Las cosas mal
Las cosas se han hecho mal en las televisiones públicas en nuestro país desde que fueron creadas, salvo honrosas excepciones de TVE en varios de sus períodos democráticos: la época de Adolfo Suárez, con todo, y la de Fran LLorente al frente de sus informativos en el mandato de ZP. Y se han hecho mal porque nacieron como un apéndice político del gobierno de turno en cada Comunidad, en cada legislatura parlamentaria española. Han sido y son, sobre todo, maquinarias de propaganda de quien las controla. Pese a contar con sistemas de observación y vigilancia, el sometimiento al partido gobernante impide que sean plenamente plurales.
Los partidos políticos de la oposición sólo están pendientes del minutero, reclamando más tiempo en la propaganda, y no velan por el cumplimiento de la literatura que consagra grandes los grandes principios culturales, éticos y estéticos que inspiran a estas cadenas. El descrédito de estas emisoras es directamente proporcional a la pérdida de audiencia y por tanto de publicidad. No es de extrañar pues que el público de la espalda de manera general a estas televisiones a las que reconocen como partidistas y sectarias. Si a la propaganda se une una programación generalmente casposa y rancia, repleta de realitys, deportes, toros, coplas, sucesos y películas de ocasión, se entenderá porqué los ciudadanos no saldrán a la calle a defender la continuidad de Canal 9, al contrario de lo que ocurrió en Grecia, cuando anunciaron el cierre de su televisión pública.
Las cosas mal se hicieron con la colocación de un escuadrón de comisarios políticos de abultada nómina que a su vez enchufaron a no pocos colegas del partido o del sindicato, o de la propia familia sanguínea, que engrosaron una nómina de altos cargos con elevados pluses que asfixian las grandes cuentas que ahora recorta la crisis. Un plantel de incompetentes al servicio del jefe, de los muchos jefes, que, en la obediencia debida ,se hicieron fijos por la puerta de atrás. En cada cambio de gobierno, en cada elecciones, cuando desembarcaban “fichajes” y “reciclados” que hincharon la plantilla sin pudor, lastrando la contabilidad general y favoreciendo una programación alejada del servicio público.
Programas comprados a productoras “afines”, muchas de ellas creadas por ex directivos, que parasitaron la cadena y arrinconaron a la propia plantilla creada al efecto, que proporcionaron buenos beneficios explotando al tiempo a sus precarios trabajadores. Una segunda división dentro del plantel laboral. Las cosas mal cuando estas productoras se lo llevan calentito usando medios de la propia cadena pública, en un derroche y dispendio digno de un análisis monográfico del despilfarro que durante años ha sido endémico.
Presentadores estrella enriquecidos a base de horas y horas de antena, con apuestas ciertamente lejanas de un televisión y radio de calidad. Personajes que diseñan programas que únicamente buscan el espectáculo y la lágrima como reclamos televisivos y que sonríen al tiempo por la pasta que se llevan, descapitalizando al empresa pública sin ningún pudor. Y lo que es peor, sin control de esos mecanismos previstos que sólo reproducen las “peleítas” de los partidos que acuñó Chamizo. Consejos de Administración inservibles, premio a los servicios prestados que engordan el capítulo de personal. Sueldos astronómicos sin repercusión alguna, salvo la recompensa del partido. Un verdadero dislate que durante años y años han ido generando situaciones como las que ahora se ponen de manifiesto en el cierre de la tele valenciana, inmersa además en casos de corrupción manifiestos.
Estas cadenas no sobrevivirán en esta coyuntura donde como se ha visto, se presenta a los ciudadanos el dilema de elegir entre sanidad y educación o radio televisión. Un chantaje vil, que tapa la nefasta gestión realizada durante años. La viabilidad de estos medios sólo será posible si sufren modificaciones estructurales en su esencia, de lo contrario el agujero seguirá creciendo y con él se irán por el sumidero de tanto despropósito miles de trabajadores como estamos viendo estas horas.
Esta mañana en la radio una presentadora de Canal 9 confesaba que “ahora” se arrepiente de haber claudicado en su oficio periodístico dando noticias falsas o groseramente manipuladas. Esta mañana en la radio una presentadora de Canal 9 confesaba que “ahora” se arrepiente de haber claudicado en su oficio periodístico dando noticias falsas o groseramente manipuladas.
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