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Con calma, por favor

Paco Merino

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Aunque sólo sea mentalmente, me niego a vivir con prisa.

Mi vida no es una carrera contra nada ni contra nadie, mucho menos contra mí mismo para llegar a un lugar indeterminado que ni siquiera estoy seguro de tener un verdadero interés por conocer.

Es cierto que las circunstancias me obligan en ocasiones, seguramente en demasiadas, a correr hasta la extenuación de un lugar a otro para cumplir con objetivos y metas que no siempre tienen que ver con mis propios intereses como persona y sí con simples remuneraciones económicas ligadas a mi supuesto “éxito profesional”.

Pero no entiendo a esas personas que, en un alarde interesado de responsabilidad extrema, repiten una y otra vez de cara a la galería pero, sobre todo, para convencerse a sí mismos, que su trabajo es su vida, y que, por ello, se justifica su infinita prisa por llegar antes y ser más, sea cual sea el lugar y sea cual sea el estatus.

Unas personas, tristes y desorientadas en el fondo, que no son capaces de encontrar el camino sosegado de la felicidad que tiene que ver con lo que realmente son y no sólo con lo que hacen o representan.

Yo lo tengo claro: Mi trabajo no es mi vida… Si lo fuese, significaría que me cuesta demasiado trabajo vivir en toda su plenitud.

¡Mi vida es mi propia vida!

Una realidad infinitamente más importante para mí que mi simple desarrollo profesional, por muy necesario o brillante que éste sea o yo crea que es.

Un espacio emocional tan valioso, especial, único e irrepetible que sólo estoy dispuesto a recorrer “con calma, con la infinita y hermosa quietud de quien sólo quiere ser”.

Sólo cuando siento que mi valía tiene que ver con lo que emocionalmente soy, puedo alcanzar un “verdadero éxito” en todas y cada una de las facetas en las que me proyecto y desarrollo.

Desde mi felicidad como ser, puedo sentirme completamente orgulloso de lo que hago y, por tanto, satisfecho también como “jefe motivador y comprensivo”, “compañero atento y solidario” o “empleado comprometido y alegre”.

Todas estas circunstancias profesionales positivas, tienen en el fondo que ver con mi capacidad para ser yo mismo motivador y comprensivo, atento y solidario, comprometido y alegre, en todo lo que significa mi vida.

Una vida calmada que no quiere participar, al menos conscientemente, de atropellos emocionales para alcanzar mis objetivos, ni admitir de forma hipócrita que “el fin justifica los medios”.

En mi desarrollo personal, es aún más necesario que camine de la mano de la calma.

El estrés, esa sensación de opresión que parece estar a punto de asfixiarme cuando lo padezco, no es sólo un problema serio de “ejecutivo agresivo”, ya que en la práctica me afecta en cualquier situación, laboral o personal, a cualquier edad y, en contra de lo que pudiera parecer, puede estar provocado en mí tanto por sucesos desagradables como por situaciones gratas.

Mis retos personales, exigencias profesionales, conflictos sentimentales o agresiones medioambientales, me generan tanto estrés como una situación favorable, un éxito profesional, un enamoramiento o un estímulo natural, siempre que tenga miedo al éxito, a asumir responsabilidades, a implicarme emocionalmente o a disfrutar de mi entorno.

Las tensiones físicas y psíquicas que produce en mí la falta de sosiego, malgastan mis energías y perturban el funcionamiento de mi organismo, incitándome sólo a huir o atacar.

Produciéndome esos malestares emocionales que no siempre sé definir; o esas sensaciones de falta de tiempo, de tener siempre prisa aún sin saber qué es lo que tengo que hacer; o esos episodios de angustia, de tristeza para las que no encuentro el motivo;o esos temores o miedos que no sé definir; o esas fatigas o estados de cansancio sin una causa que los justifique; o incluso esos periodos de escaso apetito sexual inexplicable.

Como siempre, la respuesta valiente está en mí mismo: Dejar de poner excusas pueriles para seguir adorando mi hacer y mi tener por encima de todas las cosas y, simplemente, alegrarme de mi “ser feliz” en un recorrido sosegado por una vida plena.

¡Que la calma sea contigo!

A FLOR DE PIEL… EL TRATO ES LA CLAVE

Esta semana he necesitado recurrir a un servicio público para realizar unas gestiones muy necesarias para mi bienestar y el de toda mi familia. Lamentablemente he tenido que hacerlo en dos jornadas distintas por no encontrar en la primera (sí afortunadamente en la segunda de ellas) una persona comprometida y sensible ante mis demandas al otro lado de la ventanilla.

¿Por qué muchos de nosotros, en el mejor de los casos, sólo nos limitamos a cumplir con nuestras obligaciones sin reparar en el cómo ni en el para quién?... Posiblemente porque, también en el mejor de los casos, no hemos caído en la cuenta de que nuestros actos tienen un componente fundamentalmente emocional que, para bien o para mal, influye profundamente en las expectativas y esperanzas del ser humano al que afectan.

NOTA: El autor de este post lo es también de la foto que lo ilustra.

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