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Roberto Loya: “El mundo no está contaminado ni purificado, sino que es simplemente neutral”

Roberto Loya | ALEX GALLEGOS

Pilar Montero

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Roberto Loya es un escritor que no se dirige a la literatura con intención de dominarla, sino que más bien, como un amante sumiso, se deja hacer por ella, reconociendo su grandeza y autonomía. Formado en filosofía pura, ha combinado durante años la labor periodística con la labor poética, sin haber hallado excesivas diferencias entre una y otra. Encuentra en ambas dos formas expresivas de percepción del mundo en paralelo.

Como los filósofos antiguos que miraban a su alrededor con el objetivo de ordenar el sinsentido, Loya ha recurrido al poema para comprender mejor nuestra manera de adaptarnos a tiempos complejos.

Tras llevar a la pasada edición de Cosmopoética el espíritu de la trilogía Artaud en la India (Calambur), Los ojos no están aquí (Polibea) y La sombra de Buda (Polibea), el periodista vuelve a situar sus versos en la cultura oriental con Besos prohibidos en ciudades Chinas (Cántico), una obra que incluye poemas como el que sigue, titulado La tripulación de sí mismo:

“Yo soy la corriente circumpolar que explica el errorDe las cartografías,El estado longitudinal de las naves rugientesCubiertas de espuma y agua verde.Superviviente del oleajeQue oye el crujido de las cuadernas.Navegante, rehago el mundo con detalleEn dibujos de islas cubiertas de hielosY colmillos egipcios o extraterrestresDel temporal, soplo como el vientoA través de los imbornales.Soy el vagabundo del marQue iba tocando la cresta de las olasSobre los muros de la noche”.

PREGUNTA. Ha pasado un tiempo tras la trilogía de Artaud en la India, ¿Por qué este poemario precisamente ahora?

RESPUESTA. En realidad no ha pasado tanto tiempo desde el último libro. La sombra de Buda es del año pasado y este surge como surge la poesía. Empecé a escribirlo a comienzos de otoño de 2019 y el último poema, Los amantes de Wuhan, lo terminé en febrero. Ese último poema del libro coincidió con el momento en el que China empezaba a acordonar ciudades. Entre los dos primeros libros de la trilogía sí hubo un mayor espacio de tiempo.

P. Cuando escribiste Los amantes de Wuhan ya estabas viendo venir la crisis que nos toca afrontar ahora, ¿De ahí el título profético del poemario?

R. Yo no creo que sea profético. El título corresponde con una parte del poema Los amantes de Wuhan. De la poesía solo se saca poesía. Hay quienes piensan que de la poesía se puede sacar gnoseología. Yo no lo creo. Creo que la poesía es en sí misma revelación y conocimiento y el poema es algo en sí mismo, sin más.

P. Este poemario lo has escrito con cierta rapidez

R. Sí, es un libro que ha salido extrañamente rápido. La edición también ha sido bastante rápida. Raúl Alonso, magnífico editor y uno de los mejores poetas de su generación, recibió algunos de mis nuevos poemas, que gustaron. Le mandé el libro y empezó a creer en el proyecto del poemario. Al final ha terminado en el catálogo de la editorial cordobesa Cántico, con ese nombre elegido, cántico, que nos sitúa en aquel grupo de poetas elegidos por el destino. Desde la oscuridad de los tiempos de la posguerra, Pablo, Juan, Julio, Mario y Ricardo creyeron en la belleza y creo que algo parecido va a ocurrir después del coronavirus. Va a ser una posguerra en la que siempre va a haber gente que se siga conmoviendo con la llegada de la primavera, con las flores, con Rilke. A lo mejor, la pregunta está en qué papel va a jugar la poesía después de esta pandemia.

P. ¿Crees que empezaremos a valorar y a necesitar la poesía incluso más?

R. No lo sé. Después de todas estas realidades convencionales que han sido rotas por un simple virus, podemos encontrar una enseñanza en todo ello, la de la impermanencia. Todo nace y muere a cada instante. Vivimos en una continuidad mental, en una serie de actos cognitivos, pero al final todo es un tránsito continuo ininterrumpido. Otra cosa es que nos aferremos a veces a la verdad de las distinciones de mundos imaginarios. Hemos vivido también, durante muchos siglos, aferrados a las falsedades de esas distinciones. Al final nos damos cuenta de que estamos en un mundo contingente, confuso y no sabemos cómo transformar toda esa experiencia de perturbación y sufrimiento que tenemos en una experiencia más o menos clara y despierta. Es complicado.

P. En uno de tus nuevos versos apuntas: “Nadie sabe qué fue del corazón de los que pasan brevemente por el mundo”. ¿Qué le está ocurriendo al corazón humano en estos tiempos que vivimos?

R. Que vive de espaldas a sí mismo. Igual en estos momentos no, pero creo que nuestro corazón ha vivido durante mucho tiempo de espaldas a sí mismo y a su misterio. Creo que si estuviéramos más pendientes de ese corazón que tú comentas, nos daríamos cuenta de que el mundo no es un estercolero. Tampoco es un paraíso. El mundo no está contaminado ni purificado, sino que es simplemente neutral. Nosotros intentamos desenvolvernos en él con poemas o con ficciones. Siempre habrá una manifestación del mundo que se dé de manera engañosa. Es lo que en el budismo se conoce como samsara, un mundo confuso, parecido a un sueño, dominado por la insatisfacción y el anhelo. A la intemperie quedaría el intelecto humano, tratando de descifrar ese mundo, con insatisfacciones. Eso es lo que traza el mapa de nuestros deseos, lo que nos apetece, lo que nos aborrece, el apego por las cosas, las predicciones de la propia imaginación. Esta es la inercia que parece seguir este salto de paradigma que nos empuja a la realidad de ahora.

P. Otro verso de este nuevo poemario reza así: “Nuestros besos prohibidos en ciudades chinas acosados por neumonías insomnes”. ¿Querías hacer referencia a esta realidad que se nos ha impuesto?

R. Como te decía, esos versos forman parte del último poema que escribí para este poemario. En ese momento, China ya ha reconocido que ha empezado a morir gente y ha empezado a acordonar la zona de Wuhan y otras ciudades. El poema surge por eso que estamos pensando todos en esta cuarentena, y es en lo complicado que tiene que ser enamorarse ahora. No solo estás alejado de todos, sino que, si en algún momento tuvieras el arrebato de saltar los controles policiales para encontrarte con él o con ella, los besos que os dieseis serían besos prohibidos. Ese verso surge de esa sensación.

P. Me gusta mucho que hagas referencia a ese acto romántico de violar los controles de las autoridades para reunirte con tu amor, más ahora que se están viendo casos de represión policial aprovechando la situación

R. Sí, claro. Hemos perdido todo lo que durante muchos siglos hemos tratado de domeñar a los estados, a los sistemas, que es la libertad de los ciudadanos. La libertad del razonamiento libre y la libertad de ir de un sitio a otro. Ahora, de repente, las fronteras son todavía más fronteras. Se ha dejado de hablar de la crisis migratoria. Ya no sabemos qué está pasando con los niños sirios en las fronteras de Europa. De repente, el peligro está en considerar algunas cualidades como sustantivos y otras como adjetivos, sabiendo que muchas veces el sustantivo conforma la esencia y el adjetivo es la cualidad. Estamos en una trama en la que los ciudadanos respondemos, por un lado, haciendo lo que nos han dicho los gobiernos, estando en casa, pero al mismo tiempo podemos reflexionar y aparecen estas cuestiones como la pérdida de libertad. Respecto a estos temas se están despachando a gusto en las redes sociales.

P. Tú precisamente has comentado en alguna ocasión que escribes poesía en momentos de reflexión, de soledad. ¿Cómo ha sido entonces el proceso de escritura de este último poemario?

R. Ha sido un proceso extrañamente rápido y a primeras horas de la mañana, antes de empezar mi trabajo periodístico, como el que se pone a meditar. En esas horas previas ha ido naciendo el libro, muchas veces aún en la oscuridad de la madrugada.

P. ¿Dirías que te encuentras en un momento creativo especialmente prolífico?

R. No, no me veo así. No me veo ni más ni menos creativo que en otras épocas. Puede haber silencios más o menos prolongados, pero no me veo tampoco así como un autor.

P. Continúa tu tendencia hacia lo espiritual en los poemas. No deja de ser llamativo que, siendo periodista, con tu formación en filosofía, tus versos tiendan a lo oriental en lugar de registrar un pensamiento más lógico.

R. Bueno, a veces la filosofía es bastante personalista y tienes que conocer en profundidad a los filósofos para llegar a entenderlos. Yo creo que al final todo se centra en el mundo de las percepciones. La poesía y el periodismo sí pueden quizá alejarse de determinadas abstracciones que puede llegar a tener la filosofía. Pero creo que en el momento en que ser, existir, percibir, también es ser percibido, yo creo que entran en un mismo compartimento. Un compartimento en el que como decía Juan Ramón Jiménez, la poética y la política, también se permiten evaluar eso mismo que están percibiendo. No veo una gran desunión entre la palabra poética y el trabajo periodístico. Yo tiendo a generalizar y decir que no deja de tratarse del hecho de percibir y ser percibido.

P. ¿Buscas algún tipo de revelación cuando acudes al poema?

R. No, yo creo que es el propio poema el que busca la revelación en el autor, que a sí mismo se sorprende de las zonas misteriosas del propio poema. A veces el propio poeta es ajeno a ese misterio.

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