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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

El padre de Lamine. Hombre rico, pobre hombre. Inmigración

Magdalena Entrenas

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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

El acento no está en la palabra inmigración, está en el adjetivo que va detrás. Inmigración legal o ilegal, inmigración trabajadora o subvencionada, inmigración adaptada, o no integrada en la sociedad que la acoge. También está la línea divisoria que parte la inmigración, sea del tipo que sea, en dos mundos diferentes, la inmigración con dinero -y hasta con mucho dinero- y la que llega solo con lo puesto.

Bueno y, más allá, está el tipo ese que, como diría mi marido, tiene una flor en el culo, porque ha pasado de venir con lo puesto, a calzarse los pantalones Louis Vuitton sin tener oficio ni beneficio. Y es que la divina providencia le ha dado un hijo que le pega al balón como nadie y que, por dar esas patadas, cobra más que cualquiera en este país. Así es la vida.

Por eso, el doble rasero que tenemos para mirar con según qué ojos a los migrantes, no está en cómo llegan, de dónde vienen, o qué cultura o religión profesan, sino en si tienen petrodolares para comprar un equipo de futbol, una mansión o, cuánto menos, exhibir una camiseta Gucci cada día. No, no de esas que venden los de tu país en mantas, sino de las que valen miles de euros.