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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

El Perro

Perro de agua.

Juan José Fernández Palomo

28 de diciembre de 2024 19:35 h

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Me cruzo en la esquina del barrio con mi vecina viuda. La llamo “viuda” de forma un poco gratuita, porque seguramente desde el punto de vista administrativo o legal no sea reconocida así. Pero en la realidad que apenas conozco es así. Yo la llamo así, pero no se lo digo así, claro.

Así son las cosas, mientras abuso de la palabra “así”.

Veo a mi vecina, que es mayor, como a una persona “demediada”, a la que le falta un cincuenta por ciento de la existencia, como aquel personaje de Italo Calvino.

Me invento, pero poco, el pasado de mi vecina: dos mujeres en blanco y negro que viven juntas desde hace décadas, desde que España era en blanco y negro, cuando simulaban ser primas o hermanas solteras o algo así. Y compartían una casa y un negocio de restauración de cuadros o de esmaltar retablos o aquello de vestir santos que se decía.

Mi vecina se quedó viuda y sus familiares le regalaron un perro para que no se sintiese tan sola. Un perro marrón y lanudo, precioso, que de chico ladraba mucho, pero ahora menos. Grandote. “De aguas”, creo que se llama esa clase de bicho.

Me crucé el día de Navidad con ella y su perro en el paso de cebra de la esquina de nuestra calle. Me dijo que “estas fechas son raras para mí, porque la ingresé un día 24 y ya no salió” (sic).

El perro lanudo, sin ladrar, me saludó sobre dos patas y se me subió a la pierna. Lo acaricié por guapo.

Creedme cuando os digo que no me sé ni el nombre de la vecina ni el de su perro.

Creedme cuando os diga que es mejor así.

Que da igual.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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