Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
Más calor, menos gente en los pueblos y los incendios salvajes
A un paso de Córdoba está la Sierra. Bueno, en la misma ciudad de Córdoba. Solo hay que subir un poco por la avenida del Brillante para darse de bruces con un paraíso para el medio ambiente. El profesor Antonio Monterroso Checa siempre me recuerda que Corduba fue lo que fue gracias a su sierra, a las minas y a la explotación del monte. Y sí, hasta hace poco tiempo la sierra seguía siendo, minas aparte, un enorme recurso para la propia ciudad de Córdoba: piconeros en invierno, neveros (cuando nevaba) y alimento en forma de caza pero sobre todo ganado.
Hoy día queda bastante poco de todo. Cuando el calor lo permita, hay una ruta que recomiendo mucho. Sale a las espaldas del restaurante de los Almendros y enfila en dirección a La Jarosa, con su embalse. Es una finca ganadera y se nota. Este verano, pedalear por la zona es una gozada. Su bosque, su dehesa, está limpio. No hay pasto. Se lo han comido los animales. Cuando se enfila el camino junto al arroyo Guarromán en dirección a Trassierra todo cambia. El paso puede medir más de tres metros y es un riesgo catastrófico. La zona sin pastar ni pastorear es, curiosamente, la más próxima a las viviendas de la enorme barriada de Trassierra. Gran parte de las casas se construyeron sin permiso. Muchas están, precisamente, en el corazón de esa tremenda masa forestal de la que nadie se ocupa. Las zarzas lo invaden todo e intentar el campo a través es, sencillamente, imposible.
Afortunadamente, la sierra de Córdoba tiene mil ojos. Al estar habitada y muy vigilada, cualquier conato es rápidamente atendido y muchas veces apagado. Pero sus vecinos saben perfectamente el riesgo que corren. Un fuego descontrolado en la zona es sinónimo de desastre, y no solo ambiental.
Pero hay lugares de España, como Zamora o León, que no tienen esos ojos. Tampoco ganado. Es la España vaciada, la que ha expulsado a sus vecinos a las ciudades en busca de un futuro mejor, la que ha dejado de labrar las tierras y de pastorear el monte. El bosque, ahora, baja descontrolado. Nadie lo cuida. Nadie lo vigila. Y cuando aparece un conato se convierte rápidamente en un incendio de 100 hectáreas que nadie es capaz de apagar.
Uno de los principios fundacionales de la Unión Europea, además del carbón y el acero, fue la agricultura. Francia y Alemania querían mantener su mundo rural. Y lo subvencionaron para que siguiera siendo competitivo. Un kilo de carne de vaca de Francia llega dopado de dinero público al mercado. Si no, no habría manera de que siguieran sobreviviendo los ganaderos en este mundo del capitalismo más salvaje. Eso es la PAC. Y eso es lo que está en riesgo.
En un mundo en el que cada vez hace más calor el medio rural es menos importante para quien decide a dónde va el dinero. La última propuesta es recortar la PAC un 20%. Ese dinero irá a Defensa. Lo ha pedido Trump, nuestro amo y señor, aunque sea un fascista. Y se lo daremos, se vaya a enfadar.
Un 20% menos de la PAC supone la muerte definitiva de un sector ya herido: la ganadería extensiva. Seguiremos comiendo carne, vale. Pero vendrá de macrogranjas. No de vacas felices pastando en el monte. Esas se quedaran para las fotos y los anuncios. Aunque vayan desapareciendo.
Cada vez que un ganadero extensivo lo deja desaparece una división del Infoca. Cada ganadero apaga en invierno más incendios que esa brigada en el verano. A ellos, también, habría que darles medallas. Pero sobre todo ayudarles a que no lo dejen. Además de una carne riquísima aportan algo de un valor incalculable a nuestra sociedad: que nuestros montes y sierras sobrevivan a unos veranos cada vez más duros.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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