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Hacia el fascismo.

Alberto Almansa

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La foto que ilustra este post, la tomé el pasado 22 de julio en una callejuela cordobesa. Ese mismo día el juez condenaba a J. Bretón a 40 años de cárcel por el asesinato de sus hijos. El autor del graffiti resume , siquiera sin conocimiento de la historia, el nacimiento del  fascio en la segunda mitad del siglo 20. Basta con que hubiera escrito judíos por banqueros y en tres renglones tendríamos las causas del ascenso de los totalitarismos que provocaron la Segunda Guerra Mundial y la peor pesadilla de la humanidad con la muerte de millones de seres humanos, el encarcelamiento y la tortura de otros tantos,  y la destrucción más bestia y cruel a la que la humanidad había asistido hasta entonces. Expresión máxima que hace poco rememorábamos en el aniversario de los lanzamientos de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

La corrupción política, la corrupción financiera y la corrupción moral en un país con seis millones de parados y sin esperanza. Los ingredientes, que, como entonces, condimentaron la formación de los regímenes fascistas. Ayer, el Consejo de Estado dictaminó que la cadena perpetua es constitucional, pese a que la carta magna establece en el artículo 25 el derecho a la reinserción social, que difícilmente se obtendría en una cárcel de por vida, pese a lo “revisable” de la pena eterna, que tampoco se concreta. Pero, lo que más me llama la atención, amén de la aberración jurídica, es que ese Consejo dice que no encuentra la oportunidad para implantar esa nueva pena ni su motivación, en país con un índice de criminalidad bajo, con las penas más duras de la UE y con una población penitenciaria de las más altas en su ratio de nuestro entorno. Esa institución apunta, como ya lo hemos hecho no pocos observadores, que el PP/Gallardón ha concedido a la llamada alarma social que generan las televisiones y el resto de los medios en el tratamiento de la crónica negra, esa cadena perpetua para aplacar la ira insaciable de los carroñeros que buscan audiencia en el drama humano, utilizando a los desgraciados para animar los platós.

La pintada pide la pena de muerte para los políticos, los banqueros y los criminales. El paredón: la expresión facha como solución  a la crisis “total” que difundimos. Todos los medios se han sumado al convite y en mayor o menor medida siembran la semilla de que sólo un Estado fuerte gobernado por un tirano de mano dura y gatillo fácil puede restablecer el “orden” que preconizaba el régimen franquista. En esa tarea andamos empeñados, cuando el tratamiento de los sucesos adquiere carta de naturaleza y es noticia de portada la tragedia de una familia, durante meses, generando en la audiencia la angustia de un mundo inhabitable donde los padres asan a sus niños pequeños, revelando la temperatura de cocción y el combustible empleado.

Los editores y directores de las televisiones han dejado de ser periodistas y se han convertido en dueños y gestores de espectáculos de sangre y horror. Los programas de la basura compiten por la publicidad y fichan a comentaristas estrella para la nueva temporada en la que aparecerán otros Hannibal Lecter para alimentar la cuenta de resultados y abonar de paso ese camino hacia el fascismo al que nos conducen irremediablemente. Con todo, el que rubrica también forma parte de la tramoya, en cierta medida. Algo que me duele inmensamente.

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