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Todo por la pasta

Alberto Almansa

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Sánchez-Ramade, la otrora familia ejemplar, modelo y referente andaluz de gestión empresarial, invirtió 625 millones en la compra de acciones de Iberdrola, Santander, BBVA y Sabadell en 2007, poco antes de que estallara la burbuja. Ha dejado en la calle a cientos de personas, “miembros” de esa gran estirpe como gustaba decir a D. Eugenio.

El negocio no es en el alto capital vender televisiones de plasma ni secadores de mano. La pasta ahora se gana en la ruleta del casino financiero, en el accionariado de las grandes fortunas que apuestan por la especulación y el tráfico internacional de divisas. La luz y los bancos, en este caso.

Los tenderos y albañiles están llamados a desaparecer. Internet es el gran escaparate del mundo y los bancos ya no venden dinero: lo crean, lo agitan, lo transforman y son los dueños del sistema. Se han apropiado de la política y han decidido ser los nuevos amos.

Decretada la amnesia colectiva, la información en 140 caracteres, el mundo se mide ahora en gigabytes por segundo y en ese vértigo, se amasan las grandes fortunas, impunes al pasado del movimiento obrero, reconvertido el proletariado en precariado. Las centrales sindicales rubrican los despidos y los cobran; oficinas de gestión de un futuro que acabó el día en el que se desplomaron las torres gemelas.

El viejo orden, quedó enterrado en Nueva York y el nuevo, por fin, globaliza el sufrimiento de los parias. Desaparece la clase media, la piqueta derriba todo lo público y se privatiza la existencia misma. El capitalismo se reinventa y cede a sus filiales las empresas estatales para perpetuar el lucro.

La coyuntura exprime el instante y la vida se organiza alrededor del Ibex , el Nikkei o el Nasdaq, que compiten a primera hora con la información meteorológica. El dinero es ya de plástico y las personas pura estadística que hay que manejar para cuadrar la cuenta de resultados. Se revisa la épica y Robin Hood ahora “roba a los pobres para dárselo a los ricos”, tal como acaba la película de Costa-Gavras, El Capital, que te recomiendo.

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