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‘Muerte de un miliciano’: Historia de una ‘photofinish’

Alfonso Alba

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‘Muerte de un miliciano’, la imagen de Robert Capa que se ha convertido en símbolo universal del fotoperiodismo, es uno de esos enigmas que desde hace casi tres cuartos de siglo ha traído de cabeza a decenas de investigadores e historiadores de la fotografía mundial. Pero no solo la foto ha estado envuelta en la leyenda y el misterio. La investigación misma para determinar el lugar exacto de la foto y aclarar quién fue el primer investigador en identificar ese lugar legendario ha tenido a su vez mucho de carrera contrarreloj en la que ni siquiera faltan las sospechas de espionaje profesional.

En 2007, Richard Whelan, biógrafo oficial de Capa, publica un trabajo revolucionario: ‘This is war. Robert Capa at work’, con material inédito del Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York. Whelan muestra fotos anteriores o posteriores a ‘Muerte de un miliciano’ en las que por primera vez se reconocen accidentes geográficos que pueden llevar a ubicar de forma exacta el lugar en el que fue captada la mítica fotografía. Hasta ese día, ‘The falling soldier’ está localizada en el Cerro de la Coja de Cerro Muriano (Córdoba) sin más pruebas que la publicación de la imagen en 1937 en la revista francesa ‘Vu’ acompañada de imágenes de refugiados en Cerro Muriano.

El nuevo material (40 fotos inéditas, seis de Gerda Taro) desató una carrera de investigadores e historiadores por localizar el auténtico emplazamiento de la foto que acaba en “photofinish”, como explica el periodista de El Periódico de Catalunya Ernest Alós, el primero en divulgar el sitio exacto: el Haza del Reloj de Espejo. Alós fue el primero en publicarlo (en julio de 2009), pero no el primero en encontrarlo, como él mismo reconoce. En mayo de 2009, un historiador y arqueólogo cordobés, Fernando Penco Valenzuela, acompañado del fotógrafo Juan Larrea, descubrió tras meses de obsesivo trabajo que la famosa fotografía de Robert Capa no había sido tomada en Cerro Muriano si no unos 56 kilómetros más al Sur, a escasos metros del municipio de Espejo.

Este descubrimiento desmontaba, también, dos certezas que hasta ese día existían sobre la foto: primera, que el protagonista no podía ser el anarquista alcoyano Federico Borrell ‘El Taíno’; y segunda, que es más que probable que ‘Muerte de un miliciano’ se trate de un foto-montaje. Está documentado que Federico Borrell murió en Cerro Muriano, en el paraje de Las Malagueñas alcanzado por un disparo por la espalda, y no en Espejo. Entre el 3 y el 7 de septiembre de 1936, (cuando fue tomada la foto) el frente de guerra estaba a unos 12 kilómetros de Espejo, en los alrededores de Montilla. No hay constancia histórica de ninguna escaramuza militar durante esa larga jornada en la que Robert Capa y Gerda Taro anduvieron por las trincheras anarquistas, por lo que se antoja imposible que un tirador franquista pudiera alcanzar al miliciano desde esa distancia.

Fernando Penco Valenzuela asegura que pecó de prudente y no reveló de inmediato su descubrimiento de mayo de 2009. Lo hizo seis meses después. Sin embargo, es un dato objetivo y consta oficialmente que el 12 de junio de 2009, el historiador llevó su investigación al Registro de la Propiedad Intelectual de la Junta de Andalucía.

Y es aquí donde empieza un ‘sprint’ por ser el primero en descubrir el lugar de la foto que se decide como una ‘photofinish’. El 14 de junio, la edición cordobesa de ABC publicaba que la foto no había sido tomada en Cerro Muriano, sino en Espejo, aunque no concretaba el lugar exacto. Días antes, el periódico inglés ‘The Guardian’ ya lo sugería. La información se sostenía en la investigación del profesor de la Universidad del País Vasco José Manuel Susperregui que había publicado en su libro ‘Sombras de fotografía’. Hoy, en la propia Wikipedia, el profesor Susperregui aparece como el “descubridor” del nuevo emplazamiento.

Penco Valenzuela acaba de publicar un libro (‘La foto de Capa’, Ediciones Paso de Cebra) en el que desliza que tanto el profesor Susperregui como ‘su hombre’ en Córdoba, el historiador local y militar en la reserva Patricio Hidalgo, podrían haberle ‘robado’ el descubrimiento. Penco Valenzuela llega a afirmar que pocos días antes de que se publicara que la foto se tomó en Espejo (el 5 de junio de 2009), confió su hallazgo a Patricio Hidalgo, que es asesor del profesor vasco, y le envió el fotomontaje que lo probaba. Además, expone que la conclusión a la que llega Susperregui en su libro (página 102 de ‘Sombras de la fotografía’) es que el cerro en el que Robert Capa inmortalizó al miliciano está en Castro del Río, a diez kilómetros de Espejo, aunque después el profesor haya asegurado que el cerro al que se refería es la Haza del Reloj.

Sin embargo, y en esta ‘photofinish’, Susperregui sí que es también la primera persona en publicar que la fotografía no se tomó en el frente de Cerro Muriano, sino que la sitúa ya entre Espejo y Castro del Río (aunque yerra en su localización exacta) en una investigación paralela a la de Penco Valenzuela.

En julio de 2009, Susperregui ya ha dicho que la foto se tomó entre Espejo y Castro del Río. Penco Valenzuela ya ha realizado el descubrimiento, pero no lo ha publicado. Es entonces cuando en esta apretada ‘photofinish’ entra en escena el periodista catalán Ernest Alós, uno de los grandes expertos en la obra de Robert Capa.

Alós asegura que es la publicación de Susperregui la que le lleva a emprender un viaje a Espejo para intentar localizar el emplazamiento exacto de la fotografía. Descubre que el sitio que sugiere el profesor vasco es erróneo y con la ayuda de supervivientes de la Guerra Civil en Espejo da con el Haza del Reloj. Una de las fotos publicada por Richard Whelan es la prueba definitiva. En la imagen, un grupo de milicianos apunta, rodilla en tierra, a un horizonte muy nítido. A la izquierda se recorta con claridad la Sierra de Cabra. A la derecha, la de Montilla. El valle del Guadajoz vislumbra dos cortijadas y un cruce de caminos que sólo es posible vislumbrar desde un punto en concreto del Haza del Reloj de Espejo. La coincidencia sobre el terreno es perfecta.

Hoy, el cerro está sembrado de olivos. Apenas quedan huellas de las trincheras, que resultaron ineficaces cuando Saenz de Buruaga arrasó el municipio ya a finales de septiembre de 1936. Pero el sitio está claro y ya, esta vez sí, parece el definitivo.

‘Muerte de un miliciano’ sigue siendo una foto enigmática. Y un símbolo. El montaje, a estas alturas, parece más que evidente. En el material inédito publicado por Whelan, los soldados que acompañan al miliciano parecen jugar a la guerra más que entablar batalla. En otras imágenes, algunos anarquistas yacen en el suelo en posturas complicadas para un cadáver que acaba de ser abatido por un disparo: fusiles entrelazados en las manos, posiciones cómodas, falta de sangre y a ningún cuerpo se le ve la cara.

El fotomontaje parece existir, como existió en la famosa foto de Iwo Jima de Rosenthal que inspiró ‘Banderas de nuestros padres’, de Clint Eastwood. Pero su fuerza, cuando ya se han cumplido 75 años de su ejecución, sigue siendo incuestionable. Capa no era un cobarde. Murió pisando una mina en Indochina y sobrevivió a la carnicería de Omaha Beach. En Espejo, y salvando el mito, no se había acercado lo suficiente. Pero había construido un símbolo. Qué más da.

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