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Javier Castro: “Hoy en día es casi imposible no pertenecer a un grupo cultural”

El escritor Javier Castro nos manda un selfi.

Pilar Montero

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Javier Castro es sevillano de nacimiento pero, tras completar las titulaciones de ingeniería industrial e ingeniería técnica, decidió marcharse a la capital, donde lleva viviendo y trabajando once años en un mundo que hoy parece lejano: vida laboral frenética; viajes interminables por medio globo; publicar en blogs sobre marketing y redes sociales; historias distópicas de histeria individual entre Deliveroo, vistos en Whatsapp y dramas de Blablacar; y leer novela milenial anglosajona.

Con ese bagaje se lanzó a escribir su particular manifiesto en defensa de la generación más perdida del mundo contemporáneo, Inconformistas, una novela que nunca pudo presentar en Córdoba, pues entre medias de nuestras vidas se metió el coronavirus.

El planteamiento de la novela es sencillo. Un grupo de amigos cercanos a la cuarentena planea celebrar el cumpleaños de uno de ellos, que se encuentra sumergido en una crisis existencial. A través de una conversación desarrollada, como no, mediante un grupo de Whatsapp, los jóvenes irán desgranando sus miedos, traumas e inseguridades, asociados a distintas redes sociales. Un canal, el de las redes, que se ha convertido en una parte aun más esencial de la vida en el epicentro de una crisis sanitaria global como la actual.

PREGUNTA. ¿Cómo comenzó el proyecto de escritura de esta novela?

RESPUESTA. Empezó como empiezan muchas cosas buenas, con un café. Vivo en Madrid desde hace once años. Me propuse hace un tiempo descubrir una nueva cafetería cada miércoles. Hace un tiempo, mientras paseaba por la ciudad, me encontré con una pequeña librería, La Berlinesa. Allí no había más que una máquina de café, la chica que los preparaba y una estantería llena de libros. La chica me comentó que aquella era la cafetería de la editorial con la que finalmente decidí trabajar, libros.com. Me contaron que apostaban por escritores nóveles, operas primas y talentos jóvenes, algunos de ellos habían sido premiados o reconocidos por sus libros. Me pareció que hacían un buen trabajo. Ese suceso encendió en mí la chispa de escribir un libro. Esa ilusión siempre había estado latente en mí. Ya había colaborado con varias revistas en Sevilla, había escrito en varios blogs digitales, entre ellos Brandemia o Elisava. Ese mundo ya estaba en mi background, pero el encuentro con la cafetería me impulsó a escribir el libro.

P. ¿La idea de abordar el costumbrismo milenial también estaba entre tus intereses previos o se te ocurrió después?

R. Siempre he tenido muy presente una frase del cantaor José Méndez, aquello de “hay que expresar las vivencias de la época en la que se vive”. Si escribía un libro, por tanto, este debía tratar sobre mis vivencias, mi etapa contemporánea. Creo que puedo aportar más valor contando la realidad en la que vivo, las realidades que me cuentan, la que percibo, la que me imagino cuando veo a dos personas hablando. Por ello supe que debía escribir sobre la generación milenial.

P. La historia en sí se gestó durante las largas esperas que pasaste en los aeropuertos.

R. Sí, es bastante curioso. El libro está escrito entre Colombia, Bulgaria, España, Francia, Rumanía y Australia. Empecé tomando notas en una moleskine, pero la libreta se me olvidaba con frecuencia en la maleta o en la mochila, así que al final opté por usar el blog de notas del móvil porque era lo que siempre tenía a mano. En los aeropuertos se viven tiempos de espera en los que puedes dedicarte a crear y reflexionar. Es curioso. Después de tantos viajes he visto manifestarse la realidad del mundo globalizado. Observé que obsesiones contemporáneas comunes como encontrar pareja, estar en forma, las dietas, el pelo… No solo son preocupaciones de mi grupo de amigos, sino que son comunes a todas partes. Así reforcé la idea de que el libro debía tocar esas temáticas. Por los tiempos que vivimos, nuestra generación se parece mucho más entre sí en diferentes partes del mundo. Antes las fronteras eran más visibles y hoy las divisiones se hacen notar más en los grupos sociales. Un café hipster en Australia es igual a los cafés hipster de Madrid o Nueva York.

P. Además de ese proceso de observación, ¿has recurrido a lecturas de sociología o estudios culturales para reforzar tus teorías?

R. Voluntariamente no. No se trataba de escribir una tesis doctoral sobre los milenials. Yo quería recoger testimonios distanciándolos de mi opinión. No quería entrar a valorar si tener Tinder es bueno o es malo, quería reflejar la realidad que yo vivía y que me contaban. Tenía claro que no quería lanzar un proyecto si no iba a tener interés en el público. Durante el proceso de crowdfunding, el proyecto fue creciendo por sí mismo y cada vez venía más gente a contarme sus experiencias y todas ellas también alimentaron el libro.

P. La decisión de publicar el libro a partir de una campaña de crowdfunding también es muy milenial.

R. Sí. Obviamente, desde un punto de vista económico, era interesante para la editorial porque así se aseguraban el beneficio del libro. Pero para mí también era una opción interesante porque me permitía testear al mercado, me permitía saber si el producto que iba a sacar tenía interés. No quería sacar un libro solamente para que mis padres lo compraran, quería que el libro tuviera interés. El hacerlo de este modo, asegurando las aportaciones previas de los lectores, me confirmó que el libro ya estaba generando un cierto interés. De hecho, está funcionando muy bien en librerías, estoy viendo interés en el público y estamos a punto de sacar la segunda edición. Ese proceso desde luego tengo que agradecérselo a la tecnología. Aunque nos quejemos de las consecuencias negativas de las redes sociales, también tenemos que considerar su parte positiva. Yo estoy muy metido en esa área, soy positivo en este aspecto y creo que pueden ser muy útiles si se utilizan para bien.

Cada uno, desde su habitáculo, asistimos a un bombardeo constante vidas ajenas, o de su simulación. Paradójicamente, el medio que utilizamos con intención de diferenciarnos del resto, ha terminado siendo la mejor vía posible para sentirnos cerca. Inconformistas es un buen ejemplo de todo esto. Las redes han sido imprescindibles para poner en contacto a su autor con el ilustrador de la portada, el jerezano Daniel Diosdado, joven promesa de este arte, y con la artífice del prólogo, la sevillana Ana Canalejo, especialista en moda y lujo y redactora de contenido de Elle. Talento desbordado del sur materializado gracias al crowdfunding.

P. La novela apela a los milenials, pero los personajes protagonistas rozan la cuarentena así que quizá no lo sean tanto.

R. Bueno, los milenials empiezan en los 80, así que este año los primeros milenials cumplen cuarenta años. Es la generación de la que más se habla, pero los Z, que son los siguientes, también están pegando fuerte. El libro contiene historias de gente de mi edad, de treinta o treinta y tantos, más que en la veintena, a la que pertenecen los Z.

P. Cada uno de los protagonistas es el reflejo de una serie de inseguridades y traumas derivadas de una red social concreta.

R. Empecé a recopilar ideas, historias y anécdotas. Cuando las tuve todas, las agrupé y se fueron formando universos. A partir de esos universos, fui creando personajes para que estos cogieran aún más fuerza. El último paso fue asociar una red social a cada personaje. Pero no quería plantear el libro con las redes sociales como eje central. Quería contar una historia y las redes eran simplemente una vía. Por ejemplo, el personaje de Julia es adicto a Deliveroo porque siempre está a dieta y no para de pedir comida a domicilio cuando le entra la ansiedad. Está planteado así, y no al contrario, con las redes como protagonistas. Sí es cierto que varias redes sociales se han interesado más tarde por la historia y algunas, como Blablacar, han querido colaborar con el libro. Desde luego hay que tener en cuenta que mi punto de vista es bastante blanco, nada crítico con estas redes.

P. ¿Has sacado alguna conclusión reveladora tras la escritura del libro?

R. No puedo desvelar mucho porque parte de lo que descubrí se desvela al final de la historia. Sí me sorprende que no todo el mundo simpatice del mismo modo con los personajes. Algunos de los protagonistas están obsesionados con el trabajo, es una parte fundamental de su vida, que es lo que sucede aquí en Madrid. Los lectores de la capital sí se sienten muy identificados en este sentido, pero las personas que viven en otras ciudades y tienen otras prioridades, la verdad es que no tanto. Me han llegado a decir que la historia en sí es un poco intensa. Aunque todo el mundo me ha dicho que los personajes, o son ellos mismos o personas que conocen o amigos. Según las prioridades de la gente, del personaje con el que los lectores se sientan más identificados, he podido conocer mejor cuáles son sus prioridades en la vida.

P. ¿Y esa presencia tan contundente de las redes en nuestra vida no te asusta?

R. Una vez leí una frase que rezaba: no hay nada más millennial que considerarse único. Es complicado. Somos seis mil millones de personas y es imposible que seamos tan únicos como nos creemos. Creo que es importante que valoremos nuestra individualidad, que seamos como queramos ser. Pero no podemos negar que vivimos en comunidad y coincidimos en muchas cosas. En ese aspecto, he aprendido a no luchar, a no resistirme a lo que no puedo controlar. Hoy en día es casi imposible no pertenecer a un grupo cultural. Aunque cada uno seamos diferentes, tenemos muchas cosas que nos unen. Al final, el libro trata de hacer una lectura sobre la amistad y resaltar lo verdaderamente importante.

P. ¿Crees que los modelos de literatura tradicionales ya no tienen cabida entre los jóvenes?

R. Creo que hay géneros cada vez más en alza, como el cómic y la novela infantil. Aunque parezca que no, los jóvenes sí leen. Al final, si un libro tiene calidad va a encontrar su público.

P. ¿Nos encontramos ante una nueva forma de entender la literatura?

R. Yo leo bastante novela en inglés, sobre todo de una autora que se llama Sophie Kinsella, considerada la promotora de la novela milenial en inglés. A mí me influye mucho la forma en la que escribe, por su lenguaje directo y sencillo. No es una escritura subordinada o barroca, sino más parecida a nuestra forma de expresión hoy en día. Sus libros los puedes leer en una semana o menos. Mi idea era parecida, conseguir un formato diferente de lectura. En mi caso está funcionando bien el modelo de escritura milenial, pero curiosamente se está vendiendo más el libro en formato papel que en ebook. El papel sigue prevaleciendo y la gente sigue queriendo tener el papel en sus manos.

P. ¿La novela milenial puede considerarse un género literario?

R. Para mí sí. Es un género que agrupa las preocupaciones y frustraciones de nuestra realidad contemporánea, combinando el humor con la propia realidad. Cuando terminas de leer este tipo de novelas te queda como un sabor agridulce, tipo película de Wes Anderson. Son bonitas, te has reído, pero también estás un poco triste. Son ese tipo de matices los que caracterizan a nuestra generación. En el prólogo, escrito por una compañera de la revista Elle, se explica muy bien. Crecimos con unas expectativas altísimas y nuestra realidad fue la crisis de 2008. Ese contraste entre nuestra alta preparación y la precariedad, nos vino como un jarro de agua fría de la que aún hoy nos estamos intentando recuperar.

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