Espejo: “Hubiera dado lo que fuera por marcar el gol de Uli”
A veces no es necesario marcar goles decisivos, levantar trofeos ni dibujar coreografías vistosas sobre el césped para llegar a ser ídolo de una afición. A veces basta con romperse unos cuantos huesos del cuerpo, decir que sí cuando a uno le ofrecen un salario mínimo por objetivos máximos, dejarse el pellejo por esos campos de Dios y demostrar fidelidad a un escudo por encima de cualquier circunstancia. De cuando en cuando surgen héroes de barrio que permanecen en la memoria de la gente. Hagan una sencilla prueba: piensen en tres “nueves” en la historia del Córdoba. ¿Sí? Será raro que uno de ellos no sea él.
A Alfonso Espejo Navajas (Córdoba, 1972) le tiembla la voz cuando recuerda lo del domingo pasado. “Era como si yo estuviera en el campo”, dice. En cierto modo, estaba allí. Como muchos otros que pasaron por el Córdoba durante un tiempo en el que nombrar la Primera División sonaba a broma macabra. El personal veía por la televisión las aventuras de los demás, miraba con envidia las explosiones de felicidad ajena, los duelos entre el Madrid y el Barcelona, los episodios de gloria y decadencia en la vida de los clásicos como en Atlético, el Valencia, el Athletic... También el estímulo de los clubes medianos por llegar a las competiciones europeas, el himno de la Champions, las figuras mundiales, los enjambres de cámaras detrás de los ídolos, las multitudes enardecidas... El planeta fútbol. El Córdoba era un satélite hasta que hace una semana, en Las Palmas, un chaval mexicano envió a la red en el tiempo de descuento un balón que le quedó muerto. Y con él le dio la vida al Córdoba.
“Hubiera dado cualquier cosa por hacer el gol de Uli”, confiesa emocionado Espejo. Quienes le vieron celebrar sus tantos con la blanquiverde sabrán de qué corte eran sus festejos. Gritaba y corría como si se fuera a acabar el mundo. Si él hubiera sido el firmante del histórico gol del ascenso, nadie hubiera sido capaz de detener su frenética carrera hasta la Playas de Las Canteras. “Me hubiera vuelto loco”, confiesa. Un poco -o bastante- sí que se volvió, como todos, cuando sucedió del modo más increíble que se pueda imaginar esa jugada para la historia. “Me quedé con las piernas temblando, sin saber qué hacer. Todo el mundo se abrazaba con el que tenía al lado. Algo impresionante. Ha sido el gol que todo el mundo sueña”, relata Alfonso Espejo, a quien le dijeron a los 9 años que no servía cuando le realizaron una prueba para ingresar en la cantera del Córdoba. Pero él volvió. Y ascendió. A Segunda, que ha sido lo máximo en las últimas cuatro décadas. Fue uno de los componentes de una formación legendaria, aquella que logró hace exactamente 15 años un hito en Cartagonova. El 30-J del 99, en un estadio lleno, sin acceso a cordobesistas, en donde había que ganar porque al anfitrión le bastaba el empate. En cierto modo, un escenario similar al que encontró el Córdoba en el Estadio Gran Canaria, donde el Córdoba disputó el partido más importante de su historia moderna.
Tengo la sensación de que este ascenso tiene una parte muy importante de todas esas personas que permitieron que esto no se hundiera. Este ascenso a Primera es de todos"
Espejo sólo estuvo tres años en el Córdoba, al que llegó en 1998 después de haber logrado ascensos a Segunda en las filas del Écija y el Recreativo de Huelva. Su tope deportivo fue ser líder de la categoría de plata después de arrancar un empate a uno en el estadio Vicente del Calderón en aquellos años del Atleti “en el infierno”. Después de que le abrieran la puerta de atrás en 2001, siguió ganándose el jornal a base de goles en el Cádiz, Villanueva, Orihuela, Carolinense, Lucena, Iliturgi, Arahal y Montilla, donde dijo adiós. Allí, en Montilla, fue donde debutó como jugador cordobesista. “Un partido de Copa del Rey ante el Hércules”, recuerda. En el mismo estadio de la localidad vinícola disputó sus últimos minutos. Su entrenador por entonces, José Antonio Romero, era el mismo que le llevó a la cúspide como juvenil en las filas del Don Bosco, en el despegue de su carrera. Ha marcado más de 500 goles en todas las categorías del fútbol español excepto en una: la Primera División. Con eso sueña ahora su hijo Sergio, benjamín en el equipo de la Fundación Córdoba CF.
PREGUNTA. Nació en abril del 72. Unas semanas después, en mayo, el Córdoba abandonó la Primera División y no ha vuelto hasta hoy. 42 años después. Una vida. La suya.
RESPUESTA. Lo comenté con mi mujer. Fíjate que casualidad, que el Córdoba sube a Primera después de 42 años, los mismos que tengo yo. Por fin lo he visto subir. Es algo con lo que había soñado siempre, pero parecía imposible. Es demasiado tiempo sin que el club y la ciudad hayan conocido la Primera División. Y mira cómo se ha conseguido. Cuando nadie lo esperaba, cuando no daban un duro por este equipo. Ahora toca disfrutarlo.
P. ¿Cómo se mantiene la afición al fútbol en una ciudad que lleva más de cuatro décadas sin ver la Primera División?
R. Lo de la afición en Córdoba es tremendo. Las celebraciones han demostrado que en la ciudad hay ganas de fútbol, de ver espectáculo. Y durante la temporada siempre han estado ahí, en las buenas y en las malas. Es una afición crítica y exigente, pero está ahí cuando se la necesita. Yo he visto todos los partidos este año con mi hijo y la gente ha sido de chapó. En los tres últimos partidos de la temporada, el del Mallorca y los dos del play off, no se ha marcado ningún gol y la gente ha apoyado. La afición ha ido creciendo, aunque se mantiene un núcleo de fieles. Seguro que muchos son de los dos mil que había cuando yo llegué al club en Segunda B. Te imaginas la gran alegría que habrá supuesto para ellos ver al final a su Córdoba en Primera. La afición del Córdoa es sufridora y se ha ganado el derecho a disfrutar en Primera.
P. La transmisión del cordobesismo de padres a hijos es fundamental, aunque las últimas generaciones se hayan criado futbolísticamente con la televisión y los grandes medios en los que el Córdoba no aparecía.
R. Eso es así. Si en una casa el padre es cordobesista, lo normal es que a los hijos los lleve al fútbol. Me gusta mucho cuando ves a familias enteras ir al estadio. El padre, la mujer, los niños... Todos con sus camisetas. El fútbol se vive muy intensamente. También ha influido, creo yo, la obra que se hizo para acercar la grada al césped. Antes, con las pistas de atletismo, era muy frío. Marcabas un gol y se escuchaba lejos. Tenías que pegarte una buena carrera para celebrarlo con la gente. Y también que en Segunda siempre tienes la opción de subir, porque el sistema de competición te da opciones hasta el final.
A Carlos González que le quiten lo bailado ahora. Yo tenía dudas cuando llegó, pero el tiempo le ha dado la razón"
P. Habría que poner un monumento al que inventó esto del play off. El Córdoba ha ascendido a Primera después de quedar séptimo.
R. Es un aliciente el poder pelear hasta el final por subir. Es justo que los dos primeros vayan directamente a Primera, pero ese tercer puesto de ascenso es muy ilusionante y motivante para todos. Acuérdate del Granada, que ascendió habiendo quedado sexto. Además, con la igualdad que había este año... Mira el Tenerife, el Recre... Estuvieron ahí metidos y luego se quedaron atrás. El mismo Córdoba no lo ha tenido claro durante muchas fases del campeonato. Pero llegó la oportunidad y no se ha desaprovechado. Era nuestro año y ya está.
P. ¿Qué hubiera dado por haber marcado el gol que firmó Uli Dávila?
R. Yo qué sé... Cualquier cosa. Es que me emociono sólo de pensar algo así. Este chaval ya ha entrado en la historia del Córdoba. Lo que ha hecho es inolvidable.
P. ¿Cómo lo vivió?
R. Me tuve que salir fuera del lugar donde lo estaba viendo porque no aguantaba ya los nervios. Ellos tenían muchas ocasiones claras, el Córdoba no llegaba... Me sentía como si estuviera jugando yo. Cuando llegó el gol me quedé con las piernas temblando. Había dos televisiones y en una sonó el gol antes que en la otra. La gente empezó a chillar. ¿Cómo es esto? Una locura impresionante, todos como locos.
P. Siente envidia sana.
R. Yo me cambiaría ahora mismo por cualquiera de los jugadores del Córdoba que hayan vivido ese partido. Habiendo sido futbolista sabes que esas vivencias son increíbles. Ojalá hubiera podido estar vistiendo la camiseta del Córdoba en un momento así. Porque vaya minuto y medio. ¿Quién se podía esperar algo así? Era un balón para el portero, pero se le escapa. Y mira el tiro de Bravo. Si la engancha bien, igual la saca del campo. Esos balones los enganchas y a donde vaya. ¿Y dónde estaba el lateral derecho de ellos? El Córdoba tenía a dos tíos solos. Esa última jugada es de auténtica locura. Mira: estaba para nosotros y ya está. Era nuestro momento. Quedaba una jugada y metimos gol, porque si el balón no entra seguro que el árbitro pita el final y aquello acaba.
P. ¿Tiene, como tanta gente del entorno del fútbol, la sensación de que este ascenso es de todos?
R. Sí. Para llegar a este partido hay que mirar a todos los que han ido pasando antes. Esta temporada y las anteriores. El club ha tenido momentos muy complicados, casi a punto de desaparecer. Y aquí se ha aguantado.
P. Y mucho. Desde Córdoba hemos visto a ciudades con clubes históricos que desaparecían de la escena. Compostela, Logroñés, Oviedo, Salamanca, Mérida... El Córdoba lo ha pasado realmente mal, pero ha resistido todo.
R. Cuando yo llegué al Córdoba había encierros, problemas de cobro, malos momentos clasificatorios... Luego, de una forma o de otra, siempre se salía adelante. Por eso tengo la sensación de que este ascenso tiene una parte muy importante en todas esas personas que permitieron que esto no se hundiera. Este ascenso a Primera es de todos. De los jugadores que hemos pasado por ahí, de los aficionados y de grandes personas que ya no están entre nosotros, como por ejemplo El Litri. Es un premio y un homenaje para todos.
En la época de Rafael Gómez teníamos todos los condicionantes para llegar a Primera División lo antes posible, pero la gestión deportiva no funcionó nunca"
P. Y se ha logrado cuando apenas nadie creía que se podía hacer. Había un eslógan de campaña de abonados, pero poco más. No había una sensación generalizada de que esta temporada pudiera terminar de la forma en que lo ha hecho.
R. Eso es verdad. Cuando escuché al presidente aquello del “equipo top”, pensé: “¡Madre mía de mi alma!”. Luego ha habido mucha irregularidad, con el equipo metido ahí por medio, sin estar arriba ni abajo, jugando bien a veces pero con muchos problemas para hacer gol. A veces incluso se ha tenido la sensación de correr peligro por la permanencia. Yo lo reconozco. Te digo sinceramente que no me lo esperaba. Pero al ver que llegaban las últimas jornadas, la igualdad que había y los resultados que se daban, sobre todo fuera de casa, pensé que podían agarrar el play off. Y ahí ha llegado el milagro. Todo se ha puesto a nuestro favor. En la última jornada, el Recre tuvo una ocasión con tiro al palo en Sabadell. Luego pasó lo de Murcia, con el penalti fallado de ellos y el gol nuestro. Estaba para nosotros. Éste era nuestro año.
P. Carlos González se ha salido con la suya. Dijo que el objetivo era subir a Primera en tres años y ahí está el equipo.
R. Que le quiten lo bailado ahora. Yo tenía dudas cuando llegó, pero el tiempo le ha dado la razón. Podemos hablar de gestión económica, de política deportiva, pero la cuestión es que el Córdoba está en Primera División y nada más que por eso no se le puede reprochar nada. Este objetivo era impensable. Lo que yo le pediría al presidente es que siga la línea, que se deje aconsejar bien y que mire por el porvenir del club. Sería una pena estar 42 años persiguiendo un ascenso para que dure poco. Esto hay que mantenerlo. Ya le escuché el otro día decir que lo importante viene ahora y estoy totalmente de acuerdo. Habrá que estar muy finos y acertados para que este ascenso perdure y podamos ver en Córdoba a los mejores futbolistas del mundo y a grandes equipos.
P. Un equipo en Primera y el filial en Segunda B. Igual que el Real Madrid, ¿no?
R. El salto ha sido espectacular. Ahora hay una estructura de equipos que permite trabajar bien con los que tengan más cualidades, sin tener que cederlos. Hay buenas expectativas de futuro, pero sólo falta una cosa fundamental y es el tema de las instalaciones. Eso tienen que solucionarlo rápido y no es cosa del club, sino de mucha otra gente, de las instituciones y empresas. Creo que tendrán que sentarse en una mesa y darle arreglo, porque contar con unas instalaciones adecuadas a la categoría es fundamental y ahora, por desgracia, no las tienen.
P. Un presidente que fue candidato al Real Madrid, un entrenador que fue un ídolo en el Barcelona... En poco tiempo se le ha dado la vuelta al fútbol en Córdoba, que llevaba una historia de fatalismo bajo una gestión local. ¿Ha sido bueno que llegue gente “no contaminada” por el desgaste y la presión de ser de Córdoba o llevar una larga vinculación con el club?
R. Sí, y además se ha demostrado. A los de aquí siempre les ha costado más trabajo dar con la fórmula. De hecho, nadie la encontró. Y me refiero a presidentes y entrenadores. Por ejemplo, en la época de Rafael Gómez teníamos todos los condicionantes para llegar a Primera División lo antes posible, pero la gestión deportiva no funcionó nunca. Con Carlos González ha sido distinto porque se le ve bien asesorado. Él ha seguido un camino y ha sabido llevar al Córdoba a donde quería.
P. Y sin necesidad de realizar una inversión económica muy potente ni poner dinero propio.
R. Exacto. Aquí no se ha gastado más de lo que se tenía, ni tampoco han venido futbolistas con nombres deslumbrantes. Se ha hecho un buen equipo de Segunda. También se acertó con el entrenador, con Ferrer, aunque quiero decir que para mí Pablo Villa hizo un buen trabajo, pero sin tener mucha suerte. Creo que Ferrer ha sabido manejar bien al grupo. Se notaba que había buena química en el vestuario. Yo he sido futbolista y eso lo noto, lo puedo ver en el campo. Cuando hay un grupo unido, en el césped se siente de otra manera y todo el mundo se ayuda, va a una. Cuando hay que sufrir, si no hay unión no hay nada.
P. No fue así la etapa suya en el Córdoba. Aquellas pegatinas que decían “Con el Córdoba a Primera”, los fichajes, los discursos...
R. Había demasiada inestabilidad siempre. No había forma de preparar un plan y que saliera, siempre se estaban cambiando cosas. Uno decía una cosa, otro decía otra. No había paciencia. Lo que sí había es dinero, muchísimo sinero. También teníamos jugadores importantes, con nombre, que venían de Primera. Pero nunca hubo la unión que se necesita. Había muchas distinciones entre grupos. Por un lado estaba la gente de Córdoba y por otro los que venían de fuera. Mira: Rafael Gómez es una persona que es todo corazón. Por querer hacerlo bien escuchaba a todo el mundo y eso no es bueno. A él le decían las cosas y se las creía. Le asesoraban mal. Llegamos a tener un buen momento, salimos líderes del Vicente Calderón, pero por no estar en puestos de ascenso echaron a Pepe Escalante y al final quedamos décimos. Tuvieron que pasar años para volver a estar en esas posiciones que no valían con Escalante. Gómez actuaba así, por impulso. Le aconsejaban muy mal y la gente iba a sacarle el dinero. Lo mejor que consiguió Gómez es que en Córdoba se volviera a hablar de fútbol, que la gente se ilusionara y se recuperara la afición.
Creo que Ferrer ha sabido manejar bien al grupo. Se notaba que había buena química en el vestuario. Yo he sido futbolista y eso lo noto, lo puedo ver en el campo"
P. ¿Cómo lo ha sentido desde la grada?
R. Pues como todos, con muchos nervios y unas sensaciones muy raras, porque en la temporada ha pasado de todo. Hubo una fase de expectativas, luego llegó una fase de críticas muy fuerte y finalmente, cuando se vio que el play off se podía coger, la gente se enganchó.
P. Pero queda la sensación de que el público sólo se suma masivamente cuando hay fiesta.
R. Bueno, eso hay que aceptarlo. En todos los sitios suele ser así. Si hay victorias, más gente va. Todo el mundo suma. De todos modos, lo bueno de la afición del Córdoba es que, aunque se enfade, no es rencorosa. En el momento en que ve un detalle positivo, un buen resultado, se engancha otra vez. En esta temporada se resolvió todo al final. Recuerdo que el día que ganó el Zaragoza en el descuento hubo un sector del público que pitó al equipo. Pero una semana después ganamos fuera y otra vez se enchugaron. Es una afición exigente, con mucha ansiedad por que salgan bien las cosas debido a esos años que llevamos fuera de Primera, pero cuando se la necesita está ahí.
P. Forma parte de una generación en la que los futbolistas de más talento emigraban. Se fueron Toni Muñoz, Berges, Paco Jémez... Muchos pensaban que el Córdoba no iba a dar nunca el salto porque los mejores de la cantera se marchaban muy pronto. Y resulta que en los últimos años también se han ido -traspasados- muchos jóvenes valiosos como Fuentes, Hervás, Fede Vico, Fernández... y el equipo finalmente ha subido.
R. La diferencia es que en esta época actual se apuesta claramente por la gente del filial. Y apostar no es meterlos en una concentración de verano, alguna convocatoria y diez minutos cada tres meses, no. Apostar es ser valiente y decidir darle responsabilidad a un jugador. Los técnicos tienen que evaluar si está preparado y, si lo está, pues meterlo en el vestuario y que sea uno más. Mira, yo coincidí con Javi Hervás en el Montilla, en Primera Andaluza. Tenía 20 años y no jugaba. Yo recuerdo que le decía: 'Javi, tú tienes condiciones, calidad y fuerza para llegar muy lejos'. Pero en el fútbol no basta con eso. Tienes que tener la suerte de que en tu camino se cruce un entrenador que confíe o que haya un club con tenga esa idea muy clara. A Hervás le pasó con Paco Jémez. Él fue el que le dijo: 'Aquí, Javi. Vas a jugar'.
P. Los canteranos siempre lo tuvieron difícil.
R. Yo diría que imposible. Cuando aquí había dinero, a los cordobeses ni nos miraban. Nunca se apostaba por gente de aquí. Era dificilísimo. En mi época estuvimos un puñado de jugadores de Córdoba en el primer equipo porque había una ruina enorme. Como no había dinero nos llamaban a nosotros. Estaban también Juanito, Rafa Navarro, Óscar Ventaja... Si hubiera habido dinero no habríamos estado en el Córdoba. Seguro.
P. Y fueron los que sacaron al club de la Segunda B. Es curioso que todo el renacimiento del club partiera de una situación de quiebra económica y una llamada a la cantera.
R. Pues así es. Si hubiera habido buen dinero, nadie hubiese llamado a Pepe Escalante, ni a Perico Campos, ni a diez o doce jugadores de Córdoba. Segurísimo. Cuando estaba Rafael Gómez y había dinero no se llamaba a nadie de Córdoba. Alguno para rellenar en la plantilla, pero poco más. La suerte del Córdoba ahora es haber contado con entrenadores como Paco Jémez y Pablo Villa, que han sacado a jugadores de la cantera y los han puesto a jugar.
Lo bueno de la afición del Córdoba es que, aunque se enfade, no es rencorosa. En el momento en que ve un detalle positivo, un buen resultado, se engancha otra vez"
P. ¿Se siente querido?
R. Yo creo que la gente me aprecia, me quiere y me respeta. Saben lo que soy y lo que he hecho. No he engañado a nadie. Daba todo lo que tenía. Yo voy a ver los partidos a El Arcángel y la gente te saluda, se acuerdan de ti. A veces algunos hasta corean tu nombre. Eso me da mucha alegría. Yo técnicamente no tenía mucho. Era malo, para qué nos vamos a engañar, pero sí tenía mis virtudes y les sacaba partido. De cabeza iba bien. Yo iba a por todas. Me consta que había centrales que temían jugar en contra mía, porque yo me defendía bien, iba al choque a tope. Por eso he tenido tantas lesiones.
P. Literalmente, se rompió por el Córdoba.
R. Cierto. Me podía salir un partido mejor o peor, pero nadie podrá decir nunca que no lo di todo cada vez que salía al campo. Y con la camiseta del Córdoba, más todavía.
P. Pero se fue de mala manera.
R. Me plantearon un contrato de renovación de tres años con Gómez de presidente y Escalante de entrenador, pero de la noche a la mañana echaron a Escalante, firmaron a un tándem con Verdugo y Rafael Jaén, y me dicen a mí que ya no hay contrato que valga. Paso de jugar partidos a no ir ni convocado. En mayo me dijeron que me fuera, que no contaban conmigo. Creo que no merecía irme así, porque en el campo me había ganado otro trato. Me sacaron de allí con muy malas formas.
P. Y es cordobesista.
R. A tope. Soy cordobesista. Mira: me tiemblan las piernas de lo que estoy diciendo. Cuando has vestido esa camiseta te queda un sentimiento muy especial. Yo he metido goles en todos los equipos, pero el Córdoba es otra cosa. Yo soy de aquí. Éste era el sueño de mi vida. El otro día, con el partido de Las Palmas, era como si estuviera jugando yo. Cuando marcas un gol con el Córdoba sientes algo que no tiene comparación. En las gradas está tu gente, tu familia, tu afición. Yo tenía muchas ganas de triunfar aquí. Cuando vine después de pasar por el Recre, donde ascendí a Segunda con Joaquín Caparrós de entrenador, me pusieron en la mesa una oferta: un contrato de un año y renovación por objetivos, que si te digo la cantidad de dinero te mueres de risa. Me dijeron: o esto o nada. Y contesta rápido que tenemos a quince en la lista esperando. Y yo les dije que sí. Me empeñé en demostrar que valía para este equipo y lo hice.
P. ¿Qué les dice a los que siempre repiten que los futbolistas son unos privilegiados?
R. Que eso no es así. Tienes una época bonita, pero la vida real es otra cosa. Hace poco la Liga me invitó para dar una charla a los jugadores de la primera plantilla del Córdoba y del filial. Allí les conté mi experiencia antes, durante y después de ser profesional del fútbol. Sinceramente, el final de mi carrera fue muy duro. Tenía que seguir jugando para tener ingresos en casa, pero los clubes no me pagaban. Luego llegó la crisis, la falta de trabajo... Lo poquito que has conseguido ahorrar se termina y empieza otra vida distinta. Pasé dos años difíciles. Cuando estás metido en el fútbol no te preocupas de nada, es una burbuja. Siempre piensas que cuando salgas alguien te ayudará porque has sido alguien conocido, pero luego no es así y eres un ciudadano más.
Me llamaron de Sadeco para un contrato de cuatro años por una prejubilación y ahí estoy, trabajando por las noches, con "horario de murciélago", y que no falte"
P. ¿Cómo es ahora la vida de Alfonso Espejo?
R. A finales de 2012 me cambió todo. Me llamaron de Sadeco para un contrato de cuatro años por una prejubilación y ahí estoy, trabajando por las noches, con “horario de murciélago”, y que no falte. El fútbol no lo dejo. Estoy llevando en la Escuela Deportiva de Salesianos el fútbol 7, con unos 80 niños, y tengo todos los veranos mi Campus en el colegio. También estoy metido en la organización de la Copa Covap, un proyecto muy bonito. Y, además, mi hijo Sergio entró este año en los benjamines del Córdoba y han tenido una buena temporada. Él ha hecho muchos goles y no se le da mal.
P. ¿Qué balance hace ahora de toda su etapa en el fútbol?
R. Siempre positivo, siempre. Incluyendo los momentos buenos y los malos. He disfrutado tanto desde los ocho años, cuando empecé a jugar... Fui al Córdoba para hacer unas pruebas y me dijeron que no valía. Después me metí en el fútbol sala en Salesianos y empecé a jugar en el Don Bosco. En el último año de juvenil destaqué. Había en mi generación muchos que eran mejores que yo, con más cualidades, pero no tenían tantas ganas ni eran tan pesados como yo. Yo quería ser futbolista a toda costa y lo conseguí. Mi carrera no ha sido fácil. Yo tengo una suerte y es que disfruto entrenando, disfruto con el sacrificio. Para mí el fútbol es como un veneno. Yo le dije a mi padre que quería ser futbolista y jugar en el Córdoba. Y lo conseguí.
P. El Córdoba ya está en Primera.
R. Hay que conseguir que esto no se pierda. Cuarenta y dos años son muchos para conseguir este sueño. Ha llegado y ahora habrá que sufrir para seguir ahí. Habrá que tener paciencia, saber que hay que valorar mucho cada punto que se consiga. Jugaremos contra los mejores y esto es otro mundo, donde nadie te perdona y no hay segundas oportunidades. Igual que en Segunda puedes pasar una mala racha, en Primera no hay perdón. Te metes abajo y no hay quien te saque. Y eso le pasa a equipos con mucha calidad, con futbolistas contrastados. Igual que coges una serie de victorias buenas, te envalentonas y te vas arriba. Va a ser muy bonito. Lo que sí tengo claro, aparte de que habrá que retocar el equipo, es que para lograr la permanencia tendremos que poner de nuestra parte todos. Hay que defender esto. Y El Arcángel tiene que ser un fortín. Que aquí no gane nadie y que el que lo haga tenga que sudar sangre, como nos decían los que vivieron la época antigua en Primera.
Para mí el fútbol es como un veneno. Yo le dije a mi padre que quería ser futbolista y jugar en el Córdoba. Y lo conseguí
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