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Pulcro, aseado, tranquilo y exacto; así es Mark Knopfler

Mark Knopfler, en concierto en Córdoba | MADERO CUBERO

Juan José Fernández Palomo

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“Ya estoy muy mayor”, dijo Knopfler para seguir despidiéndose de su público en esta larga gira que arrancó en Barcelona para acabar en septiembre en Canadá y Estados Unidos tras recorrer buena parte de Europa. De hecho, la excusa del tour es presentar algunas canciones de su último disco, Down The Road Wherever, que podría traducirse por Carretera y manta por donde sea.

No fue una puntualidad británica, empezó la base rítmica a atacar el primer tema a las 21:17, posiblemente por algún problema en los accesos o por la luz aún diurna para que no desmereciera los iba a deparar un escenario espectacular que prácticamente ocupaba la mitad del ruedo de Los Califas.

La organización nos contaba que habían prácticamente vendido las 9.000 entradas puestas a la venta. Algunos huecos en la Arena nos hacía calcular que el aforo estuvo cerca de los 7.000: algunos en familia, padres y madres con hijos e hijas, también forasteros con la entrada “comprada desde Noviembre”, según escuchamos y también guiris que agradecían el fácil acceso a las cervezas en un atardecer suave.

Este lunes se despedía de Andalucía, en Córdoba, ciudad que ya lo acogió en el mismo escenario un caluroso día de julio del Festival de la Guitarra 2010.

Tiene pinta Knopfler de ser un hombre tranquilo como demostró al disolver su mítica banda Dire Straits en 1995 aún en tiempos de vacas gordas, éxitos impepinables y estadios abarrotados. Desde entonces se dedicó a ir desgranado despacio discos en solitario demostrando su relajada pasión por el country del otro lado del Atlántico y el folk celta de su tierra natal, además de firmar algunas bandas sonoras y hacer discos “chiquitos” pero geniales de dúos con Chet Baker o Emilou Harris. Hasta ha intervenido en discos de Bob Dylan y compartido gira con él. Hay que ser muy tranquilo para estar en la carretera con ese señor tan raro.

Demostró esa calma en el concierto repasando sus canciones que cuentan historias sencillas, de hombres comunes, de paisajes que se pierden; sin renunciar a nostálgicos éxitos de Dire Straits, algunos de ellos para oídos de fans exquisitos como Telegraph Road o Your Latest Trick. Mientras entremezclaba piezas de última producción como My Bacon Roll.

Y tuvo el detalle de besar una de sus guitarras haciendo especial mención a Vicente Amigo, con el que comparte cosas secretas de músicos que nos regalan a los que no somos músicos.

Dos horas de concierto impecable para disfrutar de una versión estupenda de Once upon a time in the West o Romeo and Juliet y acabar con un unos bises medidos gracias a Money for nothing, como si el dinero no importara –el de la cerveza o las sudaderas del merchaindansing (75 euros del ala)- y una recomendación final, el instrumental: Going home; venga pa la casa. Y nos fuimos. Felices.

Pareció raro: un lujo de concierto para un lunes perdido en mitad del calendario de Córdoba que ayer vivió elecciones, romería y cata y arranca ya su mayo festivo.

Knopfler, su banda, los tráilers y furgonetas que estaban aparcados al costado del Coso de Los Cálifas van hoy martes camino de Lisboa. Hay concierto.

Carretera y manta, wherever. Hasta siempre, maestro.

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