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Un paseo por la vida, el amor y la muerte

Un paseo por la vida, el amor y la muerte

Juanjo Fernández

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Fernández Vélez se ha acercado a al más famoso pintor cordobés no con una biografía cronológica al uso, sino utilizando una serie de “círculos concéntricos” que convergen y que el autor ha llamado “lienzos”: la familia, la mujer, la ciudad (Córdoba), la muerte y, sobre ellos, el tiempo.

A través de los mismos, el licenciado en Historia del Arte se detiene en comentar aspectos formales de la obra del pintor, la evolución de su estilo desde la juventud a su plena madurez, la importancia de su entorno, sus viajes y sus exposiciones internacionales, sus relaciones sociales e intelectuales… para siempre volver a su casa de Córdoba, en la plaza del Potro, alrededor de un patio que vertebraba su entorno espacial y temporal.

Le preguntamos a Teo si tratamos bien a Romero de Torres en la ciudad y él reflexiona: “el pueblo sí. Los investigadores, depende de cuál. Las administraciones públicas, no. La excusa, como siempre, es que no hay dinero. Pero, para lo que se quiere, siempre hay dinero: ahí tenemos el C3A o la futura sala de arte contemporáneo en Caballerizas”, lanza como un lamento. “Optimizar en Córdoba lo que ya tenemos aprovechando nuestra esencia, que es inimitable, sería mucho más barato que emprender proyectos que nos igualan a la baja con otras ciudades”, analiza.

¿Tratamos bien a Romero de Torres en la ciudad? “El pueblo sí. Los investigadores, depende de cuál. Las administraciones públicas, no"

De la esencia hablamos en nuestro paseo por estas estancias del antiguo Hospital de la Caridad desamortizado y que el paso del tiempo ha ido convirtiendo en casa familiar de los Romero, sede primera de la Real Academia de Córdoba y museos de Bellas Artes y del propio Julio Romero.

Teo, por cierto, en su libro hace un paralelismo entre la saga que García Márquez cuenta en Cien años de soledad, los Buendía, con las tres generaciones de los Romero que hicieron su vida donde hoy estamos: “La referencia a Cien años de soledad se debe a curiosas similitudes de los Buendía con las tres generaciones de los Romero de Torres que vivieron más de un siglo en la plaza del Potro. Pero también a lo mágico y sugerente del entorno, como bien refleja, por ejemplo, Angelita, cuando dice que las piezas de la colección arqueológica familiar se encuentran en el patio de la casa dispuestas ”no con la frialdad con que lo hace el sabio“.

La vida de una familia alrededor del patio, el amor reflejado en los rostros de retratos familiares u otros, otras, modelos, la Córdoba idealizada en los fondos de los cuadros –“el alma de la ciudad”, como recalca Teo-, la que sintetiza en los siete paneles del Poema a Córdoba, la muerte presentida como en el Cante Jondo o la que ya adelantó en el velatorio representado en su juventud en Mira qué bonita era.

Pasear con Teodoro por el museo es un descubrimiento constante: “Podría decirse que la mujer, a la que creemos tan protagonista, sea secundaria al menos cuando se titulan las obras, por eso hay que mantener la mirada más allá del primer plano”, coincidimos cuando vemos de cerca el díptico que componen El pecado y la gracia. Por cierto, La Gracia es un cuadro que adquirió el Ayuntamiento cuando Rosa Aguilar era alcaldesa, o sea que lleva mucho menos tiempo al lado de su reverso El Pecado, que era de la colección familiar. Ya lucen juntos, como debe ser.

Este redactor siempre se queda fascinado con el duelo popular, la perspectiva elegida, el pulso y los brochazos impresionistas que solucionan el cirio encendido de Mira qué bonita era, Teo, por su parte, nos hace fijarnos en Santa Inés, una de las pocas obras de temática bíblica que nos dejó Julio.

Sobre la inmanencia de su obra, el autor del libro explica que “el propio Julio rechazaba muchas de las tendencias de su época porque afirmaba que pasarían. Sus cuadros son arcaizantes precisamente porque buscaba una estética atemporal”.

Hay que mantener la mirada más allá del primer plano

La vida, el amor, la muerte y sus símbolos tan tangibles en este museo, tan bien explicados también en Julio Romero de Torres. Vida y obra, un libro que te hace asomarte a ver la obra del pintor y viceversa: una visita que te invita a leer el trabajo de Teodoro Fernández Vélez.

Desde la Unidad de Museos de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba –recordemos que los fondos de la colección de obras de Julio son de la ciudad por deseo de la familia- nos cuentan que están trabajando para aumentar en breve la disponibilidad de visitas, siempre que las directrices sanitarias lo permitan; ahora son bajo cita previa y aforo restringido.

Salimos del museo después de mirar y ser mirados por los cuadros de Romero de Torres. ¿Se imaginan a la Chiquita piconera con mascarilla?

Pues mírenla a los ojos. Funcionaría.

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