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Respiro, me relajo y desconecto

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Paco Merino

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Mi equilibrio emocional tiene mucho que ver con mi capacidad real para desconectar.

Por mucho que me intenten convencer de “las virtudes de estar siempre conectado”, necesito reservar momentos del día para recuperar el control sobre mis conexiones y desconexiones.

Ninguna conexión es más poderosa para equilibrar mis emociones que la que consigo entablar conmigo mismo, desconectando de las presiones y las interferencias del mundo exterior.

El control de mi respiración es básico para relajarme y ésta es imprescindible para estar equilibrado emocionalmente.

Cualquier técnica de relajación que exploro, moderna o ancestral, física, mental o espiritual, contiene siempre una fase de ejercicios respiratorios.

La respiración actúa poderosa y positivamente sobre mi ser físico y mi estructura mental.

Es la herramienta más poderosa de que dispongo para afrontar con éxito todas las situaciones que me provocan desequilibrios emocionales. Es también la más fácil de utilizar, la que siempre se encuentra a mi disposición y al mismo tiempo la más económica.

Es una medicina de valor incalculable con la que consigo la serenidad interior que me permite mirarme a mí mismo de una forma más positiva, modificar mi pensamiento y mi comportamiento y controlar los acontecimientos para evitar que me dominen en determinados momentos y situaciones.

La respiración es, por tanto, la primera herramienta, prodigiosa y natural, que debo aprender a utilizar para controlar mis nervios y recuperar la calma.

El “Control Voluntario de la Respiración”, la “Respiración Correcta”, la “Respiración Profunda o a Pleno Pulmón” y la “Respiración de Urgencia”, son técnicas sencillas que aprendo para iniciar el camino hacia una verdadera desconexión reparadora.

Una adecuada relajación mental y muscular que me sirve para “desconectar” determinados “aparatos” que consumen inútilmente demasiada energía, evitando así que el exceso de tensión provoque en mí un “cortocircuito nervioso” que pueda causar un “incendio emocional”.

Cuando estoy nervioso, todo mi organismo se prepara para actuar al máximo de sus posibilidades, consumiendo inútilmente tanta energía que pueden fallar sus mecanismos de adaptación.

En estos casos, la relajación cumple en mí una doble función: Como sistema de urgencia, me proporciona un bienestar inmediato al aflojar mis tensiones musculares y como sistema de prevención, evita que la acumulación de mis tensiones musculares pueda causarme males mayores.

La relajación prepara a mi organismo para responder de otro modo ante los desafíos cotidianos; lo enseña a permanecer tranquilo mientras no actúa y lo mantiene más vigoroso para rendir al máximo en los momentos precisos, sin despilfarrar energía.

Relajarme, por tanto, nada tiene que ver con el concepto de inactividad con el que a veces se asocia, más bien al contrario.

Me ayuda a no sentirme siempre agotado y rendir adecuadamente, aprendiendo a utilizar con eficacia mi energía y acabar con las tensiones que la desperdician.

Si mi mente no descansa y desconecta regularmente, muchos de mis comportamientos cotidianos están invadidos por la tensión, aunque no sea consciente de ello.

Los efectos de una relajación consciente y profunda a largo plazo son sorprendentes para mi mente, que comienza a cambiar en positivo casi sin darme cuenta.

Cuando convivo con la calma, dejo de darle tanta importancia a los miles de pequeños inconvenientes de la vida cotidiana, a la vez que aumenta mi claridad y facilidad para identificar y paliar los verdaderos problemas de mi existencia.

Si sufro tensiones constantes durante el día y vivo permanentemente estresado no logro desembarazarme de ellas ni al ir a dormir.

Relajo mi cuerpo para calmar mi mente y sereno mi mente para aflojar mi cuerpo.

La relajación es para mí un fin en sí mismo y un medio para alcanzar otros objetivos. Me ayuda a modificar mis comportamientos según mis deseos, me sirve para explorarme emocionalmente, captar sensaciones, acceder a sentimientos, escuchar mi yo profundo y fortalecer mi autoestima y mi autonomía, liberándome de la tiranía de la opinión ajena.

En definitiva, respiro bien, me relajo conscientemente y desconecto en profundidad para conseguir conexiones emocionales que verdaderamente me ayudan a crecer y me hacen feliz.

¿Y tú… te conectas a la felicidad?

A FLOR DE PIEL…VERDADERA SANTIDAD

Este sábado ha sido beatificado Monseñor Oscar Romero, Arzobispo de San Salvador, después de que el pasado febrero el Papa Francisco lo declarara “mártir” de haber sido asesinado “en odio a la fe”, mientras oficiaba misa en 1980, por un disparo al corazón de un francotirador perteneciente a un escuadrón de la muerte de la ultraderecha salvadoreña.

¿Por qué hasta la llegada del actual pontífice, los sectores más conservadores de la Iglesia en el Vaticano había venido bloqueando una y otra vez la beatificación de Romero?... Posiblemente porque nunca entendieron que el firme e incondicional compromiso con la defensa de las victimas oprimidas frente a los verdugos opresores, era el maravilloso “milagro” que avalaba a este hombre bueno, venerado ya por el pueblo como “Santo de los pobres”.

NOTA: El autor de este post lo es también de la foto que lo ilustra.

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