Córdoba en bici
El sábado pasado había cruzado con mi bicicleta por Puerta Gallegos apenas un minuto antes de que un coche arrollara a un ciclista. No me enteré hasta llegar al periódico, cuando una persona que precisamente me había visto cruzar ese paso de peatones con la bici me avisó de lo que acababa de pasar. Como siempre, llamadas a los servicios de emergencias y subí un pequeño texto. A diferencia de otras noticias sobre accidentes de tráfico, rápidamente se generó un enconamiento en los comentarios a la información que hasta llegó a escandalizarme. Con el pobre ciclista en la UCI y los médicos luchando por salvarle la vida el debate sobre la relación de la bicicleta con la ciudad se había desatado en los comentarios a la noticia.
Soy ciclista. Uso la bicicleta a diario y disfruto de ella como medio de transporte. Solo si llueve fuerte o hace mucho frío la dejo en casa. Ya solo cojo el coche para salir fuera de la ciudad. Disfruto con la bici. Me parece el mejor medio de transporte. Es rápido, cómodo y encima te ayuda a hacer ejercicio. No contamina, y al contrario de lo que muchos pretenden que parezca, no es peligroso.
También tengo perro. Una amiga siempre me recuerda que los perros no son peligrosos, que los peligrosos son los dueños, que los maleducan y los convierten en agresivos. Con la bici es igual. Depende de quien vaya subido encima.
A mí también me molestan los ciclistas que van a toda velocidad por una dirección prohibida, o los que sortean peatones por la calle Gondomar como si se tratara de una gymkana. Los sufro, como los peatones. Y les echo la bronca cada vez que puedo. Entiendo, y procuro hacerlo, que cuando me subo por una acera (algo que hago habitualmente porque Córdoba es una ciudad que en carriles bici deja mucho que desear) la prioridad es del peatón. No me salto semáforos, y ni mucho menos los del Vial Norte o Puerta Gallegos. No me considero, por tanto, un peligro público como muchos comentaristas tachaban a todos los ciclistas al hilo del atropello (lo de generalizar es el deporte nacional).
Córdoba en bici puede ser una ciudad maravillosa, y va camino de serlo, pero todavía tenemos muchas taras. Además de carecer de un carril bici en condiciones (constantemente invadido por peatones, veladores de los bares o hasta un kiosco, como ocurre en los Jardines de la Victoria), muchos de los que no se han subido en bici en su vida nos consideran seres hostiles. Cuando usamos una calle por la carencia del carril bici muchos vehículos te tratan como si fueras una moto, encimándote, pitándote o pegándose a ti. Algunos peatones incluso se ponen a gritar o a hacer movimientos extraños solo cuando te ven venir pensando que directamente les quieres atropellar, como si ese fuera tu objetivo en la vida. A otros (camiones sobre todo) les molesta que aparques tu bici atada a una señal y si se la tienen que llevar por delante para meter el morro de su vehículo pues se la llevan. Y así todo.
Insisto. Córdoba podía ser incluso una ciudad más cómoda para los ciclistas que Sevilla. Apenas tiene cuestas y es hasta más pequeña en tamaño. Poco a poco se ven, cada día más, familias enteras sobre las dos ruedas, ahorrándose una pasta en gasolina (en serio, es un dineral que me estoy ahorrando todos los meses), haciéndose un favor a ellos mismos e incluso contaminando nada. Pero vamos muy despacio. Paciencia, espero.
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