a cobrar hasta 7.000 euros al mes. Pero no puedo estar más de acuerdo con el tito Enric González.

No sé si a ustedes les suena algo que se llama crisis, provocada por otra cosa que se llama burbuja inmobiliaria, causada a su vez por otra cosa que se llaman bancos. Pues bien, en esos años locos en los que todo se desmadró faltó ese “mejor periodismo”. La prensa calló, por intereses, sin lugar a dudas, y también por una absurda autocensura, ante los abusos que ya estaba viendo. En esta ciudad tenemos ejemplos claros. ¿Ninguno vimos el desastre que se desataba sobre nuestras cabezas con nuestra caja de ahorros? No sé si faltó la cuenta raquítica en el banco o la rabia en el estómago (no estoy defendiendo, ni mucho menos, válgame, que se reduzca aún más el sueldo a los periodistas o que se empeoren sus condiciones de trabajo). Quizás pasó otra cosa.

En su libro, Enric González habla de uno de los periodistas catalanes considerados como totémicos durante la Transición: Josep María Huertas Clavería. Este periodista, que estuvo en la cárcel por publicar lo que al régimen de Franco no le gustaba, tituló así sus memorias: Cada taula, un Vietnam. Es decir, cada mesa, un Vietnam. Cada mesa de un periodista, es una trinchera. “Cada mesa de la redacción, según la doctrina Huertas, debía ser una trinchera frente a la empresa y demás poderes. La doctrina Huertas, de la que me declaro seguidor, considera que la legitimidad de un periódico radica en su redacción, no en los intereses de sus propietarios”, zanja Enric González.

No hay más preguntas, señoría.

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