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Palabras que cosen historias

María Sánchez | MADERO CUBERO

Juan José Fernández Palomo

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Afirma la escritora y veterinaria María Sánchez (Córdoba, 1989) que “las palabras nos enseñan mucho, para bien y para mal y nos cuentan historias”. Así lo demuestra en Almáciga (geoPlaneta), que no es un mero glosario de vocablos sino una colección de historias que se hilvanan a través de ellas.

Palabras en diferentes idiomas y dialectos que Sánchez ha ido colectando trabajando como veterinaria de campo en distintas regiones del país. Esa doble condición científica y literaria es la que hace que la autora nos advierta de que en el medio rural –ella prefiere decir “medios rurales” para subrayar la diversidad de la vida y el trabajo en el campo- hay palabras que, “como algunas razas autóctonas, están peligro de extinción”.

María Sánchez ya es dueña de una narrativa que, siguiendo la estela de su anterior ensayo Tierra de mujeres (Seix Barral, 2029), “pretende servir de altavoz al trabajo que se realiza día a día en el campo y poner en valor sus medios de producción y su diversidad” y, sobre todo, hacer visible el que realizan las mujeres en ese medio.

En ese sentido, Sánchez es muy clara cuando afirma que “las palabras esconden roles que giran alrededor de los cuidados” y que “detrás de quien escribe desde el medio rural hay que tener en cuenta cuestiones como el género o la clase social”.

La autora es muy crítica y muy vehemente cuando denuncia que “se ha tenido una visión muy distorsionada de la vida en el campo, que ha oscilado entre una bucólica arcadia feliz y Los Santos Inocentes o sucesos como los de Puerto Hurraco. ”Y no es lo uno ni lo otro“, sostiene, al tiempo que pone el ejemplo de su madre, una mujer que a los 12 años fue sacada del colegio para recoger aceitunas y que ahora ”no quiere campo“.

Y lamenta ese “postureo” de quien quiere irse al campo a retirarse y teletrabajar en una segunda residencia, cuando en el campo “es difícil que haya acceso a internet, y más que teletrabajar lo que hay es tierratrabajo”.

Cosirar

Almáciga –que alude al lugar que en el huerto se dedica para que germinen las semillas y trasplantarlas después- se compone de historias y reflexiones que se tejen con esas palabras que Sánchez ha ido recogiendo y que debemos cuidar para que se “pongan fuertes” y nos sigan dando fruto.

La publicación de la obra estaba prevista para el principio de primavera, pero la pandemia del Covid-19 la retrasó. No hay mal que por bien no venga, porque ese retraso hizo que María Sánchez añadiera una especie de coda que refleja que no es ajena a la situación que vivimos y reivindique el valor de lo colectivo.

Así, nos descubre una palabra que le regalaron en el pirineo aragonés: cosirar, que significa “ir a dar una vuelta para comprobar si las personas, los animales o el huerto están bien o necesitan ayudas o cuidados”. “Implica algo más que mirar, vigilar o revisar. Es estar pendiente de lo que nos rodea”, explica la autora.

Un libro exquisitamente editado y con ilustraciones de Cristina Jiménez, que es también una “obra en proceso” porque la labor de recogida y siembra de María Sánchez sigue en un proyecto que ella ha colectivizado a través de la web www.almáciga.es donde se pueden enviar o descubrir más palabras y hacer que el semillero siga latiendo.

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