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Nunca supo...

Rakel Winchester

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Le costó trabajo. Mucho. Pero finalmente metió aquella cinta de VHS en el reproductor y se acomodó en el sofá.

Se levantó nervioso y fue a la cocina a por un cenicero.

Volvió a sentarse.

El tabaco.

Rebuscó entre las montañas de cosas de la mesa hasta localizarlo.

De nuevo al sillón.

Ajustó el volumen al máximo.

Mechero. Bien, estaba dentro de la cajetilla. Pero... casi gastado.

Se incorporó, oteó el horizonte y fijó la vista en la segunda estantería del mueble bar.

Una vez más se puso en pie y fue en busca de la bombona de gas para recargarlo, apagando la luz de camino.

Respiró hondo, apuró de un trago el vino, se encendió un pitillo y colocó a la derecha de su pierna el cenicero, el tabaco, el mechero...

Rellenó su copa hasta el filo.

Estaba intranquilo, no sabía lo que iba a encontrar. No quería saberlo. Su cuerpo estaba tenso y le dolían las mandíbulas de apretarlas. Únicamente cuando pulsó el botón del PLAY y apareció su imagen permitió expandirse a su cuerpo.

Ella sonreía, aunque temblorosa. Y lo más importante: por primera vez la veía en movimiento dirigiéndose a él.

-Hola pequeño... mira tú, qué cosas... -se mostraba tímida- Al final es la única manera que he encontrado de hablar contigo.... así, cara a cara... bueno...- la barbilla le comenzó a temblar.

Él sonrió y se sintió estúpido. Ella no estaba allí “cara a cara”, pero realmente experimentaba tenerla enfrente sin poderlo remediar.

-¿ Recuerdas la primera vez que nos mensajeamos? Yo no sabía ni qué cara tenías, pero me diste un ratito tan bonito que me dio igual.  Parecíamos amigos de siempre. Tú sabes mi lema, “si me haces reír...”- estaba visiblemente inquieta y aunque él la veía preciosa, sus ojos denotaban haber llorado.- Sin haberte buscado, apareciste. Luego seguiste escribiéndome hasta que se convirtió en costumbre y nació entre nosotros una extraña complicidad... Despertaste algo en mí, no te sabría explicar.

..Tenía clarísimo que no llegaríamos a nada aunque, noche tras noche, finalmente, me dejé llevar. ¿Te vas a reír si te digo que en ocasiones ampliaba una de tus fotos y la miraba fijamente durante horas?. Hasta una noche me acerqué tanto a la pantalla imaginando cómo sería besarte, que me dió calambre en la nariz...-en un esfuerzo por reír se quedó callada.

Intentaba mantener la sonrisa pero sus labios tiritaban y luchaban por no tornarse tristes. Él estaba asustado. Aunque es cierto que llevaban mucho tiempo sin comunicarse, más cierto era que no había pasado ni una noche sin recordarla antes de cerrar los ojos en su cama. Se preguntaba por qué no habían llegado finalmente a verse. Tampoco estaban tan lejos...

-Te dije que era una persona que se mantenía de pequeñas metas, ¿recuerdas?.  Andaba ya demasiado cansada de vida cuando te interpusiste en mi camino. Y, fíjate,  tú has sido mi pequeña gran meta en todos estos meses, quería que lo supieras. Y también ...que ya no sé si tengo fuerzas para intentar llegar a ella. Al menos como me hubiera gustado.- Se tapó la cara con las manos. Segundos infinitos.

Él de nuevo se preguntaba qué pasó. Cuál fue el determinante que los distanció. Cómo al principio la veía lejana, imposible y de repente aquello fue tomando forma...  Tampoco habían hablado apenas de los frentes que cada uno tenía abiertos, aunque ella había dejado caer que tenía varios. Y él, en su hermetismo, tampoco había osado “ensuciar” -como ella decía- aquel soplo de aire fresco que envolvía sus noches de charlas eternas.

Cuando ella descubrió su rostro, había aún si cabe más amargura en sus ojos, pero sonrió y prosiguió...

-Para sobrevivir mientras te esperaba, busqué hombres que se asemejaran a tí. Sin la menor vergüenza te digo que he pasado noches enteras tumbada en mi sofá apoyada en otros torsos. Me he dejado acariciar contigo en la mente... Cuando sus manos recorrían cada vértebra de mi espalda, sentía las tuyas. Cerraba los ojos y recomponía tu gesto poco a poco... hasta formar tu cara. E imaginaba que estabas allí conmigo. Acariciabas mis brazos de punta a punta. Mi cintura, me agarrabas las caderas con ternura... y yo, boca abajo, levantaba mi pelvis y abría mis piernas invitándote a sumergirte en ese huequito que siempre tuve guardado para tí.  Siempre. Cuando tu dedo levantaba mis braguitas para apenas rozarme, un escalofrío recorría todo mi cuerpo y me estremecía... Y mis muslos, en ese lenguaje de amor que no utiliza palabras, te abrían la veda de poder jugar con mi cuerpo...- su gesto se tornaba más calmado.

A medida que iba describiendo esos encuentros, se le endulzaba la voz, a la vez que sus ojos  se asalvajaban convirtiendo su mirada en obscena.  Una enorme excitación interrumpió aquel umbral de temores en él, que desabrochó sus pantalones que impedían respirar ya a un pene duro que suplicaba espacio a gritos... y que agarró con fuerza  mientras, ayudado de esas primeras gotitas que ya comenzaban a brotar, rozaba su glande imaginando ahora él que su mano era la de ella.

-Cuántas veces me abrí de piernas sobre esos cuerpos esqueléticos, agarrándome a sus costillas, forzando una penetración sin  previo aviso... Aferrándome a un pene que para mí era  el tuyo.  Apretándolo con mi vagina tan fuerte cada vez que se introducía en mi cuerpo, que cuando salía sonaba un “blop” que me encendía... Cada vez que se frotaba por esas paredes que chorreaban, acercaba mi rostro al de ellos para percibir tu mirada en sus ojos y que la cercanía me impidiera ver su boca. Porque, eso sí,  esos labios gorditos y gustosos y esos dientes a los que besé hasta desgastar en aquella foto, sabía que me iba a ser imposible encontrarlos en hombre alguno... Y es quizás por eso... - calló, bajó la mirada con cara sensual, entreabrió la boca mirando al frente de nuevo, y comenzó a desprenderse de sus braguitas.

-¿Por qué dejé de hablar con ella? ¿por qué?- se interrogaba a la vez que su respiración se violentaba por el placer de fantasear que era ella la que lamía su pene de arriba abajo. Intentaba buscar el momento en que dejó pasar una noche sin hablar con ella, y luego otra, y luego otra... hasta limitarse a despertarla en su mente furtivamente, como pequeños flashes, únicamente cuando veía algo que le recordaba a ella, para luego devolverla a ese oscuro cajón de su recuerdo. Sin pensar en ella. Con la empatía abandonada. Sin pensar en ella.

-...quizás por eso les tapo la boca cuando me toco cabalgando sobre ellos, inventando que los jadeos me gustan sólo en mi oído... Porque cuando la mirada se me nubla por el placer,  puedo intuírte debajo de mí únicamente si sus cabellos largos y su barba están borrosospero sin ver tu sonrisa dejaría de sentir...- Hablaba ya susurrando y con la respiración vacilante... dejando las frases a medias mientras se acariciaba el clítoris con la mirada perdida, pero fija en la cámara- ...

porque sentirte ha sido lo que me ha mantenido viva todo este tiempo. Aun sabiendo que me habías olvidado. Y nunca me diste un motivo, una razón. Me hubiera gustado saber en qué momento yo te puse un muro para que me hablaras con claridad. Nunca. Sabes que nunca. Y también sabes que nunca te comprometí a nada... ni te pedí, ni te pregunté... Me hubiera conformado con una mínima explicación, pequeño...- los ojos se le llenaron de lágrimas.

Sus dedos disminuyeron gradualmente la velocidad, abrió las piernas y los introdujo en su vagina, recreándose con suavidad.  Y dejó de hablar por un momento. Examinaba con la cara inclinada cada uno de sus movimientos intentando disimular un llanto que goteaba lentamente mezclándose con su humedad.

Pero él sabía que ella follaba llorando. Sabía que cuando se libraba de las corazas de la compostura, la emoción y el deseo le brotaban por los ojos... Mientras se masturbaba cada vez con más agitación se esfumaba toda esa cobardía que le alejó de ella. Porque él también pensó desde primera hora que aquello era algo lleno de trabas,  inalcanzable... Ni siquiera daba crédito cuando se confesaban sentimientos escondidos en las noches en que conversaban como si no hubiera un mañana. De qué le iba a servir ir a su encuentro la vez que lo planeó si al volver a casa seguiría estando lejos.  O quizás ni sospechaba cuánto era lo que había arañado su alma. Se conformó con haberse corrido en su cara aquella noche. Sí. También había ampliado su foto y la había soñado frente a él. Pero le asustaba querer más. Y por eso fue dejando de comunicarse. Alargando cada vez más los espacios entre encuentro y encuentro... días... semanas... meses... Cero.

Ella fijó su mirada en él, y suspiró antes de proseguir con sus caricias. Se humedeció los labios con la lengua y con la voz rota...

-...y quería que supieras que me hubiera gustado que me prestaras, en este espacio de olvido, una cuarta parte de la atención que yo te presté cuando aún no habías roto la reja que rodeaba mi corazón. Cuando era capaz de dejar lo que estuviera haciendo, de irme a casa en mitad de cualquier reunión, tan sólo por la curiosidad de descubrirte.  Por darte ese regalo.  Por no tener nada más bonito que hacer. Y ese fue mi error quizás. Permitir que cada noche fueras arrancando una tira de mí, como quien pela un plátano, hasta quedarme convertida en un ser vulnerable que se alimentaba de la ilusión de tus risas, de tu esencia... para luego quedarse vacía de un hachazo y nunca saber más de tí. Sin tener claro de repente si existías realmente.  ¿Realmente era necesario?  ¿Te busqué, te perseguí, te agobié?  ¿me lo merecía?  Desapareciste. Ni una palabra. Ni una coma... -sus dedos pasaron de la caricia a la fricción compulsiva y su tono al hablar lloroso anunciaba que el momento más álgido de gozo estaba acercándose- ...

y era por eso que no quería marchar sin decirte que con la misma intensidad que formaste parte de mí... ya he agotado los cartuchos que me impulsaban a continuar la batalla. No se puede invadir un territorio y marchar sin más. -lágrimas resbalaban por su cuello mientras estallaba en gemidos de placer sin poder ya articular palabra, ni mirar al frente...  retorciéndose de gusto sin control alguno.

Y él a su vez,  eyaculó en la pantalla como aquella vez, sobre ese rostro que acababa de convertirse en su nueva meta.  Ahora sí se sentía con fuerzas. Desvanecidos los miedos y más seguro de sí mismo, quería pelear.

Derrotada, balbuceó lo más claro que el dolor le permitió..

-Se acabaron mis metas.  Y no te sientas culpable, pequeño. Ya venía cansada de serie...

Nunca supo si aquel sonido de disparo vino de la pantalla o de su corazón reventando. Nunca supo.

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