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Antonio Varo: “El coronavirus está tensionando todo lo que significa la globalización”

Antonio Varo | ÁLEX GALLEGOS

Juan Velasco

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Antonio Varo (Montilla, 1959) no pisa un jardín sin el zapato adecuado. 21 años y 8 meses llevaba en su puesto como jefe de la Sección de Epidemiología de la Delegación Provincial de Salud cuando se conoció la noticia de que había surgido un extraño virus en China. Seguramente, ese día comenzó a remangarse para la que, con toda probabilidad como él bien dice, sea su última crisis epidemiológica al frente de la Delegación. También una de las más exigentes de su carrera.

La entrevista de este primer domingo en cuarentena aspira a ser clarificadora. Y, de nuevo -dos semanas después de hablar con otro experto en la materia-, tranquilizadora. Se trata de una charla generosa con una de las personas que se encarga de controlar la expansión del coronavirus en Córdoba y que se produce el pasado viernes, el mismo día que el número de contagiados se multiplica por seis en apenas 24 horas. En ese marco cambiante, Varo y el periodista se acaban citando por la tarde en los jardines de Los Patos, prácticamente al mismo tiempo que el Gobierno anunciaba el decreto de estado de alarma que se acabó desarrollando este sábado.

En estos días que están pareciendo meses, a golpe de actualización, Varo sigue sacando tiempo para sentarse a escribir. Porque esta entrevista, todo hay que decirlo, tendría que haberse producido en otro momento. Esta entrevista no necesitaba la coartada del coronavirus para concertarse. Es pertinente porque Antonio Varo es epidemiólogo, sí. Pero resulta que también es médico, poeta, escritor, ensayista, miembro de la Real Academia de Córdoba y, aunque no lo diga ningún CV, un estupendo filósofo.

Y aunque gran parte del tiempo de entrevista se lo coma la gestión de la pandemia, lo mejor que se puede hacer antes de leerla es reparar en los versos que escribió Antonio Varo el jueves, entre parte y parte de contagiados. Puede que la poesía no nos salve de nada, pero tampoco puede hacernos daño en estos tiempos.

ABRAZO

Consuelo que aparece

en la quietud de la noche,

entre los cálidos brazos

y magentas de un broche

desnudo de palabras.

Quién rescatar pudiera

la memoria de ternura,

el aire húmedo de vida,

de deseo sin premura,

entre la escarcha y la sombra.

PREGUNTA. Me acabas de decir que ayer escribiste un poema y me sorprende. Siempre me ha fascinado la capacidad que has tenido para sacar tiempo para escribir. Los médicos echáis vuestras buenas horas y además, en tu caso, tienes que estar constantemente aprendiendo.

RESPUESTA. Es cuestión de organizarse.

P. ¿Y cómo te organizas los días?

R. Pues aprovecho los ratos de ocio que son los fines de semana. Y a veces levantándome a las cinco de la mañana. Pero bueno, el tema de la poesía no. Porque la poesía es inspiración, quieras que no. Como me pasó ayer con el poema del coronavirus. Evidentemente, cuando escribes un ensayo, una novela, un relato o algún artículo, necesitas tiempo. Y ese tiempo hay que sacarlo de los riñones. Que son los riñones de las vacaciones, de los fines de semana. A veces me pido días libres para hacerlo. Y levantándome temprano y acostándome pronto.

P. ¿Y es un desahogo?

R. No. Es que para mí escribir es... Yo tengo dos vocaciones, la literaria y la médica. En el fondo son dos trabajos.

Yo tengo dos vocaciones, la literaria y la médica

P. ¿Y los dos te los tomas como tal?

R. Bueno... Claro, uno es mi sustento, que es el trabajo profesional. Obviamente el trabajo literario no sirve para el sustento. Pero para mí son, más que dos trabajos, dos vocaciones, que no es exactamente lo mismo.

P. ¿Cuál te llega primero?

R. Pues no lo sé. Mi vocación médica me llegó por mi padre. Mi padre era médico y desde muy chiquito, desde que tengo uso de razón, me gustó aquello. Me llamaba la atención ver a mi padre allí en la consulta, que la tenía allí en Montilla, en la misma casa. Y yo recuerdo que mi vocación médica nació de aquella manera. La vocación literaria también me nació desde muy chiquito. Cuando empecé a estudiar en el Portaceli, con diez años, en Sevilla. Allí escribí mi primer relato, mi primer diario, mi primer poema, y ese tipo de cosas. Es decir, casi al mismo tiempo.

P. La literatura no ha cambiado demasiado, pero la medicina sí que ha cambiado desde entonces.

R. Oh, la medicina ha cambiado tanto como que hay cosas que antes eran malísimas y ahora son buenísimas y al revés. Yo recuerdo que cuando acabé la carrera decían que la dieta mediterránea era la peor del mundo. Lo decía además uno de los grandes popes de la medicina y la nutrición en España. No voy a decir el nombre, que ya lo he dicho muchas veces. Pues decía que el aceite era horrible, que si la dieta mediterránea esto y los españoles comíamos fatal, y en los años 80 cambiaron las tornas y a principios de los 90 la dieta mediterránea era la mejor. Y eso en ese aspecto. En temas de tratamientos ha cambiado muchísimo y ha aumentado la supervivencia. Hoy hay enfermedades mortales, cánceres que antes se moría la gente y ahora ya no se muere. Es decir, la esperanza de vida ha aumentado. Ha cambiado muchísimo.

P. Y la propia noción del médico.

R. La propia noción del médico es radicalmente diferente.

P. Tu padre era un médico que era otra cosa.

R. Absolutamente diferente. Un médico tenía una concepción del enfermo integral. No hablo ya del médico rural, si no también de hospital. Cuando yo empecé a estudiar la carrera ya había grandes hospitales. Y ahora hay una hiperespecialización que seguramente lo exige la propia dinámica de la medicina. De la medicina y también la propia dinámica de la sociedad, que exigen una hiperespecialización. ¿Qué ocurre? Pues que los médicos ya no tienen un concepto integral del paciente, del enfermo, de la persona. Se ha perdido mucho el humanismo médico, en ese sentido. No por que los médicos ya no sean humanos, no. Los médicos siguen siendo igual de humanos. Pero se les exigen unas cosas que antes no se le exigían.

Se ha perdido mucho del humanismo médico

P. Por ejemplo.

R. La medicina defensiva no existía antes. Eso no existía para nada. Evidentemente la medicina ha cambiado radicalmente. Uno de los problemas de la medicina que yo le veo actualmente precisamente es el tema de la tecnologías médicas. Las tecnologías médicas son buenísimas, cada vez mejores, pero no podemos fiarlo todo a un TAC, a un análisis DNA, a un genoma. Hay que tener una visión un poquitín más amplia siempre. Si tenemos una visión muy parcial no vamos a ver la concepción integral del enfermo y posiblemente lo curemos, pero quizá no lo curemos de la forma más óptima.

P. De la forma más humana.

R. Más humana. Bueno, con respecto a esto de humano había un médico en Madrid que se llamaba Letamendi, que decía que el médico que solo sabe de medicina, no sabe ni de medicina. Él tenía un concepto de la medicina humanista. Y en ese sentido, se ha distanciado algo del enfermo la medicina. Quizá habría que recuperarlo. No sé como porque...

P. Los resultados están ahí.

R. Sí. En la práctica y la realidad, los resultados son muy buenos en la medicina. La medicina que se hace hoy es estupenda, magnífica, pero quizá ese tono más cercano de la medicina habría que retomarlo.

P. Qué difícil.

R. La verdad es que sí.

P. ¿Qué es lo que te lleva a ti hasta la epidemiología? ¿Qué es lo que te encamina hasta esta rama?

R. Desde que estudié medicina, que aquí se estudiaba medicina preventiva en sexto. Y había una parte que era epidemiología que era eso de prevenir a mucha gente. A mí la medicina clínica siempre me ha gustado mucho. Yo he sido un médico que no ha dejado nunca la medicina clínica, aunque sea con parientes, amigos y cercanías. Y echo de menos ser más intenso en eso, la verdad. Lo que me gustó de la epidemiología es que es un concepto poblacional. Es decir, que como médico, tú curas a una persona o previenes a una persona, pero con la epidemiología tú puedes adoptar medidas en las que puedes conocer la población, puedes conocer sus factores de riesgo, puedes contribuir a prevenir y puedes hacerlo a nivel colectivo, no a nivel individual.

Esa es la gran diferencia. La medicina clínica estudia personas y la epidemiología estudia poblaciones. Es un concepto más amplio y por lo tanto los instrumentos son diferentes. El método epidemiológico no es el método clínico. Lo cual no quiere decir que el método epidemiológico no necesite al clínico, ni el clínico del epidemiológico. Así que creo que fue eso. Me gustó mucho esa manera de ver la medicina.

Las tecnologías médicas son buenísimas, cada vez mejores, pero no podemos fiarlo todo a un TAC

P. De alguna manera, es uno de los campos más políticos de la medicina.

R. Hay una epidemiología que se llama epidemiología social. Pero la epidemiología social lo que intenta buscar son las causas de por qué unas enfermedades son más letales en unos sitios que en otros. Porque, por ejemplo, los parados tienen más enfermedades. Porque en determinadas regiones donde hay tales industrias enferman... Eso es lo que se llama epidemiología social. Es más social que política, pero eso no quiere decir que, como bien dices, tenga repercusiones políticas. Porque evidentemente hay que tomar decisiones.

P. Estratégicas.

R. Estratégicas a nivel global. Desde la colectividad, de un país. Evidentemente eso son decisiones políticas. El epidemiólogo le presta los instrumentos a la autoridad para decirle: “Está pasando esto. Pensamos que sería bueno planificar”. Porque sobre todo la epidemiología sirve para la planificación sanitaria. Es uno de los grandes objetivos de la epidemiología. Que no sirva solamente para intervenir a nivel inmediato. Por ejemplo, un brote de una enfermedad emergente como está ocurriendo ahora mismo. Pues se interviene inmediatamente. Pero también sirve no solo la intervención inmediata, si no la intervención diferida, para planificar. Claro, en esto de la planificación interviene la política, que son los que tienen que asignar recursos. Son lo que deben priorizar una cosa u otra.

P. Antes hablabas de la peste negra, también podemos hablar de la gripe de 1918. A mí lo que más interesante me parece de estos brotes son los efectos digamos antropológicos. Cómo pueden acabar cambiando los hábitos de la sociedad.

R. Sí, de hecho, la peste negra cambió la economía europea. Se pasó de una economía medieval a una economía de mercado, burguesa. Y eso lo cambió la peste negra, entre otras cosas, porque se quedaron sin mano de obra. Es que murió la tercera parte de la población europea. Y al quedarse sin mano de obra, los pocos trabajadores que quedaban exigían unas cosas que no tuvieron más remedio que dárselas. Así que la peste negra cambió radicalmente la economía del mundo. No creo yo que otras epidemias hayan llegado a tanto, pero evidentemente producen convulsiones sociales.

P. Esta del coronavirus a donde nos lleva en este aspecto.

R. Hombre, yo no tengo una bola de cristal. Evidentemente puede ser uno de los retos. Yo creo que el coronavirus está tensionando todo lo que significa la globalización. La globalización económica y social. En todos los sentidos. Los cierres de fronteras, por ejemplo. ¿Qué pasa con los cierres de fronteras? La globalización implica que tú en un avión en diez o doce horas te plantas de China en Europa. Si cierras fronteras, eso va en contra de la globalización. La globalización significa que tú tienes puerta abierta a mano de obra, inmigrantes... Es decir, un tráfago de personas, de comercio... Esto ahora mismo está tensionando de alguna manera las puertas abiertas que son la base de la globalización. La interrelación económica en el mundo. Está por ver qué pasa. Yo no creo que haya una catástrofe económica en ese sentido. Pero es una reflexión personal.

La peste negra cambió la economía europea

P. Es lo que te pido.

R. Bueno, lo va a poner a prueba. Y lo mismo que en la crisis económica de 2008, se dijo que había que regular los mercados, posiblemente aquí se diga que haya que hacer algún tipo de consenso internacional y global sobre muchos aspectos. Aspectos sociales, aspectos económicos y por supuesto aspectos sanitarios que es lo que me concita a mí.

P. Hay escépticos como puede ser Zizej que dice que...

R. Slavoj Zizej, sí. Zizej siempre va en contra de todo. Como Peter Handke, ¿no? Si dices que hace sol estupendo, él dice que quizá la lluvia es más favorable. ¿Qué es lo que dice Zizej?

P. Que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Y en este caso se están viendo más voces apocalípticas que voces críticas con el capitalismo o el neoliberalismo.

R. Bueno, apocalípticos... Precisamente, las religiones milenaristas aparecieron con la peste negra. La famosa danza de la muerte, aquello que se ejecutaba en el que la gente iba una detrás de otra. Eso lo refleja muy bien la película El séptimo sello, de Igmar Bergman. Todas las religiones apocalípticas surgieron precisamente en aquella época. Surgieron las hermandades, las cofradías... todo tipo de cosas. Eran milenaristas por el miedo a la muerte. Y sin embargo, no ocurrió nada de esto. Bueno, lo apocalíptico atrae a nivel intelectual porque es como un fin. Lo apocalíptico más que un fin significa una renovación. A la condición humana le gusta lo apocalíptico porque parece que se va a renovar todo. Y como la condición humana a fin de cuentas se basa en la insatisfacción, pues siempre tiene un afán de renovación. Y en ese sentido, el apocalípsis nos gusta, yo creo que por eso. Las trompetas, el espectáculo...

P. Las distopías cotizan al alza.

R. Las distopías están de moda, sí. Hemos acabado con las utopías y ahora hemos pasado a las distopías. Es decir, de las sociedades perfectas a las sociedades malévolas, endemoniadas, autoritarias. Pero no es nada nuevo. Ahí tienes 1984 y Un mundo feliz.

P. Sí pero he de reconocer que a mí, visto cómo hemos evolucionado desde la crisis, que socialmente parece ya un mal recuerdo para el país, también me cuesta creer que esto que estamos viviendo ahora vaya a producir más que un pequeño maquillaje en el capitalismo salvaje neoliberal en el que estamos.

R. Es que una de las cosas que tiene el capitalismo es que es como los virus. Los virus se adaptan, cambian para adaptarse de un ser a otro. De un animal a otro, del murciélago a la civeta, de la gripe del ave al cerdo, del cerdo al ser humano, ¿no? Pues el capitalismo tiene también esa capacidad de adaptación. De todas maneras no es la primera crisis de este tipo. En el siglo XVI, si no recuerdo mal, fue cuando se dio la primera gran crisis económica, la de los tulipanes en Holanda. Fue la primera gran crisis a nivel económica y que se ha ido repitiendo de forma cíclica. Dicho lo cual, yo no creo que afecte demasiado al capitalismo.

A la condición humana le gusta lo apocalíptico porque parece que se va a renovar todo

P. Un pequeño maquillaje, especialmente en Europa, porque está en un momento bajísimo.

R. Claro. Porque siempre nos miramos el ombligo y pecamos de eurocentrismo. Porque, ¿qué es lo que está pasando en otros sitios? ¿Qué es lo que está pasando en el mundo asiático? ¿Qué pasa en África? África se nos ha olvidado y a lo mejor deberíamos aprender algunas lecciones de ese mundo, ¿no?

P. De hecho es que, si hablamos de coronavirus, podemos acudir a la historia reciente para ver lo que ocurrió en Asia con el SARS y en Oriente Medio con el MERS.

R. Claro. Se conocen siete coronavirus. Hay cuatro desde hace tiempo que producen enfermedades más leves: conjuntivitis, gastroenteritis, alguna enfermedad respiratoria leve... Y hay dos que produjeron enfermedades graves, que son el SARS, que se desarrolló en 2004, con cerca de 8.000 casos y un 10% de mortalidad. Y el MERS, que es a partir de 2012, con unos 2.500 casos aproximadamente, y una mortalidad de un 35% aproximadamente. De éste, pues no sabemos cuántos casos va a haber. Cientos de miles de casos, seguro. Porque ya llevamos 140.000 casos. Y una letalidad, no mortalidad que antes me he equivocado, una letalidad bastante inferior.

P. De qué porcentaje hablaríamos.

R. De un 2%. De un 2% al principio, porque esto lo que ocurre es que al principio se diagnostican los casos más graves. Pero después va disminuyendo porque después se diagnostican los casos más leves. Así que suele ir disminuyendo la tasa de letalidad.

P. La diferencia es que es el primer coronavirus con el que te toca batirte aquí en Córdoba, entiendo.

R. No. Yo he pasado aquí muchas.

P. Digo coronavirus.

R. No. Verás, con los otros también tuvimos nuestros protocolos. Lo que pasa es que no hubo ningún caso. Pero también tuvimos nuestra atención.

P. ¿Qué otros casos te has comido similares?

R. El tema del ébola también fue muy duro. Y antes que este, que es el más duro que yo estoy viviendo, es el tema de la Gripe A. Y también pasé una crisis sanitaria muy fuerte que fue el tema de la Meningitis C en el año 1997. Cuando cambia la tipología de la meningitis y pasa a la C. Había una vacuna que no funcionaba y entonces pues se decide en Madrid vacunar, se convierte en una crisis a nivel nacional y de pronto aparece una vacuna conjugada que sería buena. Aquella crisis fue también tremenda.

Hemos acabado con las utopías y ahora hemos pasado a las distopías. De las sociedades perfectas a las sociedades malévolas

P. El pasado es cíclico.

R. Pues sí. Cada diez o doce años entra una. Ya me quedan cuatro años para jubilarme así que espero que esta sea la última.

P. Estadísticamente, tiene toda la pinta.

R. Eso espero.

P. A mí me ocurre con la gripe A que recuerdo el brote porque había empezado a trabajar. Y es verdad que no fue ni remotamente parecido a nivel de histeria.

R. Posiblemente hoy haya más. En estos asuntos, demasiada información es una falta de información. Es el aforismo que hay que contar en este sentido. Este asunto de la histeria y la paranoia colectiva forma parte de la condición humana. Evidentemente no hay que alarmar, pero muchas veces cuando se dice “No hay que alarmar”, la gente se alarma más.

P. Sí, cuando alguien está alterado no es buena idea decirle “cálmate”.

R. Claro. Exactamente. Forma parte del carácter humano. Pero evidentemente las paranoias no son buenas, ni tampoco lo son determinadas actitudes. A veces estas crisis afloran lo peor de la condición humana. Pero también lo mejor. Yo me voy a quedar con la parte positiva.

P. Estas crisis potencian lo extremo, sí.

R. Claro. Aparecen circunstancias de xenofobia también. Pero yo creo que hay más cosas positivas que negativas.

P. ¿Dónde está la línea que separa el sentido común del pánico en este tipo de situaciones?

R. Pues hay quien dice que el sentido común no es el más común de los sentidos. El sentido común no hay que explicarlo. El sentido común son las medidas que se están tomando. A uno le pueden parecer excesivas, a otro le pueden parecer cortas. Pero son las medidas que se deben de implementar. La exageración no es buena. Pero no lo es a nivel social en ningún aspecto. Y quizá esa exageración social, que es lo que me estás preguntando, forma parte de esa histeria, de esa paranoia en determinados aspectos. Pero yo no creo que sea demasiado. Puede haber episodios puntuales. Vivimos en un mundo y en un país como España donde hay 46 millones de personas. Destacamos quizá que ha habido cinco o diez circunstancias determinadas, pero en general la gente no está tampoco tan histérica. El 90 y tantos por ciento de la población está preocupada.

Demasiada información es una falta de información

P. Estoy de acuerdo.

R. Por favor, claro. Tenemos que preocuparnos. El coronavirus es un virus nuevo. Ha emergido en China porque allí se dan unas circunstancias ecológicas y sociales que favorecen la interrelación entre los virus, las personas, los animales, el modo de vida. Es un dato que no sé si es exacto, porque es de memoria, pero sí es aproximado: de los 26 últimos virus que se conocen, 15 han surgido en China. Patógenos para el ser humano, digo.

P. ¿En serio?

R. Sí. Vamos a ver, la vida es variabilidad. Una cosa que tienen los virus es que mutan constantemente. Y de hecho una de las cosas que tiene este virus, que es un virus RNA, tiene una desventaja. Cada vez que se replica, se produce un error en ese RNA. Entonces, ese error significa que cambia la composición. Eso tiene una complicación, le resulta más difícil multiplicarse. Pero tiene una ventaja, que es capaz de adaptarse a diferentes animales. Es lo que le pasa a diferentes animales. Va buscando el animal y cuando coge alguno, de los millones de virus hay alguno que se adapta a ese.

P. ¿Qué has aprendido del coronavirus desde que los has podido estudiar directamente en Córdoba?

R. Pues ya se mucho. Pero quizá no todo lo que se debe hacer. En esta época, antes hablábamos de lo tecnológico, ¿no? Pues mira, del virus del sida se aprendió en pocos años más que de ninguna otra cosa en la historia de la medicina. Con este virus pasará igual. El genoma ya en época del sida no era tan fácil, y ahora el genoma se conoce. Se conoce cómo se transmite. No solo se conocen los mecanismos de transmisión, si no también los periodos de incubación. La historia natural de la enfermedad, en general. Eso no quiere decir que no haya flecos. Porque evidentemente, llevamos dos meses. Ten en cuenta que el primer caso es del 8 de diciembre, en China. Y hasta el 7 de enero, si no recuerdo mal, no es cuando China dice: Señores, hemos identificado un coronavirus. Y los primeros casos en España se dan a primeros de febrero.

Por lo tanto, he aprendido medicina, que es lo que a mí me gusta. He aprendido epidemiología también, que es lo que a mí me gusta. Y también he aprendido de las personas. Con lo cual creo que más cosas no se pueden aprender. Y hasta he escrito un poema (jajaja).

El sentido común son las medidas que se están tomando

P. Sí que te llevas cosas. A ver, duda: ¿Cómo se controla el contagio de este virus si, según he leído, se contagia cuando la enfermedad todavía no muestra síntomas?

R. No. A ver, una cosa, el coronavirus, en casi todos lo casos, el periodo de transmisibilidad, por lo que conocemos ahora mismo, es básicamente cuando hay síntomas.

P. ¿Ah sí? ¿No hay transmisión en el periodo asintomático?

R. Al parecer un par de días antes, cuando ya existen los prodromos, que son síntomas previos. Es decir, malestar general. Pero eso son muy pocos. Es bastante improbable. ¿Por qué? Creo que se va entender muy fácil. Los síntomas son básicamente tos, problemas respiratorios y fiebre. Entonces, se contagia básicamente a través de la tos, porque es de transmisión respiratoria. No es de transmisión aérea. Las mascarillas que lleva la gente por la calle no sirve de nada. Al revés, puede ser peor. Porque si tú le das la mano a alguien que tiene el virus, y tienes la mascarilla. Pues normalmente los que tienen la mascarilla se la colocan y se tocan la cara porque le molesta. Y lo principal es no llevarse las manos a la cara.

En cualquier caso, en este caso las transmisión es a través de la tos. A través de las gotitas de saliva. Si es de las gotitas de saliva tienes que tener síntomas. Entonces, una persona con síntomas la contagia si no guarda las medidas adecuadas. Pero en periodo asintomático puede ser, pero la probabilidad es muy inferior. Lo realmente arriesgado es no guardar las medidas adecuadas en una persona que tiene síntomas. Pero es que eso pasa con la gripe también. Si tú estás con una persona que tiene gripe a menos de un metro y te está tosiendo, o ha tosido encima de esto (señala el móvil) y tú lo coges y te lo llevas a la boca, pues puedes contagiarte.

P. Eso último es controvertido. ¿Cuánto dura en las superficies?

R. En las superficies puede estar el virus durante un tiempo, pero no es un mecanismo de transmisión eficaz. El mecanismo de transmisión eficaz es que yo esté aquí contigo tosiéndote y estornudándote y entonces, si yo tengo coronavirus o gripe, es muy probable que yo te contagie. Mucho más probable que si tú has tosido en la mesa y yo después pongo la mano encima de ella. Eso es muy difícil. Es una mecanismo de transmisión poco probable, lo cual no quiere decir que no haya que guardar las condiciones de higiene, limpieza o lavarse las manos.

Con la Gripe A también se empezaron a contar casos hasta que hubo un momento en que dejaron de hacerlo

P. Eso tampoco es nuevo. Recuerdo la gripe A, que la campaña para la higiene fue muy potente. Yo tengo la impresión de que si informativamente diéramos el número de contagios de la gripe a diario y pudiéramos ponerlo en contexto con el coronavirus nos llevaríamos una sorpresa.

R. Pero se sigue, con la gripe.

P. Ya me refiero a que si mostramos como crece una epidemia de gripe exponencialmente, diciendo los infectados diarios, como hacemos ahora, la gente se sorprendería.

R. Eso pasó con la Gripe A. Con esto va a pasar lo mismo. Con la Gripe A también se empezaron a contar casos hasta que hubo un momento en que dejaron de hacerlo. Y ya ni la prensa se interesaba. Se siguió contando a nivel epidemiológico, evidentemente. Con esto va a pasar igual.

P. Tengo esa impresión desde luego. Dicho lo cual, ¿el protocolo está siendo acorde a la peligrosidad del virus?

R. Evidentemente. Son unas medidas de contención. Hay un trípode en todo esto: agente, huésped y mecanismo de transmisión. Es una especie de triángulo. Tú lo que tiene que hacer es atacar el mecanismo de transmisión de esa cadena para que el agente no le llegue al huésped. Se llama triángulo de Davis. Estas medidas sirven en este caso y en el caso del évola o la gripe A para romper el mecanismo de transmisión. Entonces, si tú tienes una población que no guarda medidas para romper esta cadena, entonces, en vez de tener mil casos en tres días, puedes tener tres o cinco mil. Eso no quiere decir que el virus no se vaya a expandir, el virus se está expandiendo, obviamente.

P. Es imparable.

R. Hay una cosa que yo digo: No se le pueden poner puertas al campo pero sí se le pueden poner vallas. Vallas para que no pasen los animales, pero a lo mejor puedan entrar los pájaros. De alguna manera es una manera efectiva, más que eficaz, de romper el mecanismo de transmisión y de que una epidemia que se llama holomiántica, que sube mucho hacia arriba. No es algo raro. La gripe es así y se produce todos los años. Son epidemias que suben muy fuerte arriba y luego bajan para abajo.

P. Entiendo por tanto, que se hace ahora lo que no se hizo con la gripe A por desconocimiento del virus.

R. Sí se hizo con la gripe A.

(Sobre el contagio) No se le pueden poner puertas al campo pero sí se le pueden poner vallas

P. Con la gripe A no se tomaron las medidas tan extremas que se han tomado ahora.

R. Es que hay una diferencia, la gripe A a fin de cuentas, aunque era un subtipo nuevo, teníamos ya la experiencia de las epidemias de gripe. Es que epidemias de gripe hubo en 1918, en 1957, en 1968 y una famosa epidemia de gripe rusa que fue en 1977 y que fue la más chica de todas y que fue un virus que se escapó de un laboratorio. Y después tuvimos la de 2009. Es decir, la gripe es un virus que a fin de cuentas lo tenemos asimilado. Yo recuerdo un chiste de Gila que decía: “¿Cómo está su mujer? Pues se ha muerto. ¿De qué? De gripe. Ah, pues entonces no tiene importancia”. Estamos acostumbrados. Esto no. Es un virus nuevo y no hay inmunidad. Y al no haber inmunidad...

P. Ahí vamos, ¿qué te parece la medida que ha tomado Reino Unido de dejar que virus corra para generar anticuerpos?

R. Bueno, no me parece sensato. Yo creo que la obligación que tenemos es cortar el periodo de transmisión y que el impacto sea cada vez menor. A mí, lo de UK me recuerda a las party sarampión que se hacían en los años 60. Yo pasé el sarampión así. Cuando alguien tenía sarampión se juntaba a muchos niños para que lo pasaran. Y el sarampión, mata. De hecho, una de las grandes epidemias que estamos teniendo en el mundo, un problema realmente gordo, es el sarampión. Cientos de miles de caso y están muriendo miles de niños por el tema de los antivacunas. Hay determinados países en los que se ha dejado de vacunar. Afortunadamente en España no estamos en esa situación. Dicho lo cual, las medidas de Reino Unido no me parecen razonables ni sanitaria ni epidemiológicamente hablando.

P. ¿En España hay un único protocolo?

R. Sí lo hay. Lo que pasa es que es razonable que cada comunidad adapte su protocolo a las circunstancias concretas que tenga.

P. Digamos que vosotros los sanitarios sí que entendéis eso perfectamente, pero es verdad que a nivel social cuesta mucho más entender que haya protocolos adaptables. Sobre todo cuando los políticos usan las competencias como arma arrojadiza.

R. Bueno, yo creo que está habiendo una buena coordinación. Yo creo precisamente que una de las cosas que podemos aprender aquí es que puede haber coordinación a nivel sanitario. Y yo sinceramente creo que la está habiendo. Yo creo que existe un consenso sanitario a nivel nacional.

Las medidas de Reino Unido no me parecen razonables, ni sanitaria ni epidemiológicamente hablando

P. ¿Cómo valoras la gestión a nivel gubernamental?

R. La pregunta es ¿qué es lo que puede hacerse en estos momentos? Yo no creo que pueda hacerse otra cosa. Hay quien dice: “Se podría haber hecho hace una semana”. Claro, pero es que las circunstancias hace una semana no son las de ahora. ¿Y por qué no hace un mes?

P. Si se hacen la semana pasada, para mucha gente habrían sido excesivas. Y ahora llegan tarde.

R. Y hace un mes habría sido imposible adoptar estas medidas. Lo que ha ocurrido en Italia ha sido una cosa tan tremenda...

P. Aquí quizá lo que nos distingue es que tenemos una relación muy cercana con la sanidad. Que la gente va al médico con mucha regularidad. A veces incluso más de lo debido.

R. Hombre, nuestro sistema sanitario público es fuerte. Es potente. Pero por ejemplo, el Reino Unido también tiene un sistema de salud pública fuerte, aunque el Gobierno de Thatcher le pegó un buen bocado.

P. El Gobierno ha anunciado que va a decretar el estado de alarma hace un rato. No lo ha concretado aún, pero ¿cuál crees tú que debería ser la medida más inmediata? ¿Quizá aislar Madrid?

R. Bueno, es pronto para saberlo. Hay que esperar a mañana.

P. ¿Has hablado con tus hijos estos días?

R. Sí. He hablado con Rosauro (también médico, residente en Barcelona). Y bueno, él no está especialmente preocupado. A mí me preocupa más bien Elenita, que la chiquilla está sola en Madrid. Y va a estar dos meses encerrada en su casa. Yo tenía previsto ir el primer fin de semana de abril a Barcelona y no voy a poder ir. Obviamente.

P. ¿Vas a estar entretenido hasta abril?

R. Bueno. Sí. Desde luego.

La pregunta es ¿qué es lo que puede hacerse en estos momentos? Yo no creo que pueda hacerse otra cosa

P. ¿Alguna vez te planteaste irte de Córdoba tú?

R. Sí. Más de una vez. Sevilla o Madrid. Pero sobre todo Sevilla. Y más de una vez. Lo que pasa es que Córdoba te engancha y dices: “Si estoy cómodo de aquí ¿para qué me voy a ir?”. A veces uno raja de Córdoba...

P. Es algo muy cordobés.

R. Yo creo que de todos sitios. Quizá el sevillano menos. Pero el malagueño raja de Málaga, el granaino raja de Granada, y el montillano raja de Montilla. Yo creo que Córdoba tiene algo que te hace decir: “Coño que me quiero ir, que no soporto esto de los cordobeses, que me voy”. Pero no te vas.

P. Es una ciudad que te pega unas buenas hostias de cuando en cuando.

R. Yo de todas maneras me hubiera ido a Sevilla. Ahora ya no, evidentemente. Hace 20 años. Yo, de hecho, el primer trabajo que pedí era en Sevilla. Pero me vine a Córdoba. Yo estaba parado, recién terminada la carrera, tenía un niño que se llamaba Rosauro, y tenía que trabajar. Y cuando yo acabé la carrera, el paro era tremendo, solamente en Córdoba había, no sé, ¿miles de médicos parados puede ser? Me parece a mí que sí. Que era algo horrible. Así que el primer trabajo que me dieron, lo cogí.

P. Para la poesía tiene algo Córdoba, también.

R. Córdoba es muy poética. Hay gente que dice: “Qué cantidad de poetas que hay en Córdoba”. Pues mira, eso está bien. Mejor poetas que no gente que vaya poniendo bombas. Aunque a veces, la verdad es que no te da tiempo ni a ir a los actos poéticos. Pero bueno, más allá de eso, el entorno cordobés es muy poético. Córdoba es una de esas ciudades que viven esto.

P. Ahora que se habla de confinamiento, y que vamos a tener que pasar unos días en casa, recomiéndame un par de libros.

R. Puff... Son tantos los libros... Bueno, mira, dos centroeuropeos. Uno antiguo y uno moderno. El moderno lo acabo de leer que es de Olga Tokarczuk, la Premio Nobel polaca. Se llama Los Errantes. Es magnífico. Una literatura un poco especial. No es un best seller ni lo será nunca. Y uno antiguo de los años 30 o los años 20, que es La marcha Radetzky de Joseph Roth. Ese libro yo lo suelo recomendar porque Joseph Roth es uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Lo que pasa es que hay otros que tienen más nombre.

Agnóstico es el que no se atreve a llamarse ateo

P. Pensaba que me ibas a recomendar uno de los tuyos.

R. ¿De los míos? Puff. Hay uno que podía recomendar que se llama Augurio, pero por el título quizá no sea el más adecuado. Mi último libro, Cuaderno de la playa.

P. Ese también tiene lo suyo. A los madrileños les tiene que sonar a coña.

R. Bueno, ese mismo. El último.

P. Ahora que hablamos de literatura, aprovecho para reivindicar Andrómina, la editorial y los premios, porque fueron unos premios feministas, antes del boom mediático del feminismo.

R. Claro, Andrómina instituyó el premio Leonor de Córdoba hace veintitantos años. Y es verdad que era solo para mujeres. Y bueno, lo dejamos. Pero yo creo que las cosas se hacen, no para que se eternicen, pero sí para poner nuestro granito de arena por la labor de la igualdad y la lucha de la mujer.

P. Y desde luego tenía mucho más sentido que cuando lo dejastéis.

R. Efectivamente. En esa época de hecho había muy pocos premios.

P. ¿La editorial la sigue llevando Elena Cobos y para adelante no?

R. Sí sí. Y editando tres o cuatro libros todos los años. Ahora tenemos varios en cartera y quizá este año publiquemos algunos más. Es una editorial artesana pero que lleva ya 20 años y que ha publicado ya cerca de cien números y de gente de mucha categoría, desde Vicente Núñez, a Carlos Clementson... Gente de categoría.

P. ¿Qué diría Vicente Núñez de lo que está pasando? ¿Qué sofisma haría?

R. Pues seguramente haría un sofisma. Virus significa veneno. Así que quizá: “El coronavirus es el veneno de la corona”.

P. El rey. Entre la medicina y la poesía no sé qué espacio ocupa dios en tu vida.

R. Bueno, lo ocupó en una época. En una época importante. Yo siempre he dicho que agnóstico es el que no se atreve a llamarse ateo. Y yo siempre he estado en esa tesitura. Porque a fin de cuentas yo no estoy seguro de nada en la vida. No estoy seguro ni de mí mismo. Así que como voy a estar seguro de una cosa tan grande como es la existencia de dios. Así que hace muchos años ya que...

P. ¿Te pones a ti mismo en cuarentena no?

R. Sí. Jajaja. Me pongo a mí mismo en cuarentena. Ahora no. Evidentemente yo respeto toda creencia y creo que, antropológicamente, el hombre necesita una referencia. Sea la religión, sea el amor o sea otra persona. De la existencia necesitamos, más que una justificación que no se la encuentro, un consuelo. Había un libro, de mis favoritos, el diario de Emil Cioran. ¿Lo conoces?

P. No.

R. Es un filósofo rumano que, con el título del libro, te resumo toda su filosofía: Del inconveniente de haber nacido. Y una de las cosas que dice en ese libro es: “Cometer todos los crímenes, menos ser padre”. Y yo creo que el capullín de mi hijo Rosauro lo mismo lo leyó un día y por eso no quiere ser padre.

P. ¿La política te tentó alguna vez?

R. Me tentaron.

P. Te tentaron.

R. Sí, me tentaron a nivel local. Pero lo digo aquí de verdad: la ilusión de mi vida no es ser concejal de mi pueblo. A mí me gusta mi pueblo para pasear e ir a ver a la gente que me quiera. Y me lo paso muy bien. Me lo paso genial. Y el fin de semana pasado estuve allí y me lo pasé genial y fui a ver a Rocío Márquez en mi peña flamenca. Que además es amiga mía.

P. Es la segunda entrevista que hago esta semana que termino hablando con alguien de Rocío Márquez.

R. Pues lo es y me lo pasé de puta madre. Y sobre la política: En la política te tienes que ofrecer y tienes que llamar. Y yo no lo hago ni lo haré en mi vida. Yo no quiero nada. Yo estoy en mi casa sentado. Si me quieres llamar, me llamas. Ahora, a mí me preguntan: ¿Tú querrías haber sido diputado o senador? Yo sí. Claro que sí. O delegado de Salud. Pero hay que entrar en unos circuitos que con mi carácter no van.

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