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Una semana del incendio en la Mezquita de Córdoba: del miedo a la reconstrucción, y a las críticas por la gestión

Una de las primeras imágenes del incendio de la Mezquita de Córdoba.

Juan Velasco

14 de agosto de 2025 20:12 h

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Habían pasado apenas 10 minutos de las 21:00 del viernes 8 de agosto. Un intenso humo negro había comenzado a ser visible desde varios puntos de la Ribera y el Casco Histórico. Las calles no estaban vacías, pero el calor de agosto hacía imposible repetir la estampa de bullicio turístico que suele ofrecer este enclave histórico de Córdoba diez u once meses al año. Así que la prensa local -y este periódico fue el primero- tardó algunos minutos más de la cuenta en identificar que aquella humareda oscura provenía de la Mezquita Catedral, un inmueble milenario por el que la ciudad es conocida en todo el mundo.

Así, para cuando este periódico avanzó que la Mezquita había comenzado a arder, poco antes de las 21:30, decenas de vídeos que mostraban la virulencia de las llamas sobre una de las cubiertas del monumento ya circulaban por las plataformas de mensajería. Y dos palabras comenzaron a parpadear en la cabeza y el corazón de los cordobeses: Notre Dame.

Los bomberos tardaron unos cinco minutos en llegar al templo, en cuyos alrededores ya comenzaban a reunirse curiosos -locales y turistas-. En apenas un suspiro, el personal de Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) de Córdoba, que conoce bien el monumento, comenzó las labores de extinción de un fuego que estaba localizado en la ampliación de Almanzor, en una zona en la que, según dijo el propio Cabildo pocos minutos después, se almacenaban sillas y barredoras de limpieza.

De hecho, desde los primeros minutos ya se apuntaba que una de estas máquinas pudiera estar en carga y un fallo eléctrico hubiera desatado el incendio más grave del monumento en el último siglo. Un incendio que no estuvo activo ni una hora. Se dio por controlado poco después de las 22:00, aunque los bomberos siguieron trabajando toda la noche refrescando la zona quemada y los puntos contiguos, por miedo a que se reavivara. De hecho, pasada la medianoche, el techo una de las dos capillas afectadas colapsó y se derrumbó.

El incendio en la Mezquita-Catedral de Córdoba

En la extinción trabajaron oficialmente tres dotaciones de bomberos, aunque acudieron muchos más -muchos de ellos fuera de turno- a ayudar en el control de las llamas, que habían alcanzado inicialmente una altura de siete metros. Bien entrada la madrugada ya se sabía que había habido daños importantes, aunque no de la gravedad que muchos temieron durante las primeras horas, en las que la demanda de información tumbó los servidores de muchos periódicos locales.

Ese miedo, de hecho, se entremezcló en las redes sociales con el odio de quienes, en un alarde de tremenda ignorancia, se alegraban públicamente de que ardiera una mezquita, aunque ésta llevara siglos convertida en un templo de culto católico y hace más de medio siglo que en ella está prohibido el Salat.

El interior de la Mezquita Catedral tras el incendio

A la mañana siguiente

Aquella madrugada se había rezado mucho, a decir verdad. Pero el sábado, lo terrenal se impuso a lo espiritual, aunque algunos dijeran que a la Mezquita la había salvado San Rafael (custodio de la ciudad). El Cabildo había convocado a los medios de comunicación para un primer balance de daños. Aunque la primera sorpresa llegó antes, cuando se supo que el monumento estaba abierto para los turistas y fieles, previo trabajo de acotación de la zona afectada, y con un intenso olor a quemado que supuraba en todas las crónicas periodísticas. El mensaje que estaba mandando la administración que gestiona la Mezquita era claro: el incendio no ha sido para tanto.

Y de viva voz lo ratificó el deán-presidente del Cabildo Catedralicio de Córdoba, Joaquín Alberto Nieva Mezquita, ante los micrófonos, haciendo una llamada a la calma y asegurando que se podría reconstruir todo lo dañado. El balance de las llamas: daños en un techo que colapsó, afectando a la parte alta del retablo de La Anunciación, así como afectaciones en algunas esculturas y obras de arte (entre ellas el cuadro de la Virgen con el Arcángel del Ático del retablo de la Encarnación, de la O).

Con el parte en los labios, el deán sostuvo que el origen del incendio aún no estaba claro, pese a que el propio Cabildo localizó el fuego en el almacén y en la zona donde se cargaban las máquinas barredoras desde el primer minuto -todavía hoy, es la principal hipótesis, incluso para la institución eclesiástica-. Las explicaciones que dio el deán aquella mañana, sin embargo, fueron un tanto peregrinas: “Esas barredoras llevan muchos años y nunca había pasado nada, hasta ahora”, dijo sobre el presunto aparato que habría podido causar un estropicio valorado inicialmente por la Junta en un millón de euros.

El interior de la Mezquita Catedral tras el incendio

En ese momento, el Cabildo había recibido el respaldo y el cariño del alcalde de Córdoba, José María Bellido -que llegó minutos después de que se iniciara el fuego la noche anterior-, y de la consejera de Cultura y Patrimonio, Patricia del Pozo, que acudió a primera hora de la mañana siguiente. No tardaría en hacerlo el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes. Todos ellos trasladaron públicamente su apoyo y su colaboración de cara a los trabajos de restauración de la zona dañada.

Del Gobierno de España no acudió nadie en las primeras horas, aunque el Ministerio de Cultura, en manos de Sumar, activó de forma inmediata el Plan Nacional de Gestión del Riesgo y Emergencias en Patrimonio Cultural, mientras que la Unesco -cuya directora general, Audrey Azoulay, elogió la rápida actuación para frenar el fuego-, tampoco se personó en el lugar, y solicitó ya por la tarde un informe pormenorizado de lo ocurrido.

El interior de la Mezquita Catedral tras el incendio

Primeras críticas

Casi 48 horas después, la Plataforma Mezquita Catedral, una asociación civil que lleva años pidiendo una gestión compartida del monumento, recordó que ellos llevaban años denunciando “el almacenaje de mobiliario y estructuras en el interior del templo”. Sin embargo, el deán, o hizo oídos sordos o prefirió echar balones fuera con esa cuestión, y el lunes, en una entrevista, dijo “nunca se nos había dado ningún tipo de advertencia sobre esta capilla” cuando se le preguntó qué hacía un aparato eléctrico junto una pila de sillas y una cortina de tela en un espacio Patrimonio de la Humanidad.

24 horas después de la entrevista, de hecho, se demostró que esa afirmación era falsa. Lo certificó el presidente del Consejo de Monumentos y Sitios (Icomos), quien, tras visitar la Mezquita, comentó ante la prensa que la pasada primavera, en una reunión con el Cabildo, ya se habló de que había que trasladar ese almacén fuera del monumento, y que, de hecho, la institución eclesiástica, tenía ya un proyecto para hacerse con dos locales cercanos. Pero es que, además, según contó este periódico, la propia Unesco emitió en 2024 una guía contra incendios que desaconsejaba esta práctica por el riesgo que suponía para este tipo de espacios.

Visita del presidente de Icomos a la Mezquita de Córdoba tras el incendio

Aunque, antes de que Icomos rectificara públicamente al deán, la polémica (corta, aunque intensa) estuvo en quién iba a hacerse cargo del coste de la reconstrucción, que había empezado ese mismo lunes, gracias a un acuerdo urgente para autorizar los trabajos (de hecho, estos empezaron sin que la Policía Científica hubiera recogido muestras de la zona, lo que va a retrasar el informe policial).

Mientras los operarios desescombraban y trabajaban a destajo en el Templo, el Cabildo Catedralicio quiso zanjar cualquier especulación sobre la financiación y comunicó que será la propia institución eclesiástica -que la semana pasada hacía balance de los 22 millones de euros que había ingresado en 2024 por las visitas al monumento- la que se haría cargo del desembolso que supondrá devolver a su estado original la zona afectada por las llamas.

No obstante, ya era tarde, porque, pese a que la sincronía de apoyos que había entre las administraciones andaluzas con el Cabildo era total, las voces y colectivos críticos ya habían comenzado a moverse.

Así están siendo los trabajos en la zona incendida de la Mezquita Catedral de Córdoba

La otra reconstrucción

Así, desde el PSOE pidiendo “luz y taquígrafos” a IU, acusando de “negligencia” al Cabildo, pasando por Podemos, exigiendo que no saliera dinero público para la restauración, los partidos políticos de izquierda, sumados a un buen número de catedráticos, antropólogos y arquitectos o historiadores, han criticado abiertamente tanto la gestión del incendio, como la “apropiación” de la Mezquita que se fraguó en el año 2006, cuando la Iglesia la inmatriculó a su nombre.

Porque lo cierto es que este debate nunca se ha apagado en una ciudad histórica cuyos habitantes sienten la Mezquita como algo propio, aunque, en realidad, no tengan apenas capacidad de decisión en nada de lo que en ella se hace. De hecho, es bastante probable que, de todas las graves consecuencias que va a tener el incendio del pasado viernes, la más peligrosa para el Cabildo sea que el humo haya podido generar una sombra de sospecha entre muchos ciudadanos y que, con ello, se pueda reavivar la idea de una gestión compartida del monumento justo cuando quedan unos meses para que se cumplan 20 años de la inmatriculación.

En esa otra reconstrucción, la de la imagen de quien gestiona el monumento, también se tendrá que trabajar mientras se trata de recuperar todo aquello que se llevó un fuego que ya ha pasado a la historia como uno de los más graves de este bien Patrimonio de la Humanidad.

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