Vox, la superación del “miedo” y la negación del andalucismo
“La reconquista”, “la resistencia”, “el nuevo régimen” o “la España viva”. Así se han autodenominado este martes los líderes de Vox en un mitin que, guste o no, ha marcado un punto y aparte en la campaña electoral de las Elecciones Andaluzas y en la propia historia en Córdoba de este partido, al que en algunos aspectos se le puede calificar como populista de derechas y en otros, especialmente en lo que respecta a su postura frente a la inmigración, el feminismo y el nacionalismo, se le ha de ubicar en espectros más extremistas.
A sus votantes, los más movilizados y motivados de esta campaña -lo cual no quiere decir que sean los más numerosos-, no les gusta que los califiquen como de extrema derecha. Lo habitual es que te digan que “entonces Podemos es extrema izquierda”. Lo afirma Juan, un trabajador inmobiliario que ha ido al mitin y que reconoce que antes votaba al PP. Como Juan, en el Hotel Ayre -una plaza que no abarrotaron ni PP ni Ciudadanos- hay centenares de exvotantes del Partido Popular que hoy se sienten alejados de Pablo Casado y los suyos, y que jaleaban como “presidente” a Santiago Abascal. El líder de Vox arrancó su intervención desechando el andalucismo de Blas Infante y de Al Andalus, sin tener en cuenta que lo que está en juego es, precisamente, gobernar en la comunidad autónoma más poblada de España y en una autonomía que, al igual que su País Vasco natal, es una nacionalidad histórica.
Ni un guiño hubo en el mitin a los problemas de Andalucía -más allá del “caciquismo” del PSOE- en su discurso ni en el de quienes le precedieron en el uso de la palabra este martes en el acto de Vox. Ni una propuesta más allá de la de expulsar a los imanes radicalizados de las Mezquitas salafistas. Ni un dato tampoco sobre cuántos de estos hay en Andalucía o España. Entre el público, que pasaba holgadamente las 600 o 700 personas -y que en redes sus seguidores disparaban por encima de los 1.500 asistentes-, tampoco se vio ninguna bandera andaluza. Lo único blanco y verde era el logo de Vox.
Todo había comenzado antes. A las 19:00 ya había centenares de personas en el Hotel Ayre. Muchos jóvenes, casi adolescentes, y también personas de más de 50 años. Esperaban a los líderes del partido, que habían estado visitando la Mezquita-Catedral, donde les había recibido Fernando Cruz Conde, vicario general y también exvicepresidente segundo de Cajasur, según explicaban desde la organización. En el hall del hotel, una mesa de Vox aceptaba donativos y entregaba pequeñas pulseras de España a cambio. La mayoría aportaba unos euros. Algún señor dejó sobre la mesa un billete de 20 euros, sin dudar un segundo.
Desde la organización hacían hincapié en la austeridad de la campaña. “Vox se nutre únicamente por los afiliados, que pagan una cuota de 9 euros”, explican desde dentro. Nada de bancos ni de subvenciones públicas, aseguran. Por eso, este martes criticaban lo caras que eran otras plazas para este mitin, que habrían “llenado segurísimo”, como el Palacio de Congresos o el Hotel Córdoba Center.
Unas elecciones para concurrir a un Parlamento “inútil”
El líder del partido en Córdoba, Alejandro Hernández, se distingue de Santiago Abascal, de Javier Ortega-Smith e incluso de Francisco Serrano -candidato a la Junta de Andalucía- por la moderación de su discurso. Donde los otros tres elevan el tono, Hernández, abogado de profesión, opta por la suavidad y la contención. Se reconoce nervioso antes del acto. Cuando llega y ve la cantidad de gente que ha asistido ese nerviosismo se traduce en un gesto de sorpresa absoluto. Unos minutos antes, en una entrevista con CORDÓPOLIS, el candidato y presidente de Vox en Córdoba señalaba: “Hace unos meses nadie hubiera dado un chavo por nosotros. Vivíamos condenados a la marginalidad y a los chistes con el Pacma. Ahora, todo el mundo sabe que estamos en el partido”.
Hernandez define el discurso de Vox como el “del sentido común” y lo articulaba en torno a tres patas del programa electoral que son, cuanto menos, polémicas. La primera es la defensa de la unidad de España, que conecta con los cientos de banderas que había en el acto de este martes. La segunda, una “emigración posible, legal e integrable” que citaba sin aportar datos, obviando que en Andalucía, por ejemplo, viven 620.000 extranjeros del total de 8,5 millones de habitantes, o que en Córdoba solo el 3,5 % de la población es extranjera, una cantidad “integrable”.
La tercera pata que cita está relacionada con la actual ley de violencia de género, que quieren modificar para poner en marcha una “que proteja el hogar familiar en su conjunto sin distinción ninguna del sexo de las personas agredidas”. De nuevo, Hernández se muestra mucho más comedido que sus compañeros de partido. Francisco Serrano, por ejemplo, centró parte de su mitin en criticar, entre ovaciones del público, “el aquelarre de género”. Ni Serrano ni Hernández hablaron, como otras veces lo han hecho desde Vox, del tema de las denuncias falsas, un asunto al que suelen vincular su discurso antifeminista y que elude, por ejemplo, los datos del Ministerio Fiscal al respecto: entre 2009 y 2016 hubo solo 79 denuncias falsas en los Juzgados de la Mujer.
A nivel andaluz, Hernández aclara que concurren a estas elecciones andaluzas con el objetivo de Vox de mostrar “la ineficacia y la inutilidad” del Parlamento Andaluz. A este respecto, la idea de Vox es que haya un solo Gobierno en toda España, aunque rehuyendo la palabra “recentralización”. “Lo que es la descentralización administrativa seguiría adelante. Hablamos de una centralización del poder político y de la capacidad legislativa”, señala Hernández, que no es capaz de cuantificar el presunto beneficio económico que, según su discurso, eso supondría para las arcas del estado.
Adelgazar la administración como receta para frenar la desigualdad
Para mejorar la capacidad de vida de los andaluces y reducir la desigualdad, su propuesta es, de nuevo, reducir la administración andaluza, confiando que eso produciría una “rebaja en los impuestos” que “se traduciría en que habría más dinero en el mercado en manos de los agentes económicos”, como autónomos y pequeñas empresas. Otra idea que lanzan sin memoria de impacto económico.
PREGUNTA. ¿Y qué le parece la subida del Salario Mínimo Interprofesional?
RESPUESTA. La verdad es que no tengo datos técnicos como para rebatirlo. Yo lo que me pregunto es si, efectivamente, la economía española y la economía de las empresas está preparada para soportar esa subida. Está muy bien decir que se quieren subir las pensiones, pero si luego no tengo dinero para pagar esa pensión, al final lo que estoy haciendo es generar inflación.
P. Bueno, pero ustedes proponen adelgazar otras partidas que lo compensarían, ¿no?
R. Sí, sí, sí, por supuesto. El adelgazamiento de la administración propiciaría que se generara más empleo. Respecto a las condiciones de los trabajadores, nosotros queremos que estén protegidos. Y así están por la administración.
“A todo el mundo se le llena la boca hablando de la reforma laboral, pero cuando gobiernan, nadie la quita”, apostilla a continuación Hernández, que preguntado sobre otras cuestiones como la subida de la luz, aboga por eliminar los impuestos y con ello la recaudación del estado.
P. ¿Preferiría tocar los impuestos que recauda el estado antes que tocar los beneficios que declaran las empresas energéticas y que son bastante altos?
R. Eso yo no lo sé. Probablemente ellos digan otra cosa.
P. Bueno, rinden cuentas y las energéticas ofrecen unos balances bastante positivos año tras año.
R. Bueno, en gran medida, entiendo que puede haber ahí también un problema de competencia.
A pesar de promulgar el liberalismo en lo económico, cuando toca hablar sobre otros fenómenos que afronta Andalucía, como la proliferación de pisos turísticos o la entrada de Uber y su competencia frente al taxi aboga por regularizar frente a lo que considera en muchos casos una competencia “desleal”. “Nosotros estamos a favor de la libre competencia, pero esa libre competencia no significa el salvajismo”, especifica.
Catedral, antes que Mezquita
El último bloque de la entrevista arranca con una puntualización que hace el candidato al entrevistador cuando éste le pregunta si viene de visitar la Mezquita. “De la Catedral”, le corrige antes de criticar con dureza el informe de los expertos que encargó el Ayuntamiento para cuestionar la titularidad del templo, atacando directamente a quienes lo confeccionaron. “Tildarles de expertos es arriesgado”, concluye.
P. Bueno, no se puede discutir que son catedráticos.
R. Son profesores. Son profesores. Pero hay otros muchos que tienen más méritos y más capacidad.
P. Es complejo que, si usted no es historiador, pueda decir quiénes tienen más méritos que otros.
R. Objetivamente lo puedo decir, porque eso se mide en base a publicaciones.
P. ¿Objetivamente, sabría usted decirme cuántas publicaciones tienen los autores del informe?
R. Hombre, lo que ha trascendido es que no son las figuras de sus respectivas cátedras.
Una vez sorteada la cuestión de la titularidad, Hernández aclara que Vox no es un partido confesional, “aunque algunos puedan pensar que sí”. No obstante, la siguiente pregunta, sobre la exención de pagar el IBI por parte de la iglesia, la solventa diciendo: “Para Vox eso a día de hoy no es una prioridad. Entendemos que la iglesia hace una labor social importante y hay otros temas muchos más acuciantes. Al final esa recaudación no sería significativa”.
Lo cierto es que Córdoba es una de las ciudades de España donde el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) es más bajo en relación al número de habitantes, aunque, a nivel nacional, este impuesto supone casi el 30% de los ingresos no financieros de los ayuntamientos españoles.
La entrevista concluye dando paso al ruidoso mitin. Hernández habla el primero. En su discurso llama la atención la apelación al fin del miedo. “La gente tiene miedo de decir públicamente que es afiliado o simpatizante de Vox”, sostiene rodeado de centenares de personas. Si había miedo, Vox parece haberlo superado con creces en Córdoba. Falta por ver si ese ruido se traduce en más votos o si, como proclaman otras voces o sugiere el discurso de su líder, lo que ha cambiado puede que no sea tanto el número de votantes como el jubiloso estado de ánimo que muestran en estos momentos.
Un júbilo que se les puede atrangantar si fracasan en Andalucía. Quizá lo que se les olvidó a los líderes del partido es que, hasta el momento, el techo electoral de Vox en Córdoba han sido los más de 800 votos -1.300 a nivel provincial- que cosecharon precisamente en las Elecciones Andaluzas de 2015. Por el contrario, en las últimas Elecciones Nacionales, su apoyo bajó a 700 votos -el Pacma sacó entonces 4.000 apoyos-. Quizá por ello, plantear la campaña rechazando los símbolos andaluces y haciendo una reivindicación de la unidad de España, apelando al terrorismo de ETA o al independentismo catalán en un momento en el que Andalucía se juega su futuro, acabe lastrando el éxtasis que se percibía este martes en el Hotel Ayre de Córdoba.
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