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Stankevicius y la marca de un trabajador infatigable

Stankevicius pugna con un jugador del Girona en Montilivi. | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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El lituano deja atrás su etapa en el Córdoba, con el que recobró a base de un esfuerzo constante sus sensaciones como futbolista | El defensa mostró que la edad no importa cuando existe compromiso

Su deseo es exprimir al máximo los años que le restan sobre el césped. Un hecho que mostrara desde el primer momento en su regreso a España. En una nueva aventura, la enésima en su dilatada trayectoria, buscó, en cierto modo, recobrar sensaciones que hubieran caído en el olvido. Quizá en un primer momento, la afición recibiera la noticia de su incorporación con cierto escepticismo. Y las dudas, como el agridulce pasado reciente, quedaron atrás. Es un trabajador infatigable y como tal, a pulso de esfuerzo y saber estar, hizo méritos y se ganó el respeto tanto dentro del vestuario como desde la grada. Stankevicius recordó la anterior campaña que la juventud es más un modo de entender la vida que una circunstancia sólo real en la edad. Ésta no importa cuando uno se impone a sí mismo la tarea de seguir como si el tiempo no transcurriera. El lituano lo hizo en el Córdoba y ahora tratará de hacerlo en otro club.

Marius Stankevicius (Kaunas, Lituania, 1981) recaló en el conjunto blanquiverde en verano de 2015, cuando el mercado de fichajes estaba próximo a expirar. De repente, la dirección deportiva halló al hombre ideal para dar mayor consistencia a la zaga del equipo de José Luis Oltra. El campeonato de Segunda A ya estaba en marcha y al veterano futbolista le correspondía obtener una plaza en el once. No tardó en lograrlo, ya que en la tercera jornada pasó a ocupar un lateral derecho que desde entonces le perteneció. Superó a Dalmau en la batalla, deportiva se entiende, por el puesto y tomó enseguida rol de indiscutible. A partir de ese instante, el lituano trazó un recorrido de regularidad y sobre todo de compromiso que todos supieron reconocer. Quizá no brillara, tampoco es que estuviera para eso, ni fuera una estrella, pero sí que alcanzó el aplauso generalizado a su trabajo.

“Quiero competir y quiero ganar”, indicó el día de su presentación con el Córdoba. Fue la más clara declaración de intenciones de un futbolista que, llegado a los 34 años -ahora se encamina a los 35-, sólo pensaba en jugar, en disfrutar sobre el césped y restar valor a lo que hoy en día parece ser lo único que lo tiene: el dinero. De nada vale si uno no puede sentirse futbolista. Es lo que condujo hasta El Arcángel a Marius Stankevicius, que llegó a la ribera del Guadalquivir tras una temporada aciaga en el Hannover y después de rechazar propuestas como la del Parma. Sabor auténtico a fútbol el que trajo consigo el lituano, que experimentó una segunda juventud en su tercera etapa en España -antes había militado en el Valencia y en el Sevilla- y volvió a conocer la sensación de máxima competitividad. El pasado 30 de junio finalizó su contrato y aunque la dirección deportiva del club califal barajaba la opción de renovarle, el hombre incombustible decidió buscar un nuevo reto. Probablemente en Italia. Quizá el último, si bien siempre, al comienzo, será el penúltimo.

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