Un mundo de fantasía
Se termina la campaña electoral andaluza, una campaña marcada por tres debates: la corrupción, el bipartidismo y los pactos electorales. Nunca una campaña a las andaluzas ha tenido menos de debate andaluz y más de antesala a las generales, convertidas estas en el gran interés de todas las formaciones políticas.
Y si escaso ha sido el debate sobre los problemas de Andalucía, prácticamente nulo ha sido el debate provincial. Parece que la crisis hace que nuestras ciudades y pueblos no puedan esperar del futuro gobierno andaluz nada más que sobrevivir. Y no es que ahora estemos para escribir cartas a los reyes, pero, al menos, nos podían haber aclarado qué va a pasar con tantos compromisos que la ciudad tiene pendientes.
La mejor prueba de esta desafección de lo provincial y local es la mediocridad y autocomplacencia de los “número uno” por Córdoba a las elecciones andaluzas. El “Padrino” Durán nunca ha estado más a gusto escondido de telonero de “la que manda”; la “Hippy” Alarcón, agradecida por hacer de fondo en los mitines de Manostijeras Rajoy; la soviética Cortés, alardeando de sus “revolucionarios” minutos de gloria en el gobierno andaluz; los “recién llegados” de Podemos y Ciudadanos, asombrados de que el vecindario pretenda votarles sin saber qué defienden, tras defenestrar a PA y UPyD.
El vecindario cordobés se ha quedado, como los niños que pretendían entrar a la fábrica de chocolate de Willy Wonka (Gene Wilder), a las puertas de “Un mundo de fantasía” (Mel Stuart, 1971) prometido por unos y criticado por otros. Esperábamos poder entrar, al menos los que tuvieramos suerte de que nos tocara el billete de oro dentro de una chcolatina Wonka, a algunos de los ¿valientes? proyectos que la Junta aún tiene pendientes en nuestra ciudad, pero parece que no nos los merecemos, que no nos hemos portado como Charlie y su abuelo y somos expulsados de lo que debía ser una ciudad de fantasía en 2016.
Qué hubiéramos dado por poder disfrutar del C-4, de ese equipamiento que debía ser la gran aportación de la Junta a nuestro proyecto de Capitalidad. Pero si rápido la Junta se apartó de cualquier posibilidad de mantener la Fundación Córdoba ciudad cultural, cuatro años después el premiado edificio sigue siendo un buque fantasma varado junto al Guadalquivir.
Tampoco nuestros visitantes han podido contar con un Centro de Congresos digno de ese nombre. El pacto de silencio de la Junta y el Ayuntamiento acabó con el Palacio del Sur y se sustituyó por la reforma del actual Palacio de Congresos y el fantasmal Centro de Exposiciones. Sí se ha podido utilizar el Centro de Recepción de Visitantes, no sin conflicto de celos, pero reducido en sus posibilidades a una mera oficina de turismo.
Igualmente, toda la provincia ya tenía que haber podido visitar el proyecto de modernización integral de Reina Sofía, que se ha quedado en sus inicios. La polémica sobre si tenía que integrar el Hospital del Niño y la Mujer, o no, ha dado paso a un pastiche entre zonas modernas y zonas antiguas, y con unos accesos y unos aparcamientos indignos de la demanda que genera diariamente.
La gente de nuestros barrios se ha quedado a las puertas de contar con equipamientos como, por ejemplo, la Sala de Barrio de Fidiana, a punto de convertirse en un resto arqueológico, lo cual no sería buena noticia, sobre todo, porque los Parques arqueológicos de Cercadillas, de Fontanar, del Rectorado, de Ategua o la mismísima Medina Azahara sufren del olvido más inmisericorde, cuando deberían ser elementos básicos de nuestro futuro.
No haber podido saborear la rehabilitación de la Axerquía Norte, o no haber degustado unos cuatrocientos edificios más en la ciudad con ascensores, contrasta con la satisfacción de que la crisis haya impedido la locura de la indigesta Ronda Norte planificada por la faraona Aguilar en su inútil paso por la consejería de Fomento. Ahora estamos a punto de catar las obras de los nuevos carriles bici, pero si no se consensúan, sus trayectos pueden llegar a ser intragables. A veces se nos ha prometido algún manjar, como sucedió con la posibilidad de dar servicios a las parcelaciones a través de la declaración como Afos, pero pronto nos dimos cuenta de que el convite no era para nosotros, sino para las provincias costeras.
Willy Wonka puso a prueba a sus convecinos para ver quien merecía quedarse con la fábrica de chocolate. Al parecer el vecindario cordobés no se ha merecido ese premio. Nos prometen transparencia, lucha contra la corrupción, descenso milagroso del paro, etc. Todo muy interesante, pero insuficiente para saciar nuestro apetito. Lo malo es que los proximos moradores de San Telmo tampoco nos han aclarado si nos van a invitar a disfrutar del río de chocolate y del chicle que no pierde sabor, o seguiremos a dieta hipocalórica.
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