Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Lee ya las noticias de este sábado
Sobre este blog

Desde muy pequeña he sentido que mi mundo lo dirigían como en “El Show de Truman”, pero con Fofito. Me esforzaba en tener una vida seria y, desde arriba, alguien iba soltando “extras” y guiones absurdos que me hacían perder la dignidad a base de risa. Llegó un momento en que mientras protagonizaba esas historias, mi mente solo pensaba -para sobrevivir- en cómo iba a escribirlo. Por lo que ya no puedo seguir siendo testigo en silencio. Necesito vaciar mi cerebro y madurar.

Rakel Winchester

El peligro de la risa floja

risa

0

Cuando iba al instituto, mi pandilla mayoritariamente era de personas-mote, con su “el” delante: El Txus, el Charlie, el Kroketas, el Galletas, el Sevillano, Víctor (el único que conservaba su nombre del DNI), Ajo y Kampanilla, que era la que está escribiendo.

Al terminar la clase (bueno, creo que entrábamos poco, más bien “al escuchar el toque de la campana de salida”) nos íbamos a “la Bruja” a beber litronas. Hablar de “la Bruja en Córdoba (que era una señora con el pelo beige, zapatillas de pañete y gafas de cristal gordete) es el equivalente al actual ”cuando yo venía aquí, todo esto era campo“.

Nosotras realmente hacíamos play-back, porque la cerveza nunca nos gustó (de hecho, no me canso de repetirlo, la primera birra que me supo bien me la bebí al cumplir 40 años). Pero ese día de invierno, por lo que sea, bebimos. Eso sí, pedimos las litronas calientes porque hacía un frío que pelaba y, total, solo nos interesaban los grados.

Y ahí estaba yo, con mi amiga Ajo, con dolor de tripas por los ataques de risa floja Además ella reía con un sonido súper contagioso, por lo que era cíclico, imposible parar.

Y llegó la hora de marcharnos a casa.

Mi amigo el Sevillano quiso compartir taxi con nosotras, y allí que nos piramos juntitos los tres.

El Sevillano, por defecto de paladar o de dientes, no recuerdo, pronunciaba las “eses” rollo “sh” (shervesha, eshtoy, shiempre, shenishero...), como los niños que han tenido chupete demasiados años, lo cual es importante saber para comprender lo que nos pasó.

Íbamos los tres (tresh para el Sevillano) en la parte de detrás del taxi. Nosotras borrachillas y él borrachón. En medio de un ataque de “cantos populares”, fruto del alcohol, el Sevillano, con pose de rapero, comenzó a canturrear:

-¡BOSHA! ¡BOSHA! ¡BOSHA!...

Cada vez que decía la palabra “BOSHA” (que ni idea de lo que era), cambiaba de posición las manos.

Yo no vi muy graciosa la canción que se estaba inventando, sería humor de Sevilla, y le di un codazo a mi amiga AJO sin dejar de sonreír y para reírnos más.

El Sevillano continuaba su cantinela:

-¡BOSHA! ¡BOSHA! ¡BOSHA!...

Nosotras flipábamos por lo pegoso del momento. Y más risa nos entró. Se veía super ridículo con las manos engarrotadas cual vencejo, haciendo movimientos de “hip-hopero” (esos bailes que quedan bien si cantas rap, pero que si eres “normal” quedan como de lila) mientras gritaba sin parar ese “BOSHA” absurdo. Pero, como estaba tan insistente, decidimos solidarizarnos con su momento-Fofito, pa que no se sintiera solo con su tontería. Total, nosotras nos íbamos a descojonar igual.

Ajo puso sus manitas encogidas como los gorriones, y rapeó con él:

-¡BOSHA! ¡BOSHA! ¡BOSHA!...- intentando cambiar de gesto en cada golpe de voz, al igual que el Sevillano, y llorando de la risa.

Y yo la seguí:

-¡BOSHA! ¡BOSHA! ¡BOSHA!...

Tanta fue la risa que nos entró a las dos, que el taxista empezó a carcajearse con nosotras. Estaba deseando sumarse a nuestra canción.

Y así nos tiramos al menos 5 minutos de carrera canturreando.

La cosa es que al Sevillano parecía no hacerle mucha gracia nuestra imitación, pero sus manos seguían ahí, gesticulando, y su boca no paraba de repetir ese “BOSHA” que debía ser una canción muy moderna que se debía saber él, pero que no conocía ni Pirri. Supusimos que no se reía por el alcohol. Sabemos que hay gente que se vuelve divertida al beber, como nosotras, y hay otra que no, que se les alicata el gesto y dicen chistes con cara de patata. Y dimos por sentado que él pertenecía al grupo de los tubérculos.

De repente, sin dejar de hacer su teatrillo de manitas y “boshas”, comenzó a trastear la puerta del taxi, como queriendo bajarse, pero con sus movimientos de manos insistentes y su “¡BOSHA! ¡BOSHA!”... Pero comenzaba a perder el compás propio de una base normal de rap. Pensamos que sería arrítmico. No entendíamos nada. Y estaba con la cara cada vez más sudorosa, y como con los ojos vueltos.

Seguro que era para parecer más gracioso, averigua.

El taxista paró mosqueado, pensando que se quería bajar en marcha para no pagar, y el Sevillano se bajó corriendo, con la cara blaaaanca, por lo que pagamos rápido y lo seguimos, creyendo que quería vomitar, que no le había gustado nuestra imitación, que se había quedao pillado, que no podía parar... Qué sé yo.

El Sevillano, de color azul nazareno, prosiguió con su cántico ridículo, inclinado como buscando algo por el suelo... y nosotras seguimos coreando, muertas de risa, imitando su pose agachada. -¡BOSHA! ¡BOSHA¡...- Yo me iba a mear ya.

De repente, cogió algo de debajo de un coche y, escondido tras él, comenzó a hacer unos ruídos extrañísimos.

Cuando llegamos a mirar qué hacía.... estaba como respirando algo, con la nariz metida en una BOLSA. Respirando AIRE. De una BOLSA. BOLSA. BOLSA.

El pobretico mío tenía un problema de hiperventilación y, lo que nos estaba pidiendo a gritos, era una BOLSA para respirar dentro de ella y poder inhalar el CO2 que necesitaba su cuerpo. Y las “poses de mano raperas” no eran sino un engarrotamiento de extremidades con hormigueo en toda regla. Casi nos lo cargamos. Pero, no veas la risa floja cuando se fue.

Sobre este blog

Desde muy pequeña he sentido que mi mundo lo dirigían como en “El Show de Truman”, pero con Fofito. Me esforzaba en tener una vida seria y, desde arriba, alguien iba soltando “extras” y guiones absurdos que me hacían perder la dignidad a base de risa. Llegó un momento en que mientras protagonizaba esas historias, mi mente solo pensaba -para sobrevivir- en cómo iba a escribirlo. Por lo que ya no puedo seguir siendo testigo en silencio. Necesito vaciar mi cerebro y madurar.

Rakel Winchester

Etiquetas
stats