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La semilla de Allende

Alberto Almansa

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Amanezco este 11 de septiembre reescuchando las últimas palabras de Allende sitiado en la Moneda. Su tono calmo y enérgico a la vez, despidiéndose del pueblo en la lealtad máxima de dar la vida por el compromiso adquirido, por los anhelos cincelados de las grandes palabras: la Libertad, la Justicia, la Igualdad.

Oigo al presidente  que fue asesinado dirigirse a las obreras, a las campesinas, a los jóvenes, intelectuales y trabajadores dando la cara ante las bombas facciosas. Y vuelvo a sentir la grandeza de un político que no traicionó a los suyos ni huyó pese a la sentencia de muerte dictada y conocida.

Ahora, sin embargo, los líderes políticos saltan de la poltrona y abandonan al pueblo al que dijeron defender y representar sus intereses. Dimiten para salvar su culo ante el acoso judicial y mediático y se tragan los discursos con los que prometieron un mundo mejor. La traición que Allende denuncia en su póstuma proclama de los sediciosos es la misma de aquellos que desamparan a los desfavorecidos por una posición social personal cómoda y rentable. Traición desmedida cuando del “servicio público” hacen una carrera profesional, autista a la pobreza que cubre Andalucía, a la desesperación del parado, a la frustración de los más jóvenes, al suicidio de los desahuciados…

Traición cuando la acción de gobierno es timorata y débil, cómplice de la crueldad y voracidad del capitalismo al que se entregaron aquellos que pregonaron la Justicia Social y la Igualdad de oportunidades. Lealtad quebrada al enriquecerse y mantener una vida opulenta y próspera, mientras su pueblo malvive en las colas del paro, en el robo del cobre, en las rifas, en los comedores sociales, en los bancos de alimentos, en la caridad y la limosna. Lealtad rota cuando mienten a los ciudadanos de los que se olvidan cuando toman posesión de sus cargos y se justifican en el discurso de los mercados ajenos a la propia ideología de la que proceden. Traición en el incumplimiento de las promesas, en el abismo que les separa del pueblo, de la falla que abren al activar el ventilador y del “tú más”.

Allende, hoy 11 de septiembre, vuelve a dirigirse entre cañonazos a todos los que como él creemos en que se “abrirán las grandes avenidas por las que pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.  Es su ejemplo y su  generosidad en estos tiempos traidores en los que nos toca vivir.

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