Yo soñaba con tus bragas...
-Tranquila, no quiero molestarte. No quisiera equivocarme. Por encima de mi amor y mis sentimientos pongo a la persona. Soy un desastre. No te molestaré nunca más...- palabras que directamente entraron bajitas en mi oído y, como un sable, rajaron mis tripas sin que nadie más se percatara. Sin un mal tono, sin debatir, sin discusión... Con absoluta resignación y conformidad.
Marchó... sin batallar.
Mi cuerpo y mis sentidos quedaron adormecidos. Todo se había paralizado. Hasta el aire.
Traté de digerir ese nudo que anunciaba llanto si osaba articular palabra para evitar su partida pero había demasiada gente delante que me miraba, reía, charlaba, bebía... y que yo ya no veía.
Las lágrimas firmaron sin mi permiso una especie de objeción de conciencia a la compostura y brotaron mucho antes de que quisiera. Y aunque corrí por las calles como una loca, brotaron mucho antes de llegar a casa.
Una espina se alojó en mi garganta a la vez que su imagen a mi mente.
Porque sin él, los grandes problemas que se mantenían borrosos en mi vida... se tornaban reales.
Y dejé de hablar.
Y dejé de comer.
Y dejé de respirar.
Ahogando mi corazón en tristeza.
“...y tú te has quedado conmigo.
Con mis ganas de vivir,
con mis ganas de sentir,
con mis ganas de pecar,
con mis ganas de soñar. “
Sin batallar. Marchó sin batallar. No podía soportarlo. Otra cosa más que se esfumaba de mi lado. La única que me quedaba de las que permitía arrimarse.
Y así pasaron los días. Esos días eternos en que la ausencia de descanso los convertían en dobles. Donde mis dificultades cotidianas se convertían en dobles. Donde mis pocas ganas de avanzar se convertían en dobles. Los impedimentos dobles. Las presiones dobles... y el dolor DOBLE.
Comprendí de repente que aquella lucecita me insuflaba más vida de la que sospechaba. Aunque tan sólo nos cruzásemos en contadas ocasiones, sin saberlo era mi alimento a la sombra. Existía encadenado en algún rincón de mi cuerpo formando parte de mí. Invisible la presencia e insoportable la ausencia.
Y aquel hilito elástico que siempre nos unió por lejos que estuviéramos, cada noche me aprisionaba el cuello hasta asfixiarme. Me rajaba la cara, me amordazaba la boca.
Y en ocasiones, cerraba los ojos y me soñaba volando, por un cielo lleno de estrellas, lentamente hacia su casa, hacia su habitación, me sentaba sobre su cama, le acariciaba el pelo, le daba un beso en la mejilla y le decía muy bajito :“estoy deseando que me molestes, pequeño”.
Y cuando pasaban apenas unas horas y mis párpados se abrían dándome tremenda bofetada la luz de un nuevo amanecer que no me apetecía nada en absoluto, si acaso porque era un día menos de vida, entendía que no había dormido, que me había inventado la oscuridad. Que me había inventado todo.
-¿Estás ahí?
No me lo podía creer... después de tanto tiempo. Reaccioné tarde... y el oxígeno regresó a mis pulmones.
-Sí... estoy...
-Siento haberme tomado nuestras últimas conversaciones como ataques.
-Me da mucha pena todo ésto...-A mí no... Me cortaría un brazo por abrazarte ahora mismo.-Mentiroso.
-Siento haberte hecho daño. En ocasiones soy una persona auto destructiva; quería alejar de mí a todo el que me apreciara lo más mínimo... Todo aquel orgullo que tuve contigo lo sé reconocer ahora...¿Y si cambiamos amor por amistad?
-No me da la gana, cámbialo tú si quieres. Yo ya tengo suficientes amigos...
-Yo tengo pocos, pero buenos.
- Prefiero amarte, aunque sea una vez nada más. Se puede amar aunque sea un sólo día, sin más formalidades. Se puede amar en la distancia. Se puede amar teniendo una vida paralela...
- Eres un cielo, lo siento, pero es que es verdad. “Maldita dulzura la tuya”... Vente ya... Te tengo preparada una sorpresa. Si intento ir yo, temo estrellarme.
Y yo, que hubiera hecho cualquier cosa por volver a verlo... cogí un coche que había aparcado en mi puerta, le hice un puente y, sin haber conducido en mi vida, marché a su casa que estaba en un pueblecito en las afueras.
(Ea, a ver quién tiene cojones ahora de decir que no me invento los relatos).
Fui directa a aquella nave que usaba de cochera. Aquel espacio inmenso donde tantas noches acabábamos sorprendidos de que fuese de día tan pronto. Charlando por charlar, estando por estar. Pero juntos.
A veces ni hablábamos, tan sólo cerrábamos los ojos para escucharnos respirar... Tumbados en aquel sofá o incluso dentro del coche. Nunca fuimos a su habitación, no sabría explicar el motivo, pero aquel siempre fue el rincón de nuestros encuentros...
Entré sigilosa y de un salto me acurruqué a su lado en el sillón. Estaba adormilado y tapado con su cazadora...
-Hola... feo... - susurré, y pegando mis labios a su rostro, recorriéndoselo a bocaítos chicos, continué... -no te pienso perdonar... tantas fatiguitas ...que me has hecho pasar...- sonrió sin abrir los ojos, me aspiró profundamente agarrandome con ternura la cara y, acercando mi boca a la suya, me introdujo su bendita lengua que tantas noches de placer me había regalado... Y mis manos taparon sus oídos, y las suyas los míos, y así... como sumergidos bajo agua, sin que ningún sonido externo pudiera entorpecer nuestro beso... arrancó con su esencia aquella espina de mi garganta que no me dejaba vivir, y sacó de mi mente su rostro para colocarlo frente a mí, perdonándonos y reconciliando los corazones a fuerza de saliva.
Antes de separarnos para mirarnos a los ojos, yo ya estaba suspirando para adentro, de esa respiración a golpes que me entra cuando siento ese regustito bestia, removiéndome como gata en celo. Sí... A todo lo que quieras... sí. A todo lo que pidas... sí.
-Vamos a jugar a una cosa... - hablaba apenas con el aliento mientras lamía mi cuello y me acariciaba por encima de la cremallera del pantalón encendiéndome como una bestia.
-Dime... -contesté apenas sin voz mientras mi mano desabrochaba el botón de sus vaqueros, ansiosa ya por cabalgar sobre él...
-Vamos a ir a la cocina... a guisar...- sus dedos andurreaban por entre la cinturilla de mis bragas. Me estaba muriendo de deseo.
-mmmmmmm... sí....- monté sobre él con la excusa de prestar más atención, y refregué mi sexo contra el suyo con impudicia y mordiendo sus hombros.
-...y hasta que no terminemos... de hacer la cena...no podremos follar....Todo vale... menos penetración o sexo oral...
quien no resista... friega.
-Mmmmmm... prefiero fregar dos...platitos... a ...que me reviente... eso que estás tocando... - notaba ya la humedad entre mis piernas sólo de imaginarme entre nata y gelatinas...
-Voy a cocinar... -estaba tan empalmado que cruzaba los límites de la obscenidad- sólo para ti... gachas de almortas...
-¿Perdona?- me despegué veloz- ¿Gachas de almortas? ¿Pero tú sabes lo que cuesta fregar luego esa sartén???
Me quitó de encima y salió riendo hacia la cocina. Y en el fondo, esa apretaúra espontánea de pueblo que gastaba era una de las primeras cosas que me atrajeron de él.
Estaban todos los ingredientes preparados en su barra americana, que abarcaba todo el largo de la cocina dividiéndola casi en dos, y donde ya tenía aquella sartén antigua calentando aceite. Me ponía muy cachonda verlo entre hornillas y a esas horas de la noche; aunque más observarlo comer. Mientras freía ajitos, echaba el pimentón, la carne y todas esas cosas que yo no pensaba comer ni de coña, me fui quitando prendas hasta quedarme en braguitas. Le quité la camiseta y me la coloqué. Sabía que le excitaba enormemente el efecto de su influjo en mis pezones. Él hacía que me ignoraba, aunque el notable bulto en su pantalón chivateaba sus oscuros pensamientos.
Cuando echó el caldo a la olla y empezó a remover...le abracé desde atrás metiendo la mano por sus calzoncillos... Acaricié su glande sedoso rodeándolo con dos dedos... Estaba húmedo y viscoso... No podía engañarme aunque quisiera... Le mordisqueaba la espalda despacito, disfrutando de su sabor y su suavidad... Su respiración se agitaba, pero no soltaba la cuchara.
-Echaba de menos tu piel... creía que nunca más disfrutaría de ti... he llorado y todo...
-De verdad que lo siento... si te consuela yo lloro por muchas cosas, pero no puedo evitar tener esta coraza arrogante...
-Tu dolor no me consuela, me produce ternura. A mí me gustas así, a pesar de los pesares. Eres libre, pequeño... si podemos ser compañeros de camino de vez en cuando ...me conformo. Y si no... yo seré feliz sabiendo que existes, tal y como eres, tal y como me enganchaste, aunque no estés a mi lado... -haciéndome paso con la nariz por entre su cabello, me zambullí en su nuca respirando su aroma que ahora me pertenecía. Él luchaba por no cerrar los ojos moviendo la cabeza hacia los lados con lentitud ayudando a mis labios a callejear por su cuello. Estaba deseando darse la vuelta... pero se contenía.
Aflojé el abrazo y me coloqué frente a él, en su campo de visión. Me senté en la encimera y me deleité en el arte de la contemplación. Esa sonrisa me tenía prendada...
Ante su sorpresa, agarré la aceitera, y vertí un poco de líquido en la cuenca de mi mano izquierda. Mojé en abundancia dos dedos y tan sólo de imaginar lo que pensaba hacer se me contrajo la vagina. De manera proporcional e inversa a su apertura de pupilas.
Índice, corazón y pulgar se acariciaban con tacto oleoso y mis ojos encelados no se perdían de los suyos.
Levanté mis rodillas y apoyé los talones en la tarima, abriendo bien las piernas, introduciendo mis dos dedos mágicos por entre mis bragas. Él tan sólo podía intuir qué se cocía detrás de la tela, mas mi semblante era la viva imagen de la fruición y mi respiración jadeante evidenciaba que me estaba rozando el clítoris. Y rozando... y rozando...
...y él agarrándose con fuerza su sexo examinaba cada uno de mis movimientos sin dejar de remover sus gachas con la otra mano. Yo ya notaba mi vagina achicarse y agrandarse empezando a temblarme los tobillos.
Él estaba sofocado, empezando a sudar, lo que me hacía sentir profundamente deseada y sexy...
...Por lo que abrí un poco con la otra mano su campo de visión y, mientras me autocomplacía con el pulgar, jugueteaba por los alrededores con los otros dedos, introduciéndolos de vez en cuando en ese agujero que ansiaba que fuera suyo.
El ambiente se enardecía con nuestras miradas... La punta de su pene ya asomaba brillante por la cinturilla de sus calzoncillos y yo estaba tan excitada que no podía cerrar la boca, pasando mi lengua nerviosa por la comisura de mis labios y luchando porque no se me cayera la baba. Sabía que si seguía tocándome me correría sin remedio...y no quería. No quería sentir más placer sin comerme su boca, sin arañarle la espalda, sin colisionar mi pelvis contra la suya... no quería, no quería...
Abrí mis bragas del todo estrangulándome la pierna con la gomilla y mostrándole mi vagina abierta goteando y canturreé bajito, apenas con un hilillo de voz...
“...
y tú te has quedado conmigoooo...
Con mis ganas de ...vivir,
con mis ganas de ...sentir,
con mis ganas de ...pecar,
con mis ganas de soñaaaar... “
Apagó el fuego, corrió hacia mí, y a una velocidad imposible me agarró la cabeza desde atrás para verme sentir el amor que me daba penetrándome con brutalidad y sin descanso hasta dejarme semiinconsciente tumbada en aquel mármol... Y sacando su pene de mi cuerpo, presionó con su manaza abierta el interior de mis piernas para darme energía y calma unos instantes. Y de segundo, me invitó a montar en él rodeando su cintura para bajarme al suelo y me empotró contra la pared colocando mis manos en ella en una postura erótico festiva estudiada, de manera que si osaba quitarlas me reventaba la cabeza contra el muro sin remedio, para volver a metérmela esta vez más despacio, con una mano en mi cintura y otra en mi clítoris, rememorando el espectáculo antes ofrecido por mí... hasta volverme loca de amor, para tumbarme en el suelo y follarme otra vez...
...eyaculando en mi ombligo con sus ojos apuntando a mis entrañas, con los míos cerrados sin remedio por el gustazo inhumano...regalándome un postre de gritos y respiraciones entrecortadas, de sangres concentradas y fluyendo, de abrazos y besos, y risas y llantos...
Quién sabe cuándo nos volveríamos a ver... Lo que estaba claro es que sentiríamos amor en cada encuentro..
¿Que quién limpió la olla? Ninguno. Las gachas se comen hirviendo y aquello había quedao helado y casi para pegar ladrillos yendo a la basura entero. Nunca encontré mis bragas. Ni él jamás se percató de que las llevaba de pulsera.
“...Yo soñaba con tus braaaaagaaaas...
tus braaaagaaaas...
tus braaaagaaaas...
tus braaaagaaaas...“
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