2025 se nos escapa entre las manos como ese billete de cincuenta euros con el que entras al súper a comprar cuatro chorradas y sales a penas con cinco y sin rastro del billete.
El Rey en pie (¿de guerra?) por primera vez, aludiendo claramente a la falta de unidad de un país que no se entera de que, frente a un deterioro generalizado de instituciones y valores, solo el esfuerzo común es posible. Y así nos vamos a 2026, con el frío más gélido de los últimos quince años, nieve y malos tiempos para algunos. Sin presupuestos durante tres años ya consecutivos; con la gripe que empieza a remitir y un resfriado importante en algunas administraciones, como la de justicia.
Un nuevo año de comienzos y transformaciones -estoy segura- porque la numerología no falla y este es un año universal 1; con un presidente cada vez más canijo y demacrado, que no atiende a otras razones que las propias, mientras hace en la Moncloa “tours house” a lo Preysler, sin reparar en que su partido se hunde en un sectarismo de libro y una oposición que, cuando pretende salir de un escollo, se mete en un lío más gordo, dándole el poder a los que quieren fagocitarla. En fin, un panorama como para salir corriendo.
Sin embargo, cuando salgo a la calle, lo que percibo es otra cosa. Mareas de personas que parecen felices y que, de pie y al pie de la letra, siguen una especie de mantra que les susurra: “que me quiten lo bailao”. Personas que ríen ajenas a los culebrones del telediario, que llenan los comercios y los bares, desde la hora del desayuno hasta el tardeo. Que acuden a los restaurantes donde cuelgan cada vez más el “completos” y que llenan la plazas y avenidas atiborradas de cacharritos de feria. Estridentes, ruidosos. Los que anhelamos aquella feria de mayo en el centro, nos quedamos ojipláticos. ¿En Mayo no y ahora sí? ¿nos hemos vuelto locos con esta invasión de cacharritos y tenderetes? Las Tendillas, el Bulevar, el paseo de la Victoria, el Vial… ¡Pero si no hay niños!
Y es que, al final, los humanos somos más inteligentes de lo que creen los que nos gobiernan. Tanto como para votar a la derecha de tu izquierda si te obligan a tragarte a Nobita, tan torpe y con tan malas notas como el original, pero con un castigo pendiente y sin la ayuda del bolsillo mágico de su Doraemon. No creería que sí, ¿verdad?
Tanto como para refugiarnos en las cosas verdaderamente importantes. La primera, sin ningún género de duda, la familia. Ese reducto en el que aún es posible hasta decir cosas inconvenientes en la cena de Navidad sin que te juzguen. Y, más allá, las cosas importantes de las menos importantes. Las que nos anestesian de las nefastas noticias del telediario. El fútbol, los campeonatos de lo que sea, las reuniones en cofradías o peñas y, hasta los grupos de WhatsApp.
Y ahora algo maravilloso. Mucho estábamos tardando en Córdoba sin tener autóctonos food truck. Ya saben, esas camionetas acondicionadas para elaborar y vender comida callejera. En la avenida Gran Vía parque, esquina con Manolete, la FLAMENCHITERIA ¡los mejores flamenquines de la provincia!… y es que tenemos la suerte de que siempre nos quedará un buen flamenquín. Y, si no, vayan y prueben. Palabrita.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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