Apocalipsis en febrero
Las trompetas no lo anunciaron, no vinieron los jinetes, ni hubo quinto, sexto y séptimo sello, pero durante el mes de febrero he vivido un apocalipsis personal que me ha dado el punto de compartir con quien quiera pasar de este primer párrafo del post más duro de escribir.
Quizás sea exagerado compararlo con el fin del mundo. Quizás en marzo piense que el cataclismo fue sólo un temblor. Quizás el tiempo reubique las cosas. Quizás nunca había vivido una separación. Quizás todas son tan dolorosas. Quizás estoy exagerando el dolor. Quizás me he atascado en un bucle. Quizás busco una explicación para algo que probablemente no la tenga.
Una noche te acuestas con una compañera de viaje y al despertar sólo encuentras la maleta común cargada de recuerdos. Hoy somos uno y mañana somos dos, en una división de átomos que acaba en explosión nuclear amistosa. El Apocalipsis según Einstein…
Acostumbrados ya a la obsolescencia programada, que una pareja caduque deja de ser noticia de portada y apenas tiene hueco como breve en página par. La vida es así, la rutina, la convivencia, le puede pasar a cualquiera…Hasta que te toca a ti y a ella. A nosotros.
Y es posible que esto le importe poco al resto del mundo, pero no encontraba otra forma de exorcizar la tristeza que me corroe y he pensado que compartiéndola quizás acabe por asumir el nuevo estatus, que no aceptarlo.
Hace una semana que dormimos por separado, siete días más largos que los 18 años que estuvimos juntos. Hace siete días que no hago planes porque he comprobado que cada mañana hay que empezar otra vez, porque sé que la vida es dura como un maratón y que yo soy corredor de fondo y superviviente de un apocalipsis.
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