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Suerte

FOTO: MADERO CUBERO

Eusebio Borrajo

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La suerte pasa muy cerca pero sin rozar y, por inducción, transforma nuestra vida aunque no podamos comprobarlo empíricamente. Hay pocas cosas que ilusionen tanto como la Lotería de Navidad y por eso, aunque ya pasaron tres días y mil años desde el sorteo, me ha dado el punto de escribir de la última tradición navideña autóctona vigente.

Podríamos suprimir el pavo, no montar el belén, incluso sería posible afrontar la Navidad sin cantar villancicos. La zambomba está en peligro de extinción, el espumillón está en franca decadencia y las peladillas apenas tienen sitio en los Mercadona.

Pero entre foráneas tradiciones adoptadas y mutaciones genéticas de las propias, sobrevive la Lotería de Navidad cambiando pesetas por euros y con unos niños de San Ildefonso más gorditos aunque igual de chaparritos. Miles de historias secretas se esconden entre décimos, participaciones, papeletas con más donativo que dinero en juego y la cantinela de pedreas. Sueños, ilusiones en un cachito de papel con un número impreso que casi siempre pasan de largo.

Y cuando empiezas a perder la esperanza y a pensar que nunca descorcharás una botella de champán en la puerta de tu administración de cabecera, cuando piensas que nunca taparás agujeros con una participación de El Gordo, entonces la varita mágica toca en el hombro de la señora que te precede en la cola, que eligió el último décimo del número que a ti te gustaba y que se llevó unos miles de euros porque probablemente a ella le hacían más falta.

Comprobado: la Lotería de Navidad toca. Al vecino antipático, al repartidor del butano o a un amigo de tu hermano al que un ERE amenazaba la existencia. Toca, y como toca seguiré jugando aunque sea por mantener la última tradición vigente.

PD: Mucha suerte a todos en 2013. ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!

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