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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

'Tal como éramos'… los boomers

'Tal cómo eramos'....los boombers

Magdalena Entrenas

20 de septiembre de 2025 20:05 h

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En el cartel de la remasterizada película Tal como éramos, aparece junto a los rostros de belleza inequívoca de Barbra Streisand y Robert Redford una frase que, desde que la leí, me apropié de ella: “Algunos recuerdos duran para siempre ”. Y tanto que sí. 

La muerte de Redford, amén de quebrarme el alma, me ha hecho recordar aquellos días de septiembre en los que, con un ritual perfectamente estudiado, dedicaba horas y horas a forrar milimétricamente los cuadernos y libros del curso, mientras los hojeaba con el estómago encogido por el miedo que da lo desconocido.

Era entonces cuando sacaba las fotos que había ido recortando y guardando en una caja de galletas y componía múltiples formas hasta que cubría con las fotos las pastas de cada libro, poniendo el forro de plástico encima. Mis fotos siempre fueron de Robert Redford, el hombre que con mil caras me acompañó durante mi aprendizaje, asomado con su indómito flequillo desde cualquiera de mis libros, para hacer mucho más placentero el estudio.

Los boomers crecimos con pocas cosas. Incluso algunos con libros prestados y mucho forro de plástico para todo. Hasta para los asientos. Todo tenía que durar una eternidad. La obsolescencia programada no existía. Se heredaba la ropa y, si tenías uniforme, a lo más, te compraban un par de conjuntos de ropa de domingo por temporada. Merendábamos pan con chocolate, sin más. O un hoyo de aceite y azúcar. Y cuando llegaron las tortitas con nata y caramelo fue la bomba. 

La mayoría de los boomers tuvo más que sus padres, es cierto, pero mucho menos que sus hijos millenials, que se han criado en un estado de confort muy superior. De otro lado, en términos generales, los boomers han heredado menos de lo que parece que heredarán los hijos millenials. El reparto hereditario les aprovechará más al ser menos hermanos y la “envidiada riqueza” de los boomers, fruto de largas vidas laborales, mucho esfuerzo y ahorro, será para ellos. 

Esa “vida cañón” de los boomers que Analía Plaza dibuja en su libro y que tantos ríos de tinta está haciendo correr, parece que nos obliga a pedir perdón por tener viviendas en propiedad y muchas ganas de disfrutar a partir de los 60 con el “taco de pensión” cotizada toda una vida. Lo curioso es que obvia que no siempre fue así y que no es de recibo comparar situaciones económicas de momentos vitales e históricos distintos. Es hasta ridículo. 

“Es que era más fácil acceder a una vivienda y había más oportunidades” - dicen - ¿perdona? ¿Y qué pasa con las mujeres boomers que nos incorporamos al mercado laboral a mediados de los años 80? ¿Es que acaso lo tuvimos así de fácil? El género se olvida en esta cuestión peliaguda.

A las que nos fuimos incorporando al mercado laboral y profesional en esos años se nos miraba con recelo, tenías de demostrar el doble, aguantabas en silencio comportamientos que hoy serían claramente delictivos, la igualdad salarial era pura ficción y, si parías, o tenías una baja maternal de chiste, o como autónoma (bueno es que el concepto ni existía como tal) volvías al trabajo a la semana si querías no perder el difícil tren que habías cogido. Los cuidados de ese hijo y de la casa eran solo - repito solo - cosa tuya, porque la mayoría de los hombres boomers no sabían ni freír un huevo, educados sin conciencia alguna del reparto de las labores domésticas y la crianza de los hijos.

Tal como éramos no solo es una de las películas más bonitas que he visto en mi cañona vida de boomer. Es una historia de amor maravillosa reflejo de una época muy dura. No, los boomers no tenemos que arrodillarnos ante nadie. Ahora les toca a nuestros hijos otra vida, con sus contras, pero también con sus muchos pros. Queridos millenials, toca arremangarse sin tanto llanto. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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