Dragisa Gudelj: “Mi corazón siempre va a estar con el Córdoba CF”

La vida puede cambiar en cuestión de minutos, de segundos. Lo que hoy puede parecer un camino de rosas, al día siguiente puede ser un infierno. También puede ser al revés, lo que hoy se vea como una dificultad, mañana se convierte en una virtud. Pero lo que está claro es que no hay nada seguro en el futuro. En este caso, Dragisa Gudelj lo tenía todo para ser un futbolista profesional y despuntar en las categorías cabeceras del fútbol europeo. Calidad, físico y personalidad. Además, se había convertido en una pieza clave en el proyecto del Córdoba CF, pero todo se truncó en un partido disputado en El Arcángel.
Dragisa Gudelj sufrió una parada cardiorrespiratoria el 25 de marzo de 2023. Fue en un encuentro en el coliseo califal entre el Córdoba CF y el Racing de Ferrol. Ese duelo tuvo que suspenderse después de que la actuación médica por parte del club blanquiverde saliese al terreno de juego de inmediato. El jugador serbio pudo recuperarse, implantándose un Desfibrilador Automático Implantable (DAI) que le hizo, incluso, volver al fútbol de élite para la siguiente temporada. Sin embargo, este problema de corazón fue más allá, ya que, el 3 de diciembre de 2023, le volvió a dar un episodio de taquicardia en Melilla que ya le obligó a retirarse de este deporte.
Miedo, ansiedad e incertidumbre por cómo sería su vida fuera de la disciplina futbolística. Justo dos años después, Dragisa Gudelj atiende a Cordópolis con la sonrisa que le caracteriza y con positivismo de cara al futuro. Sabe que ha vivido una época muy complicada, pero también que es una batalla que ha afrontado con la fuerza tanto de sus amigos como de su familia. Ahora, llega a las puertas del H10 Palacio Colomera, que dio a este periódico todas las facilidades posibles para realizar dicha entrevista. De fondo, Las Tendillas. Recuerda su etapa como jugador, pero sin olvidar que en unos meses o años podría volver a Córdoba para ayudar lejos del terreno de juego. El crecimiento de una persona que valora, más si cabe, el día a día.
Es difícil acostumbrarte a la nueva vida
PREGUNTA. Dos años ya de tu primera parada cardiorrespiratoria. El 25 de marzo de 2023. Ese día, imagino, te cambió la vida.
RESPUESTA. Sí. Es una vida completamente diferente, aunque sigo ahí en el fútbol. Me gusta quedarme en el fútbol de otra manera. Yo creo que todas las personas que se han retirado del fútbol profesional saben exactamente de lo que estoy hablando. La vida no es lo misma y son las costumbres lo que pierdes: el vestuario, todos los días entrenando... Es que es parte de tu vida y se te quita de repente en un momento. Obviamente, una cosa radical, ¿no? Ya es tema de acostumbrarse, pero es una cosa que siempre es difícil. Se puede aceptar, pero es difícil acostumbrarte a la nueva vida, sobre todo ahora porque todo es reciente y ha pasado solo poco tiempo.
P. 25 años dedicándote al fútbol. Por tanto, todo tuvo un inicio. ¿Cómo empezaste en este deporte? Tu familia te habrá ayudado en este sentido.
R. Sinceramente yo creo que no tenía otra opción. Desde el momento que nací, mi padre lo único que nos regalaba era una pelota. Entonces yo si quería hacer algo diferente, pues no tenía opción porque desde el inicio ya empezó a gustarme el fútbol. Tenía un hermano grande que jugaba el fútbol y entonces, ¿qué haces después del colegio? Después de llegar a casa, vas fuera con tu hermano, juegas el fútbol, tu padre futbolista... Además, donde tú vas te reconocen por ser el hijo de tu padre que en ese día jugaba en la élite y era un jugador muy importante para el club. Le querían mucho los aficionados. Entonces, ya creces en un círculo de un ambiente de fútbol, fútbol y fútbol. Y ya desde ahí empecé con tres años. Creo que ya al momento que podía chutar una pelota ya mi padre me inscribió en un equipo por ahí en el pueblo y ya en poco tiempo, creo que en dos años, ya entré en el NAC Breda, el club de nuestra ciudad. Y bueno, mi padre, jugador de primer equipo, mi hermano también estaba en la cantera y yo empecé a jugar como niño.

P. Como tú has dicho, has sido 'hijo de' desde tus inicios y cuando creciste eras hermano de Nemanja. ¿Te ha pasado factura eso o te ha molestado encasillarte en el 'hijo de' o el 'hermano de'?
R. Pues mira, sinceramente, mi hermano y yo ya teníamos el problema desde el inicio. Un poco lo de que es 'el hijo de, el hijo de mi padre', solo que a él no le afectaba tanto porque no eran tan intensos. No era un tema tan grande porque al final, yo era como el tercero que llegaba, y es como… ya es mucho más difícil, ¿sabes? Al final, eres el hijo, pero también eres el hermano por todos lados. Si se habla de fútbol, pues era 'el hermano grande', ¿sabes? Porque era el mayor que había llegado. Yo ya jugaba al fútbol profesional cuando era joven, y obviamente, sobre todo en España, te miran por ser 'el hermano', y yo creo que lo sentí durante toda mi carrera. No diría que era una presión, pero sí una dificultad. No es que la gente te compare directamente, pero te tienen envidia por todo lo que está pasando. Hay gente que piensa así.
Pero sí que es verdad que el primer momento en el que llegué a Córdoba fue cuando noté que me querían por Dragi, por quién soy yo, por lo que hago en el campo, por lo que estoy dando al club y a la afición, por cómo estoy jugando. Me querían por ser yo. Y eso es lo que hizo que Córdoba entrara en mi corazón, porque aquí no era 'el hermano', 'el hijo“'o cualquier otra cosa. No. Era Dragi. Y nuestro Gudelj es Dragi. Y eso me dio fuerza, ¿sabes? Me dio fuerza para dar tanto al club, para mejorar, para convertirme en capitán… Me dio todo eso porque, al final, noté el valor, ¿no? El valor de la gente del club, que confían en mí y que están detrás de mí. Por eso.
P. Es que porque seas 'hermano de' o 'hijo de alguien' no significa que seas bueno en un deporte en concreto.
R. Obviamente. Mira, puede ser que en los genes haya un tipo de habilidad natural para los deportes, ¿no? Yo, por ejemplo, practicaba muchos deportes y me iba bien en todo, ¿sabes? Sí, mi padre era futbolista, mi madre jugaba al basket… Entonces, sí que vengo de una familia deportiva, y eso ayuda, obviamente, porque lo único que piensas es en jugar, en practicar deportes. Pero eso no tiene nada que ver. No tiene nada que ver que seas 'el hijo de no sé quién'. Porque mira, hay muchos casos de hijos que no son lo mismo que sus padres, o de hijos que son mucho mejores que sus padres, o de hermanos que superan al otro. Eso es algo totalmente… No tiene nada que ver. Es difícil. Yo me puedo imaginar lo que siente Theo en Córdoba. Es un ejemplo similar al mío, solo que su padre era Zidane, el mejor centrocampista del mundo para mi gusto. Y, obviamente, sé lo que siente. No es fácil para un chico así. Theo es un futbolista tremendo. Yo jugué contra él y es un muy buen chico, muy buen futbolista. Solo que está en la misma situación. Y seguro que hay gente que lo mira solo por ser 'el hijo de'. Pero ese chico tiene su propio camino. Su camino ya veremos dónde le lleva. Yo le deseo lo mejor, pero todos tenemos nuestro propio camino y no hay que comparar unos con otros.
Yo quería ser como Sergio Ramos
P. Retomando un poco más tu inicio… ¿Siempre pensaste en ser defensa? Porque con el golpeo que tienes, parece que podrías haber sido centrocampista o delantero.
R. La verdad es que yo empecé como extremo izquierdo porque era muy chiquitito. Yo sé que ahora soy grande, fuerte y alto, pero pegué el estirón con 19 o 20 años. Tuve un crecimiento tardío, y por eso se me hizo un poco difícil al inicio de mi carrera. Cuando eres joven y tienes talento, al final… Yo jugaba en el Ajax, pero lo que me faltaba era el físico. No podía llegar a ese nivel, porque yo entré con jugadores que pesaban 20 kilogramos más que yo y medían 20 centímetros más. Entonces, era muy difícil para mí acostumbrarme. Siempre me iba bien por mi técnica, pero crecí tarde.
Empecé como extremo, después me bajaron a lateral porque podía atacar pero también defender. Siempre tuve como referente a Sergio Ramos. Ahora es muy buen amigo de mi hermano, pero cuando era joven, él era mi referente principal. Yo quería ser como él. Él hizo el cambio de lateral a central, y yo también quería hacerlo. Siempre me atrajo el rol de central. Me gustaba ser el líder del equipo desde atrás, dirigir, ser el capitán del barco, ¿sabes? Los centrales suelen ser los líderes, los que manejan el equipo desde atrás, los que ven todo. Siempre me llamó la atención. Cuando llegué a Cádiz, jugué de lateral y luego empecé a jugar como central. Ya cuando llegué a Córdoba, entré completamente como central. Y ahí sentí que estaba en casa. “Este es mi sitio”. Aquí es donde puedo mejorar y crecer como jugador.
P. De hecho, hablando de Sergio Ramos, me acuerdo de una segada tuya en Málaga cuando estaba el Córdoba CF en Primera RFEF que era muy parecida a una que hacía él.
R. Sí, sí. Bueno, la verdad es que en cada partido tenía unas jugadas así, pero en Málaga, en ese estadio, con tanta gente y en un partido tan importante, hacer eso con tanto riesgo... Sí, bueno, es un momento que queda, creo que para muchos cordobesistas. Pero en el momento no piensas en eso. Tú imagínate... No sé si esto lo he dicho en público antes, pero contra el Málaga me pasó la primera taquicardia. La primera vez que me ocurrió fue en ese partido. Cuando volvió a pasar, en el primer partido contra el Málaga, fue en el minuto 70, creo, o algo así. Me pasó la primera taquicardia, algo que nadie sabía.
Noté que me estaba perdiendo, solo que en ese momento se quitaba. No iba a más, no llegó a ser una parada cardíaca completa, pero sentía el mareo, como unos segundos, y seguí jugando perdido. Ahora lo pienso y digo: “¡Increíble lo tonto que fui!”, pero en ese momento, estando en el campo, con el brazalete, ganando 1-0 en Málaga, pensaba: “Bueno, ya está, yo voy a jugar y lo que pase, pasa. Mi equipo no lo voy a dejar así. Tengo una responsabilidad y no quiero fallar”. Es que es de cabeza loca. No es que sea cabeza loca, es más bien inconsciencia. ¿Lo tienes o no lo tienes? Eso está dentro de ti o no lo está. La gente puede decir que es locura, que es una tontería. Sí, puede ser. Ahora, pensándolo desde fuera, digo: “Si fuera mi hijo, le daría una torta”. Obviamente le diría: “Te ha pasado esto y tú sigues jugando, tienes que bajarte al suelo directamente y pedir el cambio”. Pero en ese momento, yo seguí jugando.

P. ¿Y no dijiste nada a nadie?
R. Todo eso pasó después, solo que la gente no lo sabía. Creo que nunca lo he contado en una entrevista. Y es algo bastante fuerte. Después llamé al doctor en el autobús y le dije: “Doctor, me ha pasado esto”. Y él, directamente, revisó los datos porque estábamos conectados al aparato. Miró las pulsaciones, llamó al hospital, lo verificó todo rápido y me volvió a llamar diciendo: “Te ha pasado una arritmia de ocho segundos”. Ahí se me cayó el mundo. Estaba en el autobús y se me salían las lágrimas, pero intentaba aguantar. Nadie sabía nada. Solo llamé al doctor, ni a mi familia ni a nadie, solo al doctor Segura, mi cardiólogo. Le dije: “Doctor, no estoy bien, algo está pasando”. Me controlaron y me confirmaron que había sido una taquicardia. Me relajé, pero yo empecé a estresarme, pensando: “Entonces, ¿ya está?”.
Cuando volví a jugar, le dije a mi hermano: “Si me pasa una vez más, lo prometo, dejo el fútbol”. Después probamos un tratamiento con medicación para ver si podía seguir jugando. Jugué dos o tres partidos con el tratamiento, que impide que te suba la adrenalina, pero al final no llegas al mismo nivel físico. Te sientes cansado y no es lo mismo. Y luego pasó lo que pasó... la segunda vez. Pero sí, después de esa vez, probé otra vez. La gente piensa que seguí después de una vez, pero la verdad es que seguí después de otra taquicardia.
P. Te han dado tres, entonces.
R. Sí, bueno, no fue una parada cardíaca, pero sí una taquicardia que, si dura un par de segundos más, te caes. Para la gente que no lo sepa y esté leyendo esta entrevista...
P. Aun así, la primera fue el 25 de marzo de 2023, hace ya dos años. Ahí tuviste una parada cardíaca frente al Racing de Ferrol. Y ahí cambió tu vida por completo.
R. Sí, ese día está tatuado en mi memoria. Para mí es el día más especial del año. Ayer estaba solo en casa y pensaba en lo agradecido que estoy de seguir aquí. Es un día lleno de recuerdos difíciles, pero al final del día estoy aquí, hablando contigo, cuando podría haber sido de otra manera. Estoy agradecido.
En Málaga me volvió a dar una taquicardia, pero no quise dejar al equipo solo
P. Yo también estaba en el campo aquel día y creo que es la primera y única vez que escuché el silencio en El Arcángel.
R. Sí... Se me pone la piel de gallina al pensarlo. Yo no me enteré, claro, pero me han contado que nunca se ha visto algo así en la vida. Un silencio inexplicable. Creo que los aficionados saben perfectamente lo que significa Córdoba para mí. Saben que con una pierna menos seguiría corriendo. No sé cómo, pero buscaría la manera. Estoy agradecido porque esto se ha valorado. Para mí es un orgullo ver comentarios, que la gente me pare por la calle y me diga que me he convertido en una leyenda del Córdoba.
P. De hecho, ya marcaste historia antes al llevar el 8, ¿no? Parecía un número que nadie iba a coger, pero llegaste tú.
R. Sí, el número significa mucho para mí. Cuando llegué, me dijeron que nunca se había llevado el 8, que era un número especial, un peso. Pero al final, la gente pasó de pensar “es el número de Juanín” a “es el número de Dragi, de Gudelj”. Para mí, el 8 siempre será mi número. Se une a personas que dejan huella en el club. Y ahora, después de todo, toca la recuperación.
P. Después de ahí tocó recuperación. ¿Cómo fue?
R. Pues, sinceramente, de todo lo que me ha pasado, lo más fácil. Te lo digo de verdad, porque mentalmente estaba muy, muy bien. Vamos, me podía hablar cualquier doctor, familiar o cualquier persona en el mundo sobre si debía seguir o no, pero yo lo tenía claro en mi cabeza: iba a seguir. Lo supe desde el tercer día en el hospital. Tenía claro que volvería a jugar.
Solo era cuestión de entender lo que me había pasado. Pensé: “Vale, estoy bien. Vale, pónganme el aparato y me voy”. Así de sencillo. Mentalmente era muy fuerte. Quería salir al campo lo antes posible. Empecé la recuperación y tuve que estar un mes parado porque el aparato requería ese tiempo para asentarse. Después de eso, comencé a trabajar físicamente, a recuperar volumen y fuerza. Y mira, el 25 de marzo pasó lo que pasó, pero en julio ya estaba jugando mi primer partido contra el Sevilla.

P. Contra tu hermano.
R. Sí, contra mi hermano. Jugué 45 minutos. El míster me preguntó. Yo en la primera semana entrené como comodín, y me dijo: “Dragi, ¿quieres jugar ese partido? ¿Cómo te sientes?”. Al final, la gente lo ve desde fuera y piensa: “Este tipo vuelve al campo después de haber muerto cuatro minutos”. Es algo que no hace cualquiera. Pero para mí era normal. Le respondí: “Sí, estoy bien. No te preocupes”. La primera semana entrené como comodín para evitar lesiones o cualquier complicación. Luego me volvió a preguntar: “¿Quieres jugar?”, y yo le respondí: “Sí, quiero jugar. Quiero empezar ya y también quiero ser titular. Yo mismo marcaré cuánto puedo jugar y cómo me siento”. El plan inicial era que jugara 20 minutos, por recomendación del doctor. Pero terminé jugando 45 porque insistí en que me sentía bien. Estaba bien. Quería seguir jugando.
P. Y por ti hubieras jugado los 90 minutos, imagino.
R. Si hubiera podido, los habría jugado. Vamos, al final era un partido contra el Sevilla. Pero bueno, también mantuve la cabeza fría. La recuperación iba bien, mejoraba, entrenaba con normalidad. Creo que cuando volví, la gente se preguntaba: “¿Volverá Dragi con la misma forma?”. Y volví mejor. De hecho, era el único jugador que había disputado todos los minutos hasta que me pasó la segunda vez. La gente no se lo creía. Nadie me obligó tampoco, pero es así. Mentalmente estaba preparado para todo. Después, cuando tuve la taquicardia antes de la segunda vez, seguí jugando. Seguía buscando formas de continuar. Pero después, cuando me volvió a pasar, cuando sufrí la segunda taquicardia, supe que algo no iba bien. En esos 10 segundos de mareo, noté que no se me pasaba y pensé: “Voy a morir”. Fue en ese momento cuando empezó el sufrimiento, la lucha interna, la ansiedad, los ataques de pánico. Llegué a tener miedo de vivir. Me despertaba con miedo de si seguiría vivo o no.
Esos 10 segundos de mareo eran diferentes. Se intensificaban en lugar de desaparecer. En el vídeo se ve cómo pido el cambio: “¡Iván, Iván!”. Y en ese instante, cuando me empiezo a caer, es como si toda mi vida pasara delante de mis ojos. En ese momento no pensé en la máquina. No pensé en nada más que en el hecho de que me estaba muriendo. Esos 10 segundos marcaron mi vida. Me cambiaron para siempre.

P. ¿Empezaste a tener miedo?
R. Sí. Los primeros seis meses, incluso el primer año, tuve miedo. Imagínate: yo, que no tuve miedo de volver al campo después de una parada cardíaca, de repente tenía miedo de levantarme por la mañana y no saber si iba a estar bien. Porque ahí es cuando de verdad te enfrentas a la muerte. Cuando me caí contra el Racing de Ferrol, no me enteré. Solo desperté preguntando: “¿Qué ha pasado?”. Pero la segunda vez fue diferente. Ahí sí fui consciente de que me estaba yendo. Yo siempre he sido fuerte mentalmente. Pensaba que la ansiedad no me afectaría. Pero empecé a sentirme raro. Cuando volví a Córdoba y al estadio, la gente me veía con admiración, me decían que era fuerte, que tenía mucho valor. Pero por dentro, lo pasaba mal. Tenía ansiedad, mis pulsaciones se aceleraban. Incluso cuando iba a ver partidos ya retirado, tomaba medicación porque me afectaba demasiado.
Pero poco a poco fui mejorando. Aprendí a vivir con ello, encontré a Dios en un nivel más profundo y acepté mi situación. Me di cuenta de que mi corazón estaba bien, que podía tener una vida normal y tranquila. Con el tiempo, el miedo desapareció. Pero el primer año fue difícil.
Correría con una pierna menos si es por el Córdoba CF
P. ¿Qué te dijeron tus padres?
R. Después de la primera parada cardíaca, ya no querían que volviera a jugar. Pero claro, tenía 26 años y era mi decisión. Me apoyaron, aunque no estuvieran de acuerdo. Cuando pasó la segunda vez, ahí sí me dijeron: “Ya está. Olvídate”. Y es normal. Yo mismo lo entendí. ¿Qué iba a hacer? ¿Seguir jugando hasta que me volviera a dar? No. Eso ya era una falta de respeto. Si eres creyente, sabes que Dios te da oportunidades. Me dio dos oportunidades de vivir. Si hubiera intentado jugar otra vez, habría sido como escupirle en la cara y decirle: “Voy a intentarlo una vez más, a ver qué pasa”. Pero no. Nadie es inmortal. Todos podemos morir mañana. Hay que ser agradecidos por cada día que se nos da.
P. Te voy a preguntar por dos nombres. Uno es Nemanja, tu hermano. Subió aquella foto icónica a redes con todos los cables y estuvo ahí cuando más lo necesitabas.
R. Sí, mi hermano me apoyó en todos los sentidos. Primero, él me dijo: “No, mira, Dragi, por favor, no quiero que vuelvas a jugar”. Prácticamente había perdido a su hermano, ¿sabes? Casi. Y eso no quieres que le pase a nadie. Imagínate perder a tu hermano pequeño… Mi padre perdió a su hermano en la guerra de Serbia cuando tenía 20 o 21 años. Y por eso mi nombre viene de ahí. Todo tiene un poco de sentido.
Al final, él estuvo ahí. Tuvimos muchísimas charlas durante esa época y siempre intentó buscar lo positivo. Él sabe perfectamente cómo me siento, cómo me he sentido y todo lo que he pasado. Pero mira, nadie puede entender exactamente lo que pasé. Nunca. Ni mi hermano, ni cualquier futbolista, ni Eriksen. Porque al final, el sentimiento que he experimentado yo, las noches sufriendo solo en casa, sudando, llorando… eso solo lo sé yo. ¿Sabes lo que te quiero decir? El dolor que me ha construido, eso solo lo sé yo. Mi hermano sí que ha estado muy cerca y puede entenderme mejor que nadie, porque sabe cuánto he sufrido, cuánto he dado por el fútbol para demostrar lo que valgo, para llegar a un nivel y que toda España me conozca. Y cuando por fin estás en ese foco, cuando la gente te mira, de repente, en un segundo, te lo quitan todo.
Y no es que te lo quiten porque hayas hecho algo mal, no es que hayas fallado en algo, no es que tengas el control sobre ello. Es un “¿por qué yo? ¿Por qué me tiene que pasar esto? ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué no me pasó con 20 años? ¿Por qué no con 34, cuando estuviera terminando mi carrera? ¿Por qué ahora?”. Tantas preguntas que, si me pongo a pensar ahora mismo, digo: “Hostia, ¿por qué?”. Pero no es la manera de seguir adelante. No es la forma de afrontarlo. Ha pasado, es así, y hay que aceptarlo. Lo importante es cómo lo confrontas. Eso es lo que te marca como hombre.
Tengo una imagen aquí en la ciudad. La gente me ve como un líder, un referente, un ejemplo. Pero no puedo dejarlo todo ahora porque me ha llegado esta batalla. Ahora es el momento de demostrar el guerrero que soy y que voy a salir de esto más fuerte. No digo que sea fácil, es un proceso largo. Hasta el día de hoy, hay momentos en los que me siento mal. Pero ya no quiero hablar mucho de lo que he pasado. Ahora quiero demostrarle a la gente que estoy bien, que físicamente estoy bien, que tengo muchísimas ganas de mi futuro, de ir para adelante, de volver a Córdoba, de ayudar al club, de lograr cosas con el club, aunque ya no como jugador, sino de otra manera. Y quiero que la gente sepa que no solo soy un guerrero en el campo, sino también fuera de él.

P. Uno que también te ayudó en esa recuperación fue Simo. Un compañero que ya ha pasado a ser familia.
R. Simo es un hermano. Mi hermano. Es un hermanito mío. La verdad es que en el fútbol te llevas muchas amistades, pero hermanos no tantos. Porque al final, es un deporte donde hay competencia, donde hay rivales. Te puedes llevar bien con mucha gente, pero hermanos, hermanos, esos que se convierten en familia para toda la vida… pocos. Y Simo es eso. No solo conectamos dentro del campo. Sí, mis pases a él, el buen dúo que hacíamos, la banda izquierda con Calderón… todo eso estuvo muy bien. Pero lo importante es lo que ha pasado fuera. Cuando él estuvo mal con su expareja, yo estaba ahí para él. Lo pasó fatal. Y la gente lo único que hacía era ir a por él, atacarlo. Pero, ¿quién estaba ahí para entenderlo de verdad, para hablar con él, para ayudarlo? Todos cometemos errores.
Él también estuvo ahí para mí. Esa noche, cuando me pasó lo que me pasó, no quiso irse a casa. No podía entrar en la habitación porque no dejaban entrar a nadie, ni siquiera a mi padre, pero él no quiso irse. Se quedó esperando hasta que alguien saliera y le dijera: “Está bien, está bien”. Creo que estuvo allí hasta las 3 o 4 de la mañana, con mi padre, con mi familia. Al día siguiente, solo podía entrar una persona a verme en la UCI por cinco minutos. Mi familia estaba llegando de fuera. Mi hermano tenía selección, mi novia venía de fuera también… Tenían que entrar uno por uno. Cuando Simo entró, me dijo: “Dragi, te lo digo aquí directamente. Me da igual lo que pase después, pero no te quiero perder como hermano. Pensé que te iba a perder, tío. Que estabas ahí, a punto… Y yo decía: ‘No, he perdido a mi hermano’. A mí me da igual que no vuelvas a ponerte las botas nunca más, pero no me asustes así otra vez”. Y luego, cuando vi a mi hermano, fue muy emocional. No quiero entrar en detalles, pero sí, son momentos duros. Después llegó mi novia, mi familia… Mi padre fue el primero que estuvo conmigo esa noche.
Mi hermano y mi novia estaban viendo el partido en el móvil. Imagínate: están viendo el partido y de repente me ven caer. Ven que me están haciendo un masaje cardíaco. Mi padre estaba en el estadio. Imagínate para él lo que fue. Mi hermano estaba viendo el partido mientras estaba con la selección y, de repente, su internet empezó a fallar. Después, lo llamó mi novia, que estaba viendo el partido en directo, y le dijo: “Está pasando algo, le están haciendo un masaje cardíaco a Dragi”. En ese momento, mi hermano se derrumbó. Estuvo a punto de dejarlo todo y volver inmediatamente. Pero esa noche, pude hablar con él por FaceTime. Le dije: “Tranquilo, hermano, estoy bien”, para que no se preocupara. Aunque yo no supiera si realmente estaba bien. No sabía qué iba a pasar, pero en ese momento lo único que quería era tranquilizarlo, que no le pasara nada a él también. Le dije: “Tranquilo, juega el partido, todo está bien”.
P. Pero esa noche no se te olvidará.
R. No. Esa noche está marcada en mi cabeza. Recuerdo que me querían dar una pastilla para dormir porque no podía, después de todo lo que había pasado. Me dijeron: “Tienes que dormir de verdad”. La tomé, la puse en la lengua… y no me la tragué. Tuve miedo de que, si me dormía, no despertaría. Así que la saqué y la escondí. Ahí te das cuenta de cómo entra el miedo.
Tras el primer episodio, yo tuve claro que quería seguir

P. Esa noche y después de Melilla serán los peores días de tu vida.
R. Yo creo que no puedo decir que fueron los peores porque son dos veces en las que la vida me ha dado otra oportunidad. Claro, son días que ahora mismo celebro. Pero sí que, al mismo tiempo, son los días más duros de mi vida porque me ha pasado esto. Esa noche, lo que digo es que ya no duermes. Te quedas mirando y dices: “No me lo puedo creer, no me lo puedo creer”. Y en Melilla, yo creo que la primera vez fue más un susto, un susto de: “Buf, ¿esto qué es? ¿Voy a estar bien? ¿Voy a sobrevivir?”.
Pero la segunda vez fue diferente. No fue solo el miedo, fue dolor. Dolor de verdad. Ahí no tenía miedo, era en plan: “Se me va todo, ya está, ya se acabó”. Y tienes que cambiarte, ir al hotel, los jugadores están ahí porque tenemos cena después del partido, luego volvemos en avión… Todo el equipo sabe ya lo que ha pasado, todo el equipo sabe que ya está, que ya no voy a jugar. Pero nadie te lo dice, nadie te lo pregunta, nadie entra ahí. Yo estaba sentado, ¿sabes? No quería ni comer. Estaba en el avión, Simo estaba al lado mío, pero él sabía que no era momento de hablar. Me puse el gorro y bajé la cabeza.
Creo que es la primera vez en mi vida que recuerdo que, cuando me pasó la segunda vez, salí del campo con el pecho alto, riéndome, como diciendo: “Estoy fuerte, no os preocupéis, estoy bien”. Pero hice eso porque sufría tanto por dentro que no quería asimilarlo. Después, cuando desconecté, cuando estaba en privado y viajábamos de vuelta, fue la primera vez que andaba con la cabeza baja, mirando al suelo. Y yo nunca he hecho eso. Siempre he sido el que va para adelante, cabeza arriba. Perdiendo, ganando, siempre doy la cara. Cuando me pasó la primera vez, quería volver a jugar, siempre. Pero ese momento fue la primera vez que me sentí roto, completamente roto por dentro.
P. Pero lo que es verdad y lo que es real ahora mismo es que estás bien, y eso es lo más importante. De hecho, acabas de venir de un reconocimiento con el doctor Segura, y eso prácticamente te permite tener una vida normal.
R. Sí, estoy haciendo deporte. Un poco de tenis, entrenando en el gimnasio, corriendo un poquito… Pero solo deporte, no profesional. El fútbol no lo puedo jugar, no porque no quiera, sino por el tema de la adrenalina, del estrés… No me va bien para el corazón y ya está.

P. Y ahora que lo estás viendo desde el otro lado, ¿cómo ves al Córdoba CF de Iván Ania? Estáis ahí a seis puntos del play off.
R. Sí, estoy feliz. Feliz de ver que al club le va bien. Al final, lo que dije, ¿no? El objetivo este año era mantenerse en Segunda. Siempre, tu primer paso en otra categoría es marcar tu nombre ahí también. Y yo creo que lo están haciendo. Creo que Iván es un entrenador top, siempre lo he dicho. Maneja el equipo increíble, es una pieza clave en el club y estoy seguro de que este año acabará bien. Estamos a pocos puntos del play off, ¿no? Entonces, ¿por qué no creer? Como le dije al presi al principio de la temporada pasada: “Vamos a ascender”. Y él me dijo: “Dragui, no abras tanto la boca, tranquilo”. ¿Y por qué ahora no intentarlo también? Nunca se sabe en el fútbol.
Ahora me da alegría que le vaya bien al míster, que le vaya bien a mis compañeros. Hay muchos jugadores nuevos, es otro equipo completamente distinto, con otros perfiles. A lo mejor ya no están Simo o Yussi Diarra, pero hay otros jugadores que aportan alegría de otra manera. Así que, muy bien.
P. Aunque tampoco ha habido muchos cambios desde que te fuiste.
R. Bueno, tampoco tantos. Se han ido algunos jugadores clave, pero también se han quedado otros importantes. Carlos Marín, Casas, Álex Sala… Son jugadores que este año están marcando una diferencia. Simo se ha ido, y creo que era un icono en el club. Al final, era un chico que llenaba el estadio con 10.000 personas, con niños que iban solo por él. Y eso también es muy bonito. Se ha ido Yussi también, pero han renovado a otros jugadores y el equipo sigue bien. Creo que están haciendo una gran temporada.
P. ¿Crees que el Córdoba CF llegará al play off este año?
R. Sí, yo creo que sí. Conociendo al míster, sé que sí. No quiero meter presión ni a él ni al club, pero vosotros sabéis que yo soy muy positivo. Y cuando algo va mal, también doy la cara sin problema. Soy una persona en general muy positiva y sé que muchas cosas son posibles. Estamos a seis puntos con diez jornadas por delante. ¿Por qué no? ¿Cuántos puntos se pueden hacer en diez jornadas? Treinta. Obviamente, otros equipos también ganan, pero es posible. Sí, es posible. Así que sí, los veo en el play off. Pero para mí, ya han hecho una buena temporada. Se merecen todo, porque han dejado un buen nombre en Segunda División y se han mantenido bien. Están haciendo un buen año. Ahora, todo lo que venga es un extra.
Llegué a tener miedo de vivir
P. ¿Qué es para ti Iván Ania?
R. Muy buen amigo, personalmente hablando. Muy buen amigo. Una persona que me ha ayudado mucho durante mi año jugando, muchísimo. A lo mejor fue mi entrenador solo un año, sí, pero parecía que lo tenía desde hace cinco años. La conexión que tengo con él, la confianza que tengo con él, parece de cinco años de entrenador. Nos conocemos bien y sabemos exactamente por qué él me reñía, ¿sabes? Él me gritaba en el campo, pero sabíamos perfectamente hasta dónde podíamos llegar y cómo trabajar juntos. Me ayudó muchísimo. Incluso cuando me pasó todo esto, seguimos en contacto. Hoy en día todavía quedamos para comer. Me llevo muy bien con él y me sigue ayudando. Antes como entrenador, ahora no en el fútbol, pero sí en otros aspectos de la vida personal. Tenemos una relación muy buena, hacemos muchas bromas. Iván, personalmente, significa mucho para mí. Es un muy buen amigo y seguro que un amigo para siempre, ¿sabes? Y si hablo de él como entrenador, es un entrenador de 10.
P. ¿Y Antonio Fernández Monterrubio?
R. El presidente… Bueno, el presi, como le llamo yo, es una persona que significa mucho para mí. Hasta el día de hoy sigo hablando con él. Creo que ha marcado un punto en el club, un cambio importante. El presidente anterior también lo hizo bien, y tengo solo palabras buenas para él. Pero cuando llegó Monterrubio, desde el inicio puso todo a su manera, como a él le gusta, y se ha visto que todo va bien. Es una persona de 10. Desde fuera puede parecer un hombre serio, frío, pero he tenido con él momentos bastante… vamos a decir, emocionales. Es una persona que, cuando tiene que estar, está. Y eso es algo que muy poca gente tiene, porque no es el típico que te saluda todos los días y te pregunta por tu vida. Él tiene su trabajo, es el presidente del club. Pero cuando tiene que estar, está.
Él estuvo conmigo desde el primer momento, no me dejó solo. Recuerdo que me dio su chaqueta cuando tenía frío. Se sentó a mi lado en la cama del hospital y en la ambulancia, cuando íbamos al hospital, se sentó conmigo y me tranquilizó completamente. Me puso la mano en la espalda y me dijo: “Todo va a salir bien”. Después, en el hospital, pasamos tiempo juntos, algo que normalmente no pasas con un presidente. En ese momento se puso en el papel de un padre. Recuerdo que querían que me quedara una noche en el hospital, pero el equipo viajaba esa noche y yo no quería quedarme ahí. Le pedí, por favor, que no me dejaran en el hospital. Y él lo organizó todo para que pudiera viajar con el equipo. Lo último que quería era quedarme ahí solo después de todo. Es una persona increíble, tanto en su trabajo como en lo personal.

P. Por todo eso y por todo lo que hemos dicho en esta entrevista, el Córdoba para ti es prácticamente también tu vida.
R. Sí. Córdoba es… lo que dije, soy serbio-cordobés. Al final, soy serbio-cordobés. Es un club al que empecé a querer mucho como jugador, y sigo queriéndolo como persona desde fuera. Mi corazón siempre va a estar con el club, siempre voy a dar todo por la afición y siempre voy a estar dispuesto a ayudar al club para que llegue lo más alto posible.
P. Y ya para culminar, Dragi. ¿Cómo quieres encauzar tu futuro?
R. Bueno, hace solo un año que me retiré. Aún estoy en proceso de asimilarlo, observando, mirando qué quiero hacer. Creo que ya lo he dicho antes, pero me gustaría ser director deportivo. Algún día me veo en ese papel, siendo el director deportivo de un equipo. Creo que manejo bien el trabajo con los jugadores, me gusta mucho trabajar con ellos. Nunca me ha llamado la atención ser entrenador. Tampoco creo que sería una buena idea por el tema de mi corazón, por el estrés que conlleva ese puesto. Pero como director deportivo, manejando un equipo, siendo el enlace entre la visión del club, el presidente y el cuerpo técnico… eso sí me interesa. Un director deportivo es una pieza clave, ¿sabes? Tiene mucha responsabilidad, sí, pero me gustaría aprender más sobre ese rol y entrar en ese mundo. Y, como dije antes, ya veremos si algún día vuelvo a Córdoba y en qué papel. Me gustaría mucho entrar en ese mundo y tengo buena relación con Juanito, que me ayuda. Él fue quien me trajo aquí y para mí es un director deportivo top. Ha traído jugadores buenos y es un gran referente para aprender.
Tengo muchísimas ganas de ayudar al Córdoba CF

0