No seré yo la que emita la sentencia sobre las causas del terrible incendio de la Mezquita. Dios me libre. De momento parece que solo hay una obviedad: en (¿nuestra?) Mezquita hay espacios (¿capillas?) destinados a “almacén”, con artefactos eléctricos, sillas y enseres diversos, lo que parece que nunca debió ser... ¿Salvo en una capilla búnker acorazada? Ni siquiera.
Dicho eso, el debate sobre la relación de causalidad se lo dejo a otros. No soy experta. Ahora lo que se impone es que sean los técnicos quienes se pronuncien para que lo ocurrido no se repita. Pero sobre lo que sí creo estar avezada es en eso de interpretar actitudes y encajarlas jurídicamente.
Y es que el Cabildo ha tenido una reacción que resulta muy reveladora. Fíjense que, sin asumir responsabilidad alguna, solo ha afirmado con rotundidad que pagará, sin ayuda de nadie, todos los platos rotos ¿Qué significa este rehúse rotundo de cualquier ayuda, como las ofrecidas por la Consejería y el Ayuntamiento? Si a nadie le amarga un dulce, ¿no es raro? Pues no, porque a quien se le discute la propiedad de algo, está obligado -como estrategia jurídica de defensa- a hacer un ejercicio dominical continuo, con señales que refuercen su posición.
Así que me pregunto y les pregunto: ¿debe pagar la iglesia todos los platos rotos? ¿Deben las administraciones -autonómica, municipal y hasta estatal-, dejar que así sea? ¿Qué debe hacer Córdoba y sus instituciones? Sí, ya sabemos que la iglesia goza de la inscripción dominical a su favor, pero, ¿por qué esta postura tan exclusiva y excluyente?
Y es que pagar es un acto inequívoco de dominio. Un ejercicio interno y externo de demostración de que esto es mío y solo mío. Aquí nadie opina, ni ordena, ni decide nada. Quien paga, manda. Este es el debate, ¿qué más dan las causas si el dueño paga todas las consecuencias? Fin.
Y esto me lleva a reflexionar sobre otro espacio de Córdoba, del que todos somos “dueños”, hasta con papeles e inscripción registral y sobre el que, sin embargo, hay una completa dejación de lo que sería el correcto ejercicio dominical que cabría esperar institucionalmente. Todo lo contrario a lo que la Iglesia sabe hacer magistralmente.
Sí, me refiero a Caballerizas Reales, de propiedad municipal, Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Nacional y declarado, dentro del centro histórico de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pues bien, allí mismo, en ese maravilloso edificio del siglo XVI, parece que todo apunta a que hay decenas de caballos estabulados, con camas de paja y viruta y en cuadras de madera. Y, no solo eso, sino que al parecer con cero sistemas de seguridad contra incendios.
Supongo que hasta habrá zonas utilizadas como almacenes de paja y heno en donde, de ser así, si se originara un incendio, apagarlo sería casi imposible. Los profesionales bomberos de esta ciudad, ¿hacen también en este edificio -que sí es municipal- los simulacros que tan magnífico resultado han dado a la hora de la verdad en la Mezquita? Supongo -y espero- que sí.
Y, aun así, ¿pagaría el Ayuntamiento los platos rotos si un día ardiera como un ciquitraque toda esa paja y con ella el edificio de Caballerizas Reales y hasta el colindante -y único- Alcázar de los Reyes Cristianos? ¿Pagaremos todos nosotros las consecuencias de una actividad no controlada, que se ejerce sin licencia, ni título alguno, por unos pocos y con unos riesgos enormes? ¿O pagarían esos pocos? La iglesia no son.
¿Cómo era aquello?... Ah si: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”…
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