Álvaro Medina: “El éxito es ser feliz”

Arrollado por las drogas y la desordenada vida de los ochenta, Mauricio Aznar, líder de la exitosa banda de rockabilly Más Birras, coge la mochila y atraviesa el Atlántico en busca de la huella de Atahualpa Yupanqui. En la Argentina rural encuentra calma, equilibrio y autenticidad en una humilde familia de chacareros que lo acogen como a un hermano.
A su regreso a Zaragoza, Mauricio quiere reinventarse como cantautor del folclore argentino ante el estupor general de sus fans. El joven poeta y cantante aragonés aparece muerto en su casa el 2 de octubre del año 2000, tan solo una semana después del suicidio de su hermano mayor. Su viaje iniciático a Argentina fue inmortalizado por el cineasta Javier Macipe, en un sensacional biopic al que le han llovido los premios en festivales de medio mundo.
La conmovedora película La estrella azul despliega una fantástica fotografía, dirigida por el cordobés Álvaro Medina, que se embarcó de forma inesperada en un proyecto arriesgado y fascinante con final decididamente feliz. Es una mañana gris en el instituto Ángel de Saavedra, donde el joven Medina inició hace ya casi dos décadas su formación audiovisual. En un aula desierta, nuestro director de fotografía, Premio Carmen 2025, desgrana las alucinantes peripecias de una película tocada por el duende.
PREGUNTA (P). Antes de sumergirse en el mundo audiovisual, inició una larga andadura en la música.
RESPUESTA (R). Cuando tenía 7 años mis padres me metieron en el Conservatorio a estudiar piano. Yo era un niño bueno que no rechistaba. Se me daba bien y estuve hasta los 17 años. Me crie en Doña Mencía e iba al Conservatorio de Cabra. Más tarde me matriculé aquí en el Conservatorio Superior. No terminé la carrera. Me faltó un año para acabarlo. Ya fue pura rebeldía.
P. Se le atragantó la música.
R. Sí. Yo quería estar en la calle con los amigos y no encerrado toda la tarde en el Conservatorio Superior. Por la mañana iba al instituto de 8 a 3 y luego cogía un bocadillo y me pasaba toda la tarde en el Conservatorio Superior. Era el final de la carrera y tenía muchísimas asignaturas. Es natural que un chaval adolescente que está encerrado en clase todo el día necesite un poco de aire.
Macipe estaba en la Fundación Gala y me llamó para hacer un corto. Me quedé fascinado
P. La música le jodió la infancia.
R. Realmente no me jodió porque la música me encantaba, pero sí que echaba en falta tener más tiempo de jugar con los amigos del colegio. La música me ha servido mucho en mi mundo audiovisual.
P. ¿En qué le ha servido?
R. La música tiene también algo de narrativa, como las películas o los libros. Tiene una estructura. Una intro, una estrofa, un puente y un estribillo, igual que la literatura y el cine. Tiene el ritmo, diferentes instrumentos y distintos timbres, una especie de amalgama que luego en el cine también tienes que tener para hacer algo que no sea aburrido y que tenga emoción. Mi forma de hacer cine parte mucho de la sensación musical.
P. Tocaba música clásica.
R. Sí.

P. ¿Y le gusta la música clásica?
R. Sí. Sigo escuchando música clásica a menudo, aunque me gusta un poco de todo.
P. Y tocaba el teclado en orquestas de pueblo.
R. Sí. Estuve 4 años de verbena en verbena. Cuando terminé los estudios no sabía qué quería hacer y como tenía esa facilidad para la música entré en bandas de rock y en orquestas de versiones para ganar dinero. Hasta que llegó Operación Triunfo, que fue una revolución y todos los ayuntamientos querían tener a un triunfito en su feria. Se gastaban todo el presupuesto en un triunfito. Aquella crisis fue bastante gorda para las orquestas y nos quedamos sin bolos. Entonces pusieron el ciclo de audiovisual aquí en el instituto Ángel de Saavedra y decidí cambiar el rumbo.
P. Usted no era un triunfito.
R. Yo no. Disfrutaba tocando. Pero tocar versiones no era a lo que yo quería dedicarme toda la vida. Me gustaba tener mi grupo de diferentes estilos, que no tenían nada que ver con Operación Triunfo.
La pandemia hundió el peso argentino y los productores cancelaron la película
P. Tocó en un grupo que se llama El Niño Pringue.
R. Sí. El Niño Pringue fue un grupo de culto aquí en Córdoba. Tenía músicos excelentes y mucha personalidad. El cantante era un showman y el grupo generaba mucha simpatía entre el público. Yo tendría ventipocos años y ellos eran ya gente de 40.
P. ¿Qué se aprende en una verbena?
R. Aprendes que para la gente del pueblo es un día muy importante cuando vas a tocar. Quieren pasárselo bien y que tú seas partícipe.
P. ¿Cuándo se le apareció la fotografía?
R. Apareció ya bien tarde aquí en el ciclo del Saavedra. Aunque estudiábamos con cámaras, al principio yo no sentía todavía esa fascinación. Me gustaba más el montaje y cuando terminé de estudiar entré en la Televisión Municipal como montador. Fue entonces cuando empecé a querer hacer cosas como realizador y a trabajar con la cámara y componer los planos. Hice muchos videoclips y algunos cortometrajes. También entré en el mundo de las bodas y fui disfrutando cada vez más con el trabajo de cámara.

P. Dejar la música por la fotografía es un crimen.
R. Realmente no soy un músico de vocación. Mis padres me metieron con 7 años a estudiar música. Se me daba bien. Me encanta la música. Me parece que es el arte más emocionante. Más que el cine o la pintura. Pero no tengo esa vocación como para sentir la necesidad de tocar el instrumento diariamente. Sin embargo, sí que me pasa eso con el cine y la fotografía.
P. A sus padres le dio el disgusto de sus vidas.
R. Efectivamente. Cuando decido abandonar el Conservatorio, es un palo muy gordo para ellos. Llega un momento de rebeldía y no entras en razones. Ellos me decían: “Termina, que te queda un año. Que luego tienes esa facilidad para dar clases”. Y ahora me arrepiento. Es verdad. Pero en aquel momento hice lo que tocaba.
P. ¿Qué les dijo?
R. No lo recuerdo. Creo que empecé a faltar a clase sin que lo supieran.
P. ¿Tenía recambio cuando dejó el Conservatorio?
R. La fotografía vino mucho después. Dejé el Conservatorio, me compré un teclado eléctrico y fue cuando empecé a tocar con bandas de muy diferentes estilos.
P. Se hizo músico yeyé.
R. Tocaba desde heavy metal hasta blues o reggae. De todo. En aquella época me metía en todos los grupos que podía. Estuve varios años y luego en la orquesta, hasta que empecé aquí en el Saavedra.
Entonces me volvió a llamar y me dijo: "Álvaro, ¿tú estás dispuesto a hacer la película sin presupuesto?". Le dije que sí
P. Se apuntó para estudiar fotografía.
R. No. Yo ya entré en 2004 cuando estaba implantado el ciclo de grado superior de Realización de Audiovisuales y Espectáculos.
P. Y se apuntó.
R. Exactamente.
P. ¿Por qué?
R. A mí siempre me había gustado el cine, incluso cuando estudiaba piano. Muchas veces, en vez de estudiar lo que me tocaba, Chopin o Bach, me ponía a sacar bandas sonoras de películas, como El piano o Jurassic Park. Canciones icónicas. Y siempre me ha gustado el tema de los aparatos y la tecnología. En casa hacía experimentos con vídeos VHS. Grababa imágenes de la tele y hacía montajes artesanales. Cuando yo llego aquí en 2004 tendría 23 años. Había dado muchas vueltas con la música y ya tenía la madurez de saber que esto era lo que me gustaba.

P. Y con 36 años se va a Madrid a estudiar Dirección de Fotografía. Menudo volantazo.
R. Yo siempre he vivido en Córdoba y aquí el mundo audiovisual tiene muy poco movimiento. La opción era irte a Madrid a buscarte la vida. Yo ya trabajaba allí haciendo cosas esporádicamente, pero no me quería ir a vivir a Madrid. Conocía a Javier Macipe, había trabajado con él y veía que estaba dedicado en cuerpo y alma a su carrera cinematográfica, mientras que yo iba a un ritmo muy lento. Me di cuenta de que necesitaba avanzar. Tenía ya 36 años y con unos ahorros que guardaba no se me ocurrió nada mejor que hacer un máster de Dirección de Fotografía en Madrid, donde iba a aprender de los mejores directores de España. Lo que aprendí ese año en el máster me hubiese costado muchísimos años aquí en Córdoba.
P. ¿Y cuántas bodas se ha chupado?
R. Estuve como cuatro años haciendo bodas. Seguramente más de cien habré grabado. Puedo decir que han sido también una gran escuela para mí como director de fotografía. En una boda tienes que trabajar con la luz disponible y entrenar mucho el ojo para poder sacar partido a los espacios y a la luz. Me ha servido mucho para el estilo de director de fotografía que soy.
P. La BBC es la dura realidad de los sueños.
R. Sí. Yo no he hecho bautizos y comuniones, pero sí bodas. Es algo así como un submundo dentro del sector audiovisual, pero una vez que coges experiencia también se puede disfrutar grabando bodas.
En 'La estrella azul' aprendí que todo es posible con amor al cine
P. Todo empieza con Javier Macipe.
R. Con Javier Macipe me doy cuenta de algo que ya intuía. Y era que no quería ser director de cine sino de fotografía. Cuando trabajo con Javier Macipe y veo su talento, su visión tan diferente y la forma en la que dirigía a los actores me doy cuenta de que yo no tengo esa facultad que él tiene. Y veo que lo que más me gusta es ayudar a gente como él.
P. Porque usted quería ser director de cine
R. Al principio, como casi todo el mundo, tienes la idea de ser director. Quieres contar tu historia. Pero es importante que la gente encuentre su vocación dentro del audiovisual. Hay muchos puestos y ser director es el más más difícil porque tienes que reunir muchas virtudes.
P. La dirección de fotografía ha sido un premio de consolación para usted.
R. Yo creo que ha sido el descubrimiento de mi vocación. Por mi personalidad y por mis pasiones, es lo que realmente me llamaba.

P. Usted había hecho cortos.
R. Como director, he hecho varios cortos. Todos muy malos. No los quiero ni enseñar. Sobre todo, en lo que es la dirección de actores. Tampoco eran buenos los guiones, pero sí dominaba la realización. Hay que tener algo especial para dirigir actores y para escribir el guion. Y, sobre todo, la energía para impulsar ese proceso y motivar a la gente para que te siga. Esa es una de las virtudes que debe tener un buen director.
P. Javier Macipe le aterrizó.
R. Yo no tenía una visión de mi futuro como director. Conocer a Javier Macipe me hizo encontrar una posición de escudero, donde veía que aportaba y disfrutaba.
P. Macipe le llamó.
R. A Macipe le otorgaron la residencia de la Fundación Gala en Córdoba y su proyecto consistía en hacer una serie de cortometrajes para los que no había presupuesto. Necesitaba ayuda de forma altruista. Se metió en Google y escribió a la Escuela de Cine de Córdoba con la idea de conseguir estudiantes que le ayudaran a hacer esos cortometrajes. Le sale el Ángel de Saavedra y la Escuela Evolutiva, que era una empresa que yo tenía por aquel entonces. Y nos escribe un un mail para conocernos.
Quedé con él en la Corredera. Me causó muy buena sensación hablando de cine. Le dije que acababa de montar la empresa y que tenía que estar prácticamente todos los días de la semana dedicado a ella. No le podía ayudar pero sí puntualmente en alguno de los cortometrajes. En uno de los cortos trabajé con él y ahí es donde me quedo fascinado. Por suerte, también sintió que trabajábamos muy bien juntos y empezamos una colaboración que llega hasta hoy. Él empezó a llamarme desde Zaragoza para algunos trabajos.
No hay camino fácil al éxito
P. ¿Qué tipo de trabajo?
R. Sobre todo documentales. También alguna publicidad de bajo presupuesto. Y algunos cortometrajes dedicados a ONGs o concursos.
P. Y usted trabajaba ya como director de fotografía.
R. Exactamente. Siempre ya como director de fotografía
P. Hasta que llegó La estrella azul.
R. Cuando llega La estrella azul yo no estoy en disposición de ser el director de fotografía. Había hecho el máster con él.

P. ¿Qué máster?
R. El máster de Dirección de Fotografía de la ECAM de Madrid. Y había hecho este corto que fue nominado al Goya en 2021, pero Macipe ya estaba preparando La estrella azul. Había conseguido el apoyo de una gran productora y yo no tenía experiencia. Evidentemente, no entraba en la ecuación que yo hiciera la dirección de fotografía de una película que iba a tener un presupuesto industrial. La productora rodeó a Javier Macipe de gente con mucha experiencia.
P. ¿Y qué pasó?
R. El rodaje de la película empieza la semana que llegó la pandemia en 2020. Se para el rodaje por el covid y hasta 2022 no se retoma con la parte de Argentina. Como es una coproducción entre España y Argentina, el peso de repente se devaluó mucho y todo el dinero que ponían los argentinos no valía nada. La película perdió casi la mitad del presupuesto que tenía. Así que los españoles le comunican a Javier que se cancela la película. Él estaba en Argentina ya preparando el rodaje cuando se lo comunican. Entonces me llama y me dice: “Álvaro, ¿tú estarías dispuesto a hacer la película de la manera que sea y sin presupuesto?”. Y yo le dije que sí.
Entonces hicimos un rodaje en secreto a espaldas de la productora. Ellos no aceptaron la propuesta que le hizo Javi para salvar la película: hacerla con menos medios y que yo fuera el director de fotografía. Era una de las productoras más importantes de España, la de Amenábar, y la idea les sonaba a disparate. Les parecía muy amateur lo que le estaba proponiendo Javi. Le dijeron que no y Macipe para convencerlos organizó un rodaje secreto como en nuestros inicios. Con muy pocos medios y un equipo de estudiantes, rodamos durante dos semanas en Zaragoza. Luego llamó a los productores, los metió en un cine y les puso lo que habíamos rodado. Se quedaron sorprendidos. Les encantó. Y cuando ya estaban convencidos de que se podía continuar la película, le preguntaron cómo lo había hecho. Les dijo: “Con Álvaro de director de fotografía trabajando como hacíamos en nuestros cortometrajes”. Y siguieron conmigo como director de fotografía.
P. O sea, que usted es hijo de la ruina.
R. Pues sí. Se podría decir. Fui a apagar un fuego. Esta historia de estar en el sitio y en el momento correcto se repite mucho en el mundo del cine. Supongo que en otros sectores también, pero este es un mundo muy cerrado en el que si no tienes experiencia no te dejan entrar. Y si no te dejan entrar, ¿cómo coges experiencia?
En Córdoba el mundo audiovisual tiene poco movimiento
P. Cogió un avión y se plantó en Argentina.
R. Sí.
P. Y no tenía dinero ni le pagaban.
R. Lo que hicimos sin cobrar fueron esas dos semanas en Zaragoza. Después ya sí cobré. De hecho cobré un buen dinero porque, a diferencia de otras películas donde se destina mucho a alquileres y otros gastos, aquí se destinó a tener más tiempo de trabajo. Una película española del presupuesto de La estrella azul se rueda en cuatro o cinco semanas. Yo estuve 12 semanas o más, con lo cual gané como si hiciera tres películas.
P. Macipe es un trapecista.
R. Es digno de estudiar la actitud de Macipe ante los obstáculos. Los grandes directores son aquellos que ponen en tela de juicio todo lo que se ha hecho hasta ahora e intentan probar cosas diferentes. Javier Macipe siempre me lo ha demostrado. Esa creatividad también la ha aplicado a la promoción de la película, para la que no contábamos con apenas presupuesto. Dedicó toda su inteligencia en conseguir que la película llegara a donde ha llegado y tuviera éxito.

P. Admira a Macipe.
R. Totalmente. Lo admiro.
P. Supo que estaba en una gran película cuando rodó en Argentina.
R. Cuando trabajo con Macipe siempre me emociono en el rodaje viendo que estamos haciendo cine de verdad y con mucho arte. Desde que leí el guion me encantó la película. Pero luego además Macipe tiene siempre esa capacidad de sorprenderme. Y cuando estamos en Argentina o en Zaragoza haciendo cada escena, siento que va a ser una gran película. Luego viene el proceso de montaje que cambia mucho lo que tú tienes en mente.
P. ¿Qué aprendió en Argentina?
R. En Argentina fue mi estreno como director de fotografía con un equipo grande de personas. Aprendí que mi profesión tiene mucho de política, de diplomacia, de relaciones personales. Aprendí de la gente de Argentina, de Santiago del Estero, de su modo de estar en la vida, que es tal como se ve la película. Y aprendí que todo es posible con ganas, ilusión y amor al cine.
El cine andaluz está hoy al mismo nivel que cualquier región de España
P. La estrella azul muestra una Argentina muy poco Argentina.
R. Efectivamente. A mí me pasa un poco como cuando Mauricio Aznar llega a casa de Carlos Carabajal y le dice que en España la imagen que tenemos de Argentina es por las películas de Buenos Aires. Una Argentina que podía ser perfectamente Europa. Y en la película creo que de una manera muy realista, muy natural y sin ojos de turista, se muestra otra Argentina mucho más indígena y más espiritual.
P. ¿La estrella azul cambió su vida?
R. Sí. He tenido la suerte de vivir una experiencia muy bonita, tanto en el rodaje como después en la temporada de premios. He aprendido muchísimo haciendo la película y siento satisfacción de tener ya en mi trayectoria una obra que, como amante del cine, considero una gran película. Me he quitado la presión de hacer algo bueno en mi vida. Ya está hecho.
P. Ya se puede echar a dormir.
R. Evidentemente no me puedo echar a dormir. De hecho, ahora estoy trabajando en mejorar mucho más. Siento que he tenido la gran suerte de hacer esta película con Javier Macipe, que es un genio, y tengo que estar preparado para poder aportar más en el futuro.

P. Mauricio Aznar dijo: “Había perdido el norte y me fui a buscarlo al sur”. ¿Dónde busca Álvaro Medina su norte?
R. Me gustaría seguir haciendo cine como La estrella azul. Ahora mismo no tengo muy claro cómo hacer otra película de este tipo. Intento formarme, estudiar y estar preparado para cuando llegue lo que se supone que tiene que llegar. Todo el mundo me dice que después de La estrella azul me llegarán nuevas películas. Mientras tanto, intento aprender cada día y buscar el equilibrio con la conciliación familiar. Creo que mi carrera debe seguir desde Córdoba, aunque tenga que viajar a cualquier sitio puntualmente para trabajar.
P. Dos goyas, ocho nominaciones y decenas de premios internacionales. ¿Qué tiene La estrella azul?
R. La estrella azul tiene muy buen cine dentro gracias al arte de Javier Macipe y al trabajo de todo el equipo que ha conseguido enrolar en el proyecto. Y tiene mucha emoción, buenas interpretaciones, el mensaje de hermanamiento con Sudamérica y la idea de seguir nuestros sueños aunque no sea el camino fácil al éxito. Tiene todos los ingredientes para triunfar. El único que no tenía era el dinero para la promoción y grandes nombres, ya que todos éramos primerizos. Pero hemos conseguido que una película pequeñita consiga llegar a competir las grandes.
P. ¿En Córdoba se puede vivir del cine?
R. Actualmente no. Pero con la facilidad que hay de comunicaciones, sí que puedes vivir en Córdoba y trabajar en el cine donde toque.
Alberto Rodríguez fue crucial para dedicarme al cine
P. El crítico Manuel Bellido dice que “el cine andaluz es una realidad esplendorosa”. ¿Y usted qué dice?
R. El cine andaluz está hoy al mismo nivel que el de cualquier otra región de España. Gracias al movimiento que surgió con Alberto Rodríguez y Santi Amodeo en Sevilla, que decidieron seguir rodando allí y no marcharse a Madrid, fue creciendo la estructura industrial cinematográfica en Andalucía y tenemos muchos ingredientes para tener éxito. Desde el clima, las localizaciones, los creadores o los técnicos. Solo nos faltaba el éxito, que fue lo que consiguió Alberto Rodríguez. A partir de ahí, Andalucía es una realidad en el cine. Me gustaría que lo que pasa en Sevilla y está pasando en Málaga se extendiera a otras provincias como Córdoba para que jóvenes talentos como Luis Soto Muñoz no tengan que emigrar a Madrid.
P. Es devoto de Alberto Rodríguez.
R. Sí. Alberto Rodríguez fue crucial para dedicarme al cine. Cuando estudié en el Ángel de Saavedra audiovisuales, no tenía una visión de futuro. Los estudios estaban más orientados a trabajar en televisión. Y cuando vi 7vírgenes, de Alberto Rodríguez, sentí que se podía hacer un cine andaluz de calidad y tener éxito comercial. Para mí fue como el ejemplo a seguir.
P. ¿Qué inauguró Benito Zambrano?
R. Benito Zambrano inauguró el cine andaluz con acento andaluz, bien hecho y de éxito. Por mi edad, Solas no me conectó tanto. Yo ya estaba estudiando audiovisuales y me conectaban historias más del tipo de 7vírgenes.

P. ¿Cuál es la película del año?
R. La estrella azul evidentemente.
P. ¿Y después?
R. Tengo muchas películas pendientes por ver. La que más me ha gustado hasta ahora es La quimera, de Alice Rohrwacher.
P. ¿La fotografía es un arte invisible?
R. La fotografía debe ser invisible igual que el montaje y otros aspectos técnicos cuando lo que se intenta es que el espectador se fije en la historia, en los actores y en la emoción que se quiere transmitir.
P. ¿Mozart o Pedro Almodóvar?
R. Mozart, por supuesto. La música es lo que más me emociona en la vida. No hay nada comparable como escuchar una gran canción. Me hace aflorar emociones que ningún otro arte consigue.
La música es lo que más me emociona en la vida
P. Y Pedro Almodóvar no le emociona.
R. Almodóvar me parece un gran director. He disfrutado mucho con sus películas, sobre todo, con las primeras, y sigo viéndolas con mucho interés. Pero es verdad que hay otro tipo de cine que me gusta más.
P. ¿Cuál es el sello de Álvaro Medina?
R. Solo he hecho una película. Es difícil todavía ver si tengo un sello propio. Me gustaría que las películas donde trabaje como director de fotografía conecten con el público.
P. ¿Volverá al piano?
R. En principio no, pero nunca se sabe. Le he comprado un teclado de juguete a mi hijo Mario para ver si le gusta tocar. Y le estoy enseñando algunas melodías de películas como yo hacía de pequeño.
P. A ver si le va a salir fotógrafo.
R. Espero que encuentre su vocación y que lo haga antes que yo, porque así llegará a tener éxito en lo que haga. Para mí, el éxito no tiene por qué ser ganar mucho dinero o ser famoso, sino ser feliz y que no te falte nada.
Es digna de estudiar la actitud de Macipe ante los obstáculos

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