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Se vende guitarra clásica a quien puje más bajo

Concierto de Kiss en el Festival de la Guitarra.

Juan Velasco

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El Festival de la Guitarra siempre ha sido público-privado. Hizo bien el alcalde el otro día en remarcar que la gran cita musical de Córdoba, que nació del impulso privado, lleva años poniendo en manos de promotores externos y locales la programación de los grandes conciertos y también de algunos de los pequeños -por ejemplo los de jazz, que se han estado haciendo con la mediación de terceros-.

Lo digo para que no haya dudas. El Festival de la Guitarra solo ha sido 100% público para pagar cachés, ya fuera en su totalidad o en parte.

De este modo, la noticia de que el IMAE quiera externalizar la programación y organización de los grandes conciertos del festival no puede ser entendida más que como una extensión de lo que ya se hace. Cabía la duda de si, al salir a concurso público, el IMAE perdía el control. El alcalde ha dicho que no. Que lo mantiene. Que la última palabra será suya. Y no seré yo quién lo ponga en duda.

Lo que sí pongo en duda es que la fórmula escogida vaya a suponer una mayor calidad, como se repitió varias veces el martes. No está escrito en ningún sitio que un proceso de concurrencia competitiva suponga mayor calidad. Ni siquiera significa que se lo va a llevar el mejor. El alcalde lo sabe, además. El otro día lo dijo: se lo llevará el que haga la oferta más baja, porque es lo que puntúa más en este tipo de licitaciones.

Es decir, si esto fuera un anuncio de Wallapop, sería algo así como: Se vende guitarra clásica a quien puje más bajo. No es imprescindible saber tocarla.

Por tanto quizá convenga rebajar las expectativas y no esperar un cambio muy significativo. En tiempos de Covid, con la industria musical paralizada, por medio millón de euros para siete conciertos, incluyendo la comunicación, y con el único beneficio extra de un porcentaje de taquilla (desconocido), nos podemos despedir de que las mejores promotoras y empresas de espectáculos de este país se peleen por organizar un festival que, como bien ha dicho el regidor, solo congrega, en un año no pandémico, una media de 22.000 espectadores.

Por cierto, en ese ámbito, también enmendaré las declaraciones al alcalde. Sé, porque lo he vivido como cronista, que las deserciones de público, los asientos vacíos y las entradas regaladas para llenar aforo son la norma en los conciertos pequeños, en los del Teatro Góngora y el Gran Teatro. En los grandes conciertos de los últimos años, incluso en los medianos, la entrada ha sido aceptable en su mayoría. Ahí están Sting, Bryan Ferry o Kiss -llenando la Plaza de Toros o La Axerquía-, o, a nivel nacional, Alejandro Sanz, Sabina y Serrat, Poveda, Tomatito y José Mercé, vendiendo casi todo en los mismos espacios.

Es decir, que si el problema es el número de espectadores, más valdría repensarse también el modelo de pequeños conciertos o, sobre todo, aprender a venderlos al público de Córdoba. Porque mucho me temo, tras haber escuchado al alcalde, que el año que viene se seguirán regalando entradas en el Góngora y en el Gran Teatro para llenar el aforo.

Además, tampoco hay que dar rodeos: si se quiere un festival de calidad, hay que sacrificar a parte del público. Y si se quiere un festival que llegue a mucho público, hay que sacrificar parte de la calidad. Teta y sopa no caben en la boca. Y menos después de años en los que el festival ha vivido de espaldas a los más jóvenes. La clave, a mi entender, está siempre en ofrecer un contenido único, artistas que no se repitan en el resto de carteles de festivales veraniegos. Solo así se podrá conjugar público, local y de fuera, a propuestas que, a priori, le son ajenas. Vendiéndoselas como una oportunidad singular.

Personalmente, creo que si lo que se buscaba es la calidad, lo mejor habría sido un modelo distinto. Una dirección artística del festival. Es algo que ha funcionado por ejemplo en Cosmopoética (donde ha dado muy buenos resultados) o en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A), que va cada año a más, gracias a que confió a largo plazo en una persona de prestigio.

Así que, he aquí mi deseo frustrado, el titular que tendrá que esperar. “Fernando Vacas se encargará de la programación de la próxima edición del Festival de la Guitarra”. Es una primicia que me hubiera encantado dar. Una noticia que se escribe sola.

Aunque, ya que estamos, en realidad me conformaría con que Fernando Vacas tocara en el festival. Aunque parezca una broma, lleva diez años sin hacerlo.

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