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Sobre este blog

Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.

Tor y la ortografía. Capítulo 2

Un vehículo accidentado junto a la carretera.

Julio Díaz Sánchez

6 de septiembre de 2025 20:12 h

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¿Qué sería de las fronteras sin el trapicheo? ¿Quién censura al que busca doblegar los límites de lo establecido, quién al que alberga el instinto de saltarse las reglas como único designio? Siempre hay y habrá un polizón que prende la mecha de la vida en la pretendida (y nunca alcanzada) asepsia de los territorios de frontera.

Tor ha servido de posada y fonda para bandoleros y contrabandistas, además de aduana, para el tráfico de todo tipo de productos entre Andorra y Cataluña. Para cualquier estraperlo que quisiera evitar los impertinentes controles de la frontera, esta ruta se lo permitía sin grandes dificultades. Por supuesto, tomar este itinerario implicaba pasar por el burgo de Tor. Y atravesar el término municipal implicaba el pago de una coima a los indígenas guardianes del camino y del silencio. Y no hay otra ruta alternativa.

Maximizar el aprovechamiento de los trapicheos del tabaco y otras sustancias agrietó la confianza entre las familias del lugar. Si quieres pasar, hay que pasar por caja. Y entre todos los escasos habitantes del villorio, ahí estaban el Palanca y el Sansa. Dos hombres de armas tomar, literal y metafóricamente hablando. Los dos cabecillas auto elegidos para disputarse los cuartos y el trono de macho alfa de la montaña.

Las escenas comienzan a hacerse habituales por la zona: ora mulas y muleros a la antigua; ora mulas y muleros modernos en 4x4 o en moto de nieve. O a pie. Siempre con el trapicheo, en buena parte de tabaco, pero también otros bienes y sustancias. Y desde tiempo inmemorial, pues no está de más recordar que Andorra se considera independiente de España y Francia desde el s. XIII. Es decir, la dualidad Andorra vs Cataluña es mucho más antigua que el concepto mismo de España. A lo que bien ha contribuido la orografía, la tozudez numantina de sus dirigentes, y la necesidad de España y Francia de tener a mano un paraíso “internacional” hacia el que desplazar ciertos desmanes.

Salida de Alins.

Pero contrariamente a lo bucólico del paisaje, los pormenores de la ruta no siempre son pacíficos. Hay veces en que aparece la poli. Un chivatazo. O se complica la operación, y hay que salir por peteneras por un camino de apenas dos metros de anchura y un trazado de montaña rusa con firme de barro. Y conducir como un kamikaze en un circuito así es comprar todas las papeletas para pegarte un guarrazo.

De todo esto que se cuenta aquí, dan buena fe los coches que han volcado con el alijo en su descenso desde los confines del miniestado hasta el corazón del Pallars catalán. Y que desvencijados y con los fardos a salvo, son abandonados en la misma senda durante años. Incluso hoy en día se encuentran varios vehículos varados como ballenas de metal destripadas en decúbito supino. O lateral. Y pidamos perdón a las ballenas por semejante nefasta metáfora de comparar sus bellísimos cuerpos radiantes de vida con tales máquinas de muerte y destrucción. Y fea negritud. Amasijos de hierro que nadie reclama y de los que nadie se ocupa jamás.

El pálpito es más relajado tras un buen rato de bajada desde el Cabús. Difícil no sucumbir a la curiosidad y hacer un alto en el descenso, para husmear entre la chatarra de los vehículos, a la búsqueda de algún fantasma y, quién sabe, de un fajo de algo que haya quedado olvidado. A pesar de certificar en un par de ocasiones que no hay nadie alrededor, no remite la lúgubre sensación de que alguien puede estar observando la escena desde la distancia. Lo que acelera el pulso y entumece la mandíbula, aún sin mover ni una ceja en el delicioso pedalear cuesta abajo junto a la Noguera.

Pasan los años. Sigue el trapicheo. En esto, llega el desarrollismo de los años 70. La modernidad y la fiebre por el oro blanco. Desde el otro lado de la frontera, al final de la década, empezaron a escucharse los cantos de sirena de la especulación y el dinero fácil a base de pelotazos inmobiliarios que empieza a forjar el accidentado colorín colorado de esta historia.

Otro turismo en la cuneta.

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Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.

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