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La personalidad del cante de Fosforito brilla en un documental dirigido por su hijo

Fosforito, una historia de flamenco

Marta Jiménez

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En 2017 Antonio Fernández Díaz, Fosforito y Pablo García Baena se encontraron en la Posada del Potro. Sentados en sillas de enea sobre el empedrado patio del Centro Flamenco Fosforito charlaron sobre la hondura del cante jondo y la poesía, “esas dos cosas que el pueblo siempre ha sabido unir”, revelaba el poeta al cantaor y letrista.

El encuentro lo rodó el hijo de Fosforito, Alejandro Fernández Barrientos, que se estrena en el largometraje con un documental dedicado a la figura de su padre, “un Dios dentro del flamenco”, como reconoce Miguel Poveda al inicio del filme.

Fosforito, una historia de flamenco, se estrenó en el pasado Festival de Málaga y reúne a un buen puñado de flamencos, flamencólogos y gentes de la Cultura en torno al ganador absoluto del I Concurso de cante jondo de Córdoba en 1956, además de V Llave de Oro del Cante.

Fosforito es uno de los referentes en la historia del arte flamenco. Capaz de clavar más de 50 cantes diferentes, vivió una renovación y un resurgir que duran hasta hoy.

La historia de Antonio Fernández Díaz (Puente Genil, 1932) es la historia de los últimos 90 años del flamenco. Desde su familia flamenca, con padre y abuelo cantaor y un mítico tío político, Niño de Genil, creador del garrotín, a sus comienzos como cantaor buscavidas en plena posguerra. Unos años que comenzaron a sembrar esa voz “moderna” que llegaría al fondo de la raíz flamenca.

En un metraje que mezcla entrevistas e imágenes de archivo, el maestro salpica la narración con declaraciones, memoria e incluso cantes. Se le ve tocando la guitarra y cantando en el salón de su casa: “sin darte motivo, que tú me haces pasar tormento”.

Casi todos los que aparecen, desde Juan José Téllez a Cristina Hoyos, pasando por Blanca del Rey, Marina Heredia o Antonio Carmona, coinciden en la manera en que el cantaor respetó la tradición del cante desobedeciéndola, imprimiendo rasgos personales que le hicieron creador de un estilo propio. Arcángel confiesa que el maestro es “la enciclopedia perfecta cuando estás perdido”.

Gracias a un documentado buceo en el archivo, en el largometraje se puede escuchar al cantaor en un buen ramillete de palos: tango, soleá, martinete, seguiriya, cantiñas, petenera, taranto o granaína. Su virtud de estudioso del cante, recogido de muchos maestros tras un largo aprendizaje con el fin de encontrar su propio sonido le otorgaron una gran personalidad. “Yo he escuchado a todo el mundo y he sido un aficionado por encima de todo”, afirma en pantalla.

El cantaor recuerda batallas flamencas con su amigo y cantaor Chiquito de la Calzada, acompañados por la cantaora Adelfa Soto en un encuentro grabado en el Café Central de Málaga en 2017.

Asimismo, se recuerda su gran conexión con el guitarrista Juan Habichuela, “eran el Dúo Dinámico del flamenco”, como los define Curro Albayzín. También, su etapa entre el 68 y el 74 con Paco de Lucía, “que nació genio”, según Fosforito. Una época que coincide con la que el guitarrista algecireño acompañaba a Camarón.

En el Estudio La Droguería de Écija, la cámara rueda al cantaor grabando junto al guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez y con el cantaor David Pino como testigo, en una escena que se conecta con un cante delante del mihrab de la Mezquita de Córdoba junto al guitarrista.

De nuevo en su tierra, en el escenario del Gran Teatro se cita con El Pele y ambos recuerdan las letras que Fosforito le dió: “Nunca viniste a verme y tan solo te bastaba que cruzaras el puente”. El calor del momento, las risas y los recuerdos terminan con el cantaor gitano arrancándose con una de las letras del maestro.

En el plano íntimo, el Fosforito doméstico cuenta la historia del cortejo, boda y familia con su mujer, la bailaora Maribel Barrientos. Mientras preparan una paella en la cocina de su casa de Málaga, de la que luego dará buena cuenta el equipo del documental como puede verse en los créditos finales, la pareja viaja con naturalidad y risas por parte de sus 54 años juntos.

Tras 60 años cantando, Antonio anunció su retirada a finales de los 90. En 2017, tras dos décadas sin cantar, se despidió de los escenarios en su pueblo, Puente Genil.

A sus 85 años confesó en el escenario que como dicen los viejos rockeros, estos nunca mueren. “A los músicos viejos por lo menos nos queda el compás”.

Que el flamenco es un arte caliente que atañe a todos dan buena cuenta los cantes de Fosforito. Y es que, “antes de la Unesco ya estaba el flamenco en el corazón de la gente”. Palabra de Fosforito.

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