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Lee ya nuestra portada, viernes 5/12/2025
Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Ir a prisión

Magdalena Entrenas

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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

La primera vez que entré en una prisión corría el año 1986 y fue, lógicamente, a la Prisión Provincial de Córdoba, ubicada entonces en el Barrio de Fátima. Llevaba colegiada solo meses (el 22 del próximo mes haré cuarenta años) y había accedido al turno de oficio de manera automática. Entonces no era necesario ningún requisito previo. Y llegó la primera designación con muy poca experiencia y muy pocos años. Un asunto feo de tenencia ilícita de armas que me obligó a visitar al cliente que estaba en prisión. 

Llegué con mi flamante Seat Panda de color rojo que mis padres me habían regalado poco antes, aún en la carrera y lo aparqué en la explanada delante de aquella fachada imponente. Entonces aún se aparcaba en la puerta de donde ibas. 

Entrabas primero por un enorme portón a un frio zaguán con piedras donde, en una garita, te registraban los datos y revisaban el permiso expedido por el colegio y, de ahí, si todo era correcto, al interior. Aún recuerdo el sonido de las puertas de hierro como se iban cerrando a mis espaldas. La primera me heló directamente el corazón y cada una de las siguientes fueron convirtiendo el aire en cada vez más irrespirable.